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Críticas de Un poquito pesada
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Críticas 15
Críticas ordenadas por utilidad
7
17 de febrero de 2010
15 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es una película sobre el común de los mortales, sobre personas del montón, gente corriente o anónimos trabajadores, estos personajes son completamente singulares, únicos, reconocibles, recordables y protagonistas.

Qué es si no la maravillosa Kati Outinen que atraviesa la filmografía de Kaurismaki para servir de elemento común a su bizarra galería de pretendientes-pretendidos imposibles que acostumbran a recibir una paliza por película. Aunque pasa momentos de duda, sabemos que al final irá por el camino que a nosotros nos entusiasme más, el que irremediablemente nos sabe más a auténtico. Todo el mundo averigua durante las películas que se puede contar con Kati. Algo en la expresividad de su rostro, de sus movimientos, de su presencia, llena de magnetismo estos escenarios tan sobrios, tan mínimos, tan fríos que acabamos pensando inexorablemente: no quiero ir a Finlandia si no está Kati allí.

Y luego está Nikander que no necesita presentaciones (“soy Nikander”) y que es un auténtico héroe a lomos de su camión, que se pelea con los ricos, desprecia a los sanos y sueña incluso con la tierra prometida, que además es un paraíso tan apetecible como Estonia.

Además, reconocemos la iconografía del director: el cabaret, los boleros, la televisión, el tocadiscos, los bocadillos en el trabajo, la vivienda espartana que creemos haber visto en un Documentos TV sobre la vida en la RDA. Necesitamos todo este artilugio para sentirnos como en Finlandia.

Este tipo sabe manejar las emociones en una caja de herramientas. Es difícil explicar cómo con tanta frialdad, con tanta apatía, con tanta galvana, con tanta cara de nada, con tanto yo te hablo pero tu no me contestas, nos pueda invadir la paz cuando al final de sus películas entran los clientes en el restaurante, vuelve ya el hombre sin pasado libre de sus olvidadas ataduras o se embarcan los novios juntos en el ferry.
Un poquito pesada
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6
21 de abril de 2010
17 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Usted se casa por poderes y, al conocer al fin a su nuevo cónyuge, se encuentra con Eleanor Parker en todo su esplendor. Y no digamos con Charlton Heston. Usted no se creería su suerte, admítalo.

Véamoslos más de cerca. Ella aguanta con espíritu deportivo todas las memeces que le dice él y le sobran recursos para burlarse: “Es usted especialista en descerrajar puertas”. Pero con toda su inteligencia y toda su intuición y todas sus inocentes metáforas sobre pianos, al final se nos muestra claramente que lo que funde al gran simio padre protector de sus esclavos es, como de costumbre, el hombro blanquísimo de la arrebatadora Eleanor ofreciéndose astutamente para la crema anti bichos. Sólo se echa a faltar un buen “es usted una mujer con arrestos” y no digamos un “estás muy bella cuando te enfadas”.

Y él se nos presenta como el self-made macho que lo ha ganado todo a pulso (robado a la tierra, afirma) y que sólo admite sumisión y agradecimiento por quitar el pelo de la dehesa a los pobres indígenas, una visión que recuerda enseguida al timorato Leslie Howard cuando con rictus de ensoñación añoraba los viejos tiempos de los negros acudiendo felices y cantando a la plantación. Aparte de esto, reconocemos enseguida al gran Charlton cuando tira la puerta de la bella abajo en una de las entradas en campo más testiculares que se recuerdan. Cómo nos gustaría caer en sus brazos si no los tuviera llenos de rifles.

Del resto, nuestro entrañable Canon (Conrad) que es la voz cabal que se ocupa una y otra vez de anunciar los peligros (“¡la marabunta!”). Forma con Heston una divertida pareja, como cuando salen de las tiendas alertados sin saber que el animal o humano agresor huyó despavorido al verlos con sus pantalones cortos y sus calcetines largos que a Conrad le confieren un cierto aspecto del Toby de la pequeña Lulú.

Y, cómo no, las hormigas, que engullen todo a su paso y se muestran como un brazo ejecutor y vengativo (descarnan al malo repulsivo). A Heston le debieron sin duda traer recuerdos de la masacre del mar Rojo.

Pero he aquí que, superado todo esto, lo que es claro es que en estas películas no queremos que reaccionen como una agencia pública de políticas de igualdad, para eso está nuestra capacidad de discernimiento y nuestra educación, del mismo modo que no necesitamos moderneces ni reacciones correctas de un mundo 50 años posterior.

En realidad, si lo piensas bien, es complejo saber por qué nos gustan estas películas. O a lo mejor es bien sencillo: un escenario insólito con extraña boda por poderes de dos estrellas en plenitud y una marabunta en la selva, ritmo, acción, exotismo, amores…ah, el gran cinema.
Un poquito pesada
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7
8 de febrero de 2010
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Esto es el cine o Vivir cada día? Esta pregunta que puede darnos tanto juego otras veces, me sobra ahora, he visto la película y no he tenido otro remedio que sucumbir a esta noche que se nos queda en la memoria como si la hubiéramos vivido y anduviéramos ahora buscando un café reparador. Qué noche. Yo estuve allí.

