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Críticas 103
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
8
13 de junio de 2010
63 de 63 usuarios han encontrado esta crítica útil
He aquí una película sorprendente, en blanco y negro, producida por el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), instituto nacido en 1959 con el ideario de la revolución castrista. Sin embargo, ello no quiere decir que este filme sea una obra sectariamente propagandista y apologética del castrismo. De hecho si por algo se conoce al director Tomás Gutiérrez Alea es por la sociología objetiva conque imprime el contenido de sus películas; donde, partiendo de que él simpatiza con la Revolución Cubana y no reniega de ella, es capaz de ser lo suficientemente valiente y atrevido como para ironizar, criticar, poner de relieve y hacer himcapié en algunas de las hipocresías, hastíos o absurdos que conlleva la sociedad nacida de ella, algo que se puede comprobar también en otras películas de Gutiérrez Alea, como por ejemplo: "Fresa y Chocolate" (Cuba 1993).

He aquí dos ejemplos notorios de los diálogos críticos y salinos que tienen estas “Memorias del Subdesarrollo”. Hay una escena donde el protagonista Sergio Carmona (interpretado por Sergio Corrieri) está siendo juzgado por haber tenido relaciones sexuales con una mujer de 16 años, Elena (interpretada por Daisy Granados); entonces él hace la siguiente reflexión que es un análisis de la sociedad revolucionaria que acaba de triunfar en Cuba, de su gente y del sistema marxista:

+ “Empezaron a tratarme como si yo hubiese engañado a una infeliz del pueblo. Ahora todo es el pueblo.”

Igualmente podemos entrever una curiosa y sorprendente crítica en la escena donde el protagonista acude a una conferencia sobre el Subdesarrollo, allí entre los intelectuales ponentes está precisamente el autor del libro en el cual se basa el guión de este filme, es decir, Edmundo Desnoes; al verlo fumándose un puro y luciendo entre los doctos, Sergio hace el siguiente comentario para sí mismo: “Quien te ha visto y quien te ve, Edmundo Desnoes, debes sentirte muy importante porque aquí no existe competencia, fuera de Cuba no serías nadie, aquí en cambio ya estás situado.”

A parte de todo lo dicho y de la política, si esta película tiene algún atractivo verdaderamente atrayente es la relación entre Sergio y Elena, entre el hombre maduro y la jovencita que a pesar de su aparente debilidad, cuando ve a un hombre que le puede dar mejoras, comodidades y elevarla estatutariamente en la vida, sabe usar el poder de su físico cautivador para seducirlo y conquistarlo aunque sea él el que se crea que la está conquistando a ella (de hecho en una secuencia donde ambos están visitando la casa de Ernest Hemingway en Cuba, Sergio se interesa por un librito de la biblioteca del famoso escritor estadounidense, lo toma, le quita el polvo y vemos que es “Lolita”, la novela del escritor Vladimir Nabokov (1955), con lo cual se nos está indicando que existe alguna similitud entre los llamativos amantes de aquella obra y los de esta película).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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En cuanto a las mujeres caribeñas, Sergio piensa como hombre, como ser cuya naturaleza es masculina y pesa en él la hormona androgénica:

+ “Hay un punto exquisito entre los 30 y los 35 años en que la mujer cubana pasa bruscamente de la madurez a la podredumbre. Son frutas que se descomponen a una velocidad asombrosa.”

+ “Siempre trato de vivir como un europeo y Elena me obliga a sentir el subdesarrollo a cada paso. Quise cambiarla, pero no entiende nada. Tiene otro mundo muy distinto del mío en la cabeza.”

Sergio es un tipo que me recuerda mucho a Harry Haller, el protagonista de la novela de Hermann Hesse “El lobo estepario” (1928), un burgués e intelectual de mediana edad algo hastiado del mundo, solitario, rentista, aficionado a la escritura, que vive libre y sin identificarse con grupos, sectas, religiones o sistemas políticos, porque sabe que todos son pasajeros y para nada absolutos, que gusta de las mujeres, de vaguear, del vino y de gozar el presente esperando a la muerte sin temerla en exceso. Así Sergio reconoce:

+ “Mi vida es como un vegetal monstruoso de hojas enormes y sin frutos.”


Fej Delvahe
3 de noviembre de 2009
72 de 84 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin duda, Jaime de Armiñán merece gran admiración como director. Con películas como "Mi querida señorita", "El nido" o "Mi general", ha demostrado ser un valiente analizador que sabe tocar, desarrollar y comprender temas humanos muy delicados y cortantes, y hacerlo con lúcida profundidad y tolerancia psicológica frente a la opinión de la gente común y corriente que sólo los contemplan superficial, incomprensiva, ceporra, descalificadora y satanizadoramente.

