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Críticas ordenadas por utilidad
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6.4
37,146
6
11 de septiembre de 2017
11 de septiembre de 2017
5 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fui a ver la película It porque me gusta el género y alentado por el mérito de Stephen King, cuyas adaptaciones al cine basculan entre las estupendas Misery y El resplandor -incluyendo de paso la Carrie del 76 y Cuenta conmigo- y un resto olvidable, aunque aún recuerdo de mi infancia -por algo será- La zona muerta, Los chicos del maíz, productos que han perdido su efecto, pero que en su día me inquietaron.
It era un reto difícil de llevar al cine; ya lo intentaron sin éxito en formato televisión. Y lo es porque King combina en esta obra dos elementos complejos de maridar: la transición a la vida adulta y el terror contundente, sin concesiones. Por eso esta película -calificada para mayores de 18 años (lo digo porque en la sala donde fui a verla había padres con niños de no más de 8 años)- no sabe bien si quiere jugar en la liga juvenil, como lo hace con tan buen tino Cuenta conmigo, o desatarse sin miedo y brindarnos un ejercicio de buen cine de terror -véase Misery-. El resultado es muy insatisfactorio para los adultos porque ni la trama psicológica acaba por convencer, no hilando fino la complejidad de los personajes, sus miedos y terribles realidades familiares, apuntadas con grueso calzador, ni el terror sobrepasa la línea del esperpento y los trucos facilones, típicos del género. El payaso es ridículo, artificial, tan patético como el de Royal MacDonald.
¿Qué sensación queda después de ver It? Que hay que leer el libro y revisitar las buenas adaptaciones de la obra de King. Y cruzar los dedos para que otro director, más hábil -¿Nolan, Shyamalan, Del Toro...?-, consiga trasladar a imágenes este viaje inquietante de siete preadolescentes en su intento de superar sus miedos y sobrevivir a la distopía alimentada por unos padres que son los que verdaderamente dan miedo, mucho miedo.
Ahora bien, no hagan mucho caso de las críticas. Cada cual debe transitar y superar sus miedos a su forma y albedrío. Faltaría más. En estos momentos, mientras escribo, mi hijo -de edad similar a los preadolescentes protagonistas- ha ido con los amigos a verla. Seguro que san percepción será bien diferente a la mía. Como tiene que ser.
It era un reto difícil de llevar al cine; ya lo intentaron sin éxito en formato televisión. Y lo es porque King combina en esta obra dos elementos complejos de maridar: la transición a la vida adulta y el terror contundente, sin concesiones. Por eso esta película -calificada para mayores de 18 años (lo digo porque en la sala donde fui a verla había padres con niños de no más de 8 años)- no sabe bien si quiere jugar en la liga juvenil, como lo hace con tan buen tino Cuenta conmigo, o desatarse sin miedo y brindarnos un ejercicio de buen cine de terror -véase Misery-. El resultado es muy insatisfactorio para los adultos porque ni la trama psicológica acaba por convencer, no hilando fino la complejidad de los personajes, sus miedos y terribles realidades familiares, apuntadas con grueso calzador, ni el terror sobrepasa la línea del esperpento y los trucos facilones, típicos del género. El payaso es ridículo, artificial, tan patético como el de Royal MacDonald.
¿Qué sensación queda después de ver It? Que hay que leer el libro y revisitar las buenas adaptaciones de la obra de King. Y cruzar los dedos para que otro director, más hábil -¿Nolan, Shyamalan, Del Toro...?-, consiga trasladar a imágenes este viaje inquietante de siete preadolescentes en su intento de superar sus miedos y sobrevivir a la distopía alimentada por unos padres que son los que verdaderamente dan miedo, mucho miedo.
Ahora bien, no hagan mucho caso de las críticas. Cada cual debe transitar y superar sus miedos a su forma y albedrío. Faltaría más. En estos momentos, mientras escribo, mi hijo -de edad similar a los preadolescentes protagonistas- ha ido con los amigos a verla. Seguro que san percepción será bien diferente a la mía. Como tiene que ser.

6.0
33,650
8
5 de marzo de 2007
5 de marzo de 2007
13 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
El género de terror nos ha dado escasos pero excepcionales momentos de buen cine político –en mi memoria están La noche de los muertos vivientes (Romero, 1968) o La invasión de los ladrones de cuerpos (Siegel, 1956), y también la inestimable M, el vampiro de Düsseldorf (Lang, 1931)-, que si bien podrían no sintonizar con la sensibilidad de un público nada receptivo a ligar buen espectáculo con metáfora intelectual, por lo menos el disfrute por la puesta en escena siempre lo vamos a agradecer. Es el caso de The host, una más que buena película política, y una no menos convincente y disfrutable (a ratos, pero ¡qué ratos!) película de terror.