Lo verdaderamente desolador es recordar únicamente el itinerario terrible del señor Lazarescu, a través de ese poblado pasillo en el que va encontrándose las puertas de la fatalidad profesionalmente entornadas por sus compañeros accidentales de viaje. Todo es a medias, todo es casi, todo es provisional, nadie acierta del todo, nadie se equivoca del todo, nadie abdica del todo, cuando se va Lazarescu, nadie se acuerda de él. Hasta la enfermera-heroína parece al final ceder a los reclamos de la madrugada y de la vesícula.

Nótese cómo Lazarescu se nos va pudriendo a cado paso que le obligan a dar en ese imparable carrusel, se descompone implacablemente. Lazarescu lleva escrito en la frente su destino desde que se decidió el título de la película, pero ni aún eso le está garantizado, le dejamos al final tumbado, descompuesto, arruinado, esperando todavía que alguien pase a su lado y diga: "aún respira...¿cómo se llama usted?"
Un poquito pesada
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7
30 de septiembre de 2010
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuatro mil quinientos años después vuelve a reunirse un descomunal grupo de gente, ahora para remedar lo de entonces, y si la vista de aquello nos deja hoy sin respiración, lo de ahora nos traslada, nos entretiene, nos fascina, nos envuelve de polvo y magia. Más pequeña y contenida que otras epopeyas de la época, se distingue también un más acertado afán en la aproximación al hecho central de la película (la construcción de la pirámide) en cierta consonancia con los esquemas modernos de la historiografía sobre la menor importancia del trabajo puramente esclavo y más sujeto a las necesidades de una economía estacional como la egipcia. En cualquier caso, con el paso de los años (que pasan en un pispás gracias a nuestro narrador en off) las masas anónimas de trabajadores perderán la sonrisa y las ganas de cantar y hará bien el faraón de vigilar de cerca de esa plebe sin cara del gran patio de su palacio que parece en cualquier momento dispuesta a mudar su lealtad si fuera necesario.

Dos mundos contrapuestos: ambición y oro (incluidos insinuantes tocamientos con el vil metal y caras bordeando la lascivia) contra sed de libertad, amor y justicia. La diferencia la vemos en el tono de los personajes, en el color, incluso en el acento. Nadie discutirá el superior interés, ritmo y tratamiento de la trama palaciega en la que grandiosidad y pasiones imprimen al conjunto un tono trágico en la línea de las grandes óperas épicas y sacerdotales (sepultamiento a lo Aída incluido).

A nosotros sí nos convence Hawkins, menos glandular que otros compañeros de epopeyas coetáneas pero que nos destila un algo más natural, no sé, tal vez será esa sorprendente afición a dar las gracias y pedir por favor que lo asalta de vez en cuando. Joan Collins está en su papel de mujer fatal a la que el empeño carbonizador típico de los maquilladores de princesas chipriotas de la nómina de la Warner no bastan para que sus encantos queden ocultos

Hawks demuestra con creces su sabiduría y su amplitud de registro. Sí, es el mismo de Luna nueva y El sueño eterno y de algunos de los mejores western que hemos visto. No sabemos cómo lo hacen algunos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Un poquito pesada
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7
12 de febrero de 2010
10 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
A veces piensa uno lo magnífico que sería llegar a casa, recostarse en el sillón, oscurecer la habitación, poner el chisme…y ver Ferragosto.

Con una escenificación tan simple y tan casera que toda la película no es más que dos o tres conversaciones de mesa camilla, con un asuntillo de fin de semana completamente baladí, resulta algo tan efectivo, tan convincente, tan reconocible.

Y más para los amantes de las señas italianas, esa madre de rostro hipercaracterístico, peinado ultra barroco y arrugas de escándalo, esa pasta al forno vista tan de cerca y tan sensual, el mismo Ferragosto como una siesta enorme y acalorada.

Además, nos ponen buen cuerpo estas ancianas un poco pellejas y especialistas en la reconocida habilidad de dar por…las conocemos todos, las hemos visto. Véase si no cómo, mirando el plato de verdura que por cuestiones de salud se ve obligada a comer su compañera en lugar de la deliciosa pasta, dice una de ellas:

“Yo si me tuviera que comer eso me iba a la cama sin cenar” mirándola con displicente indiferencia.

Y también admiraremos a nuestro protagonista. Aunque lo haga por dinero (o no), tiene un no sé qué de santo varón que transmite autenticidad.

En fin, terminamos reconfortados con ganas de pensar en la cena o en la abuela que murió.

Yo la recomiendo a los que gusten de estar en casa y a los enemigos de las residencias.
Un poquito pesada
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