Muy buena historia de Jaime de Armiñan donde se resalta de manera preciosa y trascendente el romance entre un hombre maduro y una niña de trece años.

El guión deja claro que es la niña la que seduce al hombre mayor, como suele pasar casi siempre con la "Lolita" de ficción o la real de carne y hueso: ella empieza poniéndole señales o reclamos para que él los vaya siguiendo y le conduzcan al hecho de quedar prendado.

Para quien aún no se haya enterado, "El nido" es de las mejores historias que se han llevado a las pantallas del cine español, estando a la altura de películas como "El Sur", "Calle Mayor" o "El crimen de Cuenca". Es una singular y espléndida obra de arte.
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Goyita, la niña (Ana Torrent), es hija de un Guardia Civil (Ovidi Montllor) y vive con su familia en una casa cuartel de un pequeño pueblo de Salamanca. Hablando con sus hermanitas, le preguntan: "Tú piensas casarte con un Guardia Civil?" A lo cual Goyita contesta con rotundidad: "¡Ni loca!"

Don Alejandro (Héctor Alterio) es un rico viudo, solitario y "estrafalario" (así lo define el Sargento de la Guardia Civil interpretado por Agustín González) al que poco a poco Goyita le "tira los tejos" y él como hombre de edad en estado de aburrimiento, soledad y vida sin sentido, reacciona picando el anzuelo y sintiéndose irremediablemente atraído. Ambos construirán una relación de amistad, de juegos, de romanticismo poético, de noviazgo no convencional, donde para nada hay pederastia ni abuso de menores, donde la niña trata de ser la parte dominante y el hombre, cual varón seducido por una jovencita, se deja "enchochadamente" dominar.

Por supuesto, esta juntera resulta estridente a los ojos de los habitantes del pueblo, de la masa "buena y bienpensante" y encima ellos dos no la ocultan. Incluso, la maestra de Goyita (la bellísima Patricia Adriani), una joven de 24 años, al principio se queda algo perpleja, como diciéndose así misma, "¿cómo es posible que este hombre, maduro, aunque de buen ver, con una estupenda posición, cultura y fortuna, se haya fijado en esta niña tan poquita cosa y no lo haga en mí que estoy exhuberantemente buena?"; de hecho, trata con su sensualidad y atractivo de llamar la atención de Don Alejandro; y Goyita, que no es tonta, se da cuenta y le prohibe a su enamorado que vuelva a ver a la maestra.

Otro personaje crucial y entrañable de esta historia genio-real de Armiñán, que se queda grabado en el corazón, es el maravilloso cura Don Eladio (Luis Politti), hombre cincuentón como Don Alejandro y amigo suyo. Entre ambos se dan los diálogos más brillantes e inolvidables de la película. Curiosamente entre estos dos hombres, un profesional de la religión católica y un liberal ateo, existe un constante y amistoso toma y daca, muy salpimentado, consistente en atacarse y responderse con gran sentido del humor ateo-teológico. Armiñan filma una de las relaciones más entrañables entre un cura y un ateo que se hayan visto jamás.

En una de estas conversaciones, el cura le dice a su amigo que los del pueblo ya están enterados de su singular romance: "Los más piadosos opinan que estás un poco gili, los más generosos que estás mal..., y los más apasionados que eres un maníaco sexual y que habría que darte un escarmiento; guárdate de este último grupo.” ¡Ah!, pero Don Alejandro le contesta con el quid o meollo de la cuestión, con lo que viene a ser la clave en este filme y en cualquier otra historia parecida de las muchas que ha habido y habrá sobre atracción amorosa entre hombre bastante mayor y muchacha púber, es decir: "¿Sabes una cosa? Estoy viviendo por primera vez en mi vida."

Fej Delvahe
29 de septiembre de 2009
63 de 72 usuarios han encontrado esta crítica útil
José A. Nieves Conde que al estallar la Guerra Civil, le cortó la carrera de derecho que estaba realizando, marchó al frente como voluntario falangista, donde alcanzó el grado de alférez provisional de infantería, luego en la posguerra se ganó la vida como crítico cinematográfico, ayudante de dirección y finalmente como director de cine. Es obvio que desde 1936 y su impulso juvenil de presentarse voluntario falangista a la guerra civil española hasta el año 1956, dos décadas después, en que filma como director la película "El inquilino", se había dado en él un proceso evolutivo de crítica y denuncia, de toma de consciencia humana y social.

Esto se nota fuertemente en su película "El inquilino", un filme hipercrítico contra la situación de injusticia social, de miseria, de hipocresía oficial instalada en el régimen franquista que gobernaba España: en concreto, en el campo de la vivienda, un derecho que era papel mojado, o sea, exactamente igual que ocurre también hoy en la plena democracia, menciones de los derechos humanos y leyes vigentes de igualdades para todos. Tanto ayer como hoy, el derecho a una vivienda digna es sobre todo un mero "bla, bla, bla, bla, bla", que sólo se pueden permitir los que tienen mucho dinero o se hipotecan (esclavizan) de por vida.

José Antonio Nieves Conde, se atrevió con una valentía inusual a mediados del siglo XX, en la España gobernada por el dictador General Francisco Franco, a denunciar de forma afiladamente crítica, irónica y atrevida, lo que estaba ocurriendo en las grandes ciudades españolas con la realidad de la vivienda, un bien y un derecho al que la clase media y baja no podía acceder en modo alguno dado su carestía, la especulación consentida por los poderes, la inutilidad del Ministerio de la Vivienda, la burocracia insensata y hastiante (representada aquí por una corta pero magnífica interpretación de la actriz Laura Valenzuela) para enrollar y hacer perder el tiempo a la gente sencilla, la escasa calidad de vida y el poco poder adquisitivo que en esa época tenían la gran mayoría de los españoles, además de la durísima jeta y el corazón inmisericorde de los banqueros, magnates y ricachones, etc. Con toda lógica, esta película fue censurada por los poderes del Estado: es que el filme les hacía mucho daño, porque atacaba cortantemente (por medio de la hipercrítica humorística) a la misma yugular de la gestión estatal.

Película digna de verse, comentarse y valorarse.
15 de abril de 2011
75 de 99 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película de ciencia ficción bastante interesante, al menos desde el punto de vista filosófico: porque hace reflexionar y mucho acerca del concepto "libre albedrío". Es decir sobre si tenemos o no libertad de elegir. Por regla general parece que todo está encausado de antemano, que todo lo que consideramos como libertad humana, en realidad es algo ya diseñado y programado de manera que cada uno de nosotros elige en la mera superficie, pero en el fondo sólo está procediendo, siguiendo unas órdenes dictadas por un plan metafísico superior a lo físico y a lo humano, ya desde el interior ya desde el exterior.

Por ejemplo: si yo elijo entre una variedad de platos con comida diferente, aparentemente puede parecer que tengo "libre albedrío" y que soy yo el que está eligiendo; pero quizás mi elección es consecuencia de la necesidad que tengo en ese momento, como organismo, de unos minerales u otros, lo cual perciben mis sentidos haciendo que me incline o decante por un tipo de alimento en lugar de por otros. Igualmente podemos decir si elijo o me enamoro de un tipo de mujer y no de otra, lo más probable es que se deba a unos factores ya congénitos que traigo grabados en mis genes y en mi mente, según los cuales me atraen o me siento inclinado más por un tipo de féminas, en lugar de por otras, que complementarían mejor el ser humano orgánico que soy. Y así con todo o casi todo lo que se supone que elegimos "libremente". Con lo cual, ¿libres lo que se dice libres?, lo somos muy poco, porque cualquier elección que aparentemente realizamos, aunque parece que es una elección propia o personal, en el fondo siempre se debe a factores determinados o predeterminados, ya biológica ya química, ya psicológica ya culturalmente, ya lo que sea, pero no algo puramente elegido por nuestro libre "YO MISMO".

Nuestra libertad de acción es más una creencia, una ilusión producto del cerebro, más que la realidad misma. No somos libres para nacer, ni para elegir la familia ni el lugar del Universo donde nacer. No somos libres para ser cristianos, para ser budistas, para ser ateos o de una secta de la Nueva Era. No somos libres para tener una ideología de derecha o de izquierda, para pertenecer a un partido, a otro o a ninguno, todo está predeterminado por cantidad de circunstancias formativas, sociales, educativas, coyunturales, convenientes a nuestro organismo, mente o química neuronal predominante a nivel de cada individuo humano.

Como dice Mark Hallett, doctor en medicina por la Universidad de Harvard y eminente neurólogo de la "Harvard Medical School": «El libre albedrío existe, pero es una percepción, no una fuerza rectora.»

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El filósofo Baruch Spinoza ya reflexionó al respecto y también pensaba que en el fondo cualquiera de nosotros no elige nada sino más bien procedemos a seguir las elecciones ya programadas en nosotros por "otros" (en el caso de esta película, esos "otros" son una especie de ángeles que trabajan para otros ángeles superiores y éstos en última instancia para un director general, programador principal, gran diseñador inteligente o Dios): «No hay en la mente un absoluto libre albedrío, porque la mente es determinada por el desear esto o aquello, por una causa determinada a su vez por otra causa, y ésta a su vez por otra causa, y así hasta el infinito.»

Ahora bien, hay que dejar siempre abierta una rendija a la posibilidad de un cierto margen de caos, de azar, de "libre albedrío"; un cierto margen para lo imprevisto incluso en medio de lo ordenado, lo determinado o lo predeterminado (tal como ocurre en el filme). Y así lo han estimado también filósofos como Hobbes, Locke, Hume y contemporáneamente Daniel Dennett, quienes aceptando, como en todo este análisis, que el determinismo forma parte notable de todo nuestro universo conocido, y sobre todo de nosotros mismos, al mismo tiempo también cabe el "libre albedrío" humano, el cual hace posible que cuestionemos, paremos, nos rebelemos, modifiquemos lo previsto convirtiéndolo en un resultado imprevisto. A esta postura, según la cual, se cree que determinación y libertad son compatibles a la vez (al menos en el ser humano) se le llama "compatibilismo".

Fej Delvahe
26 de noviembre de 2010
52 de 54 usuarios han encontrado esta crítica útil
La historia, en blanco y negro, transcurre en un pequeño pueblo del Estado de Texas (USA) en el año 1951.

Los protagonistas principales son dos amigos, Sonny (Timothy Bottoms) y Duane (Jeff Bridges), cuando ambos están acabando la adolescencia y la escuela secundaria, por lo tanto iniciando una nueva etapa en la vida: la de jóvenes adultos. Dado que los dos son pobres, sin familias que les avalen y apadrinen, parece ser que no irán a la universidad —algo que sí hará Jacy Farrow (Cybill Shepherd), muchacha hija de un rico petrolero del pueblo y novia de Duane y más tarde como uso momentáneo o antojo femenino también de Sonny—; uno seguirá trabajando e instalado en el pueblo y el otro se incorporará al ejército. Es decir, el tema central del filme es la transición de la juventud a la edad adulta.

Y en dicha transición, el sexo tiene una parte fundamental, como nos muestra Peter Bogdanovich a través de los citados personajes y también de otros que interactúan con los principales. El sexo como aventura contra el mortecino aburrimiento y vacío existencial. El sexo como magreo de novios en la parte trasera del cine o como simple sobamiento de jóvenes en su salidas a divertirse; como primera cópula o pérdida de la virginidad; como hecho de estar enamorado y no ser correspondido por motivos honestos o deleznables; como recuerdo de un verdadero e inolvidable amor. Pero también el sexo como desmadre; como desorden extramatrimonial; como entremezcla de jóvenes con mujeres maduras o de maduros con jovencitas; como broma de mal gusto; como semi orgía; como pederastia; como las múltiples variantes que tal fenómeno humano puede tener, todo ello reunido en esta pequeña localidad polvorienta del Estado de Texas.

Probablemente, la escena más reflexiva en cuanto al sexo se refiere se desarrolla hablando sobre el mismo, cuando Sam (Ben Johnson), el hombre maduro, viudo y dueño de varios de los locales de entretenimiento, le cuenta al joven Sonny que su mejor experiencia amorosa fue extramarital con una joven del pueblo:

—¿Y qué fue de ella?— Le pregunta Sonny
—Se hizo mayor. Entonces era una jovencita.— Le contesta Sam.
—¿Por qué no te casaste con ella cuando murió tu esposa?
—Estaba casada. Cuando eran jóvenes, ella y su marido, ya estaban amargados como muchos otros matrimonios; creen que cambiarán con el tiempo, pero no resulta ser así.
—¿Crees que es una desdicha el estar casado? — Le pregunta Sonny a Sam con deseo de aprender.
—No. No siempre. Sólo el 80% del tiempo.— Le contesta Sam con la sabiduría de quien ha vivido ya más de cincuenta años y sabe bien qué es el matrimonio porque lo ha experimentado por años en carne propia.

En definitiva todo un mensaje realista de lo que es la institución matrimonial: una auténtica lotería en la que a muy poquitos les toca un premio sustancioso o dichoso.

Fej Delvahe
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