Ya en Crónica de un asesino en serie, Joon-Ho (no confundirle, por favor, con John Woo) nos demostraba que sabía conjugar con inteligencia un thriller con intenciones que traspasan los temas peregrinos de ese género adolescente, para regalarnos una obra que destila sin fuegos de artificio una feroz crítica al retraso y corrupción institucionales que vive su país, Corea del Sur. Sin embargo, mientras que en aquella ocasión Joon-Ho conduce su narración hacia un relato poético y amargo, sin ofrecernos esperanzas o refugios a los que asir nuestro ánimo, en The host parece convencido en que sólo desde abajo, desde la construcción de una verdadera ciudadanía activa, puede su país atacar al Leviatán que adormece y convence de que la mejor opción es callar y esperar a que el virus (inexistente, por cierto) del retraso y del derrotismo se disipe.
Ya en Crónica de un asesino en serie, Joon-Ho (no confundirle, por favor, con John Woo) nos demostraba que sabía conjugar con inteligencia un thriller con intenciones que traspasan los temas peregrinos de ese género adolescente, para regalarnos una obra que destila sin fuegos de artificio una feroz crítica al retraso y corrupción institucionales que vive su país, Corea del Sur. Sin embargo, mientras que en aquella ocasión Joon-Ho conduce su narración hacia un relato poético y amargo, sin ofrecernos esperanzas o refugios a los que asir nuestro ánimo, en The host parece convencido en que sólo desde abajo, desde la construcción de una verdadera ciudadanía activa, puede su país atacar al Leviatán que adormece y convence de que la mejor opción es callar y esperar a que el virus (inexistente, por cierto) del retraso y del derrotismo se disipe.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
En este sentido, la familia protagonista representada en la película deviene como una metáfora plural y lúcida sobre el estado de ánimo del ciudadano coreano: el padre torpe, aniñado y casi siempre dormido; el licenciado en paro, idealista y avergonzado de su empobrecida familia; la hermana medallista, que actúa siempre tarde, condenada al triste bronce… Y la niña, esa niña presentada por el director como la más capaz de morder a la bestia desde dentro y sin acobardarse, es la esperanza de una Corea tan adormecida como su protagonista, tan convencida de su inutilidad como ese padre despertado tan sólo por la tragedia de ver morir a su hija...
Igual que en su anterior película, el realizador coreano mete sin sutileza varios dedos en la llaga sobre la situación en su país. Sólo el arranque y el cierre de esta película lo dicen todo. Un funcionario traído del aliado y envidiado Estados Unidos –es digno de Charlot la escena en la que el equipo médico se cuadra y simula eficacia al ver cómo llega su homólogo americano- es (no lo olvidemos) el desencadenante de la tragedia, sumado al sentimiento de inferioridad y el adocenamiento del ciudadano coreano. La postura del director respecto al intervencionismo americano es muy clara, así como lo es también la visión de unas instituciones frágiles, corruptas y poco profesionales, que maquillan la realidad ante el ciudadano. A este respecto, apréciese la causticidad de la escena en la que el funcionario enfundado en su mono amarillo enciende la televisión para informar a los afectados.
The host no puede por tanto ser tomada como una película de terror al uso (americano), aunque escenas como el ataque de la bestia en el parque o las terroríficas regurgitaciones del animal en el pozo del alcantarillado sean dignas de Tiburón o Alien (así es como nos presentan esta película los carteles y vídeos promocionales). Muy por encima de lo espectacular y palomitero (que ya por sólo estas razones es una propuesta estupenda para disfrutar de dos horas sabáticas), The host exorciza con eficacia los miedos y deseos de la sociedad contemporánea coreana, y por extensión, como ya lo hiciera la estilizada V de vendetta, de todas los países occidentales (y occidentalizados), inoculados por el virus mortífero de la desidia y la desesperanza. Quizá lo más hermoso de la película sea la escena en la que el padre (la familia entera) lucha por sacar de las entrañas de la bestia a su hija. Y esa lluvia que lo envuelve todo en las películas de Joon-Ho, como lavando, a quienes empapa, de la oscuridad que los envuelve (en la iconografía oriental el agua parece poseer esa doble función de mensajera de la fatalidad –véase The ring o Dark water-, y a su vez restituidora del orden). Y ese padre, acercándose al niño que su hija rescató y que él mismo adoptará como suyo. Y, sobre todo, ese final iconoclasta e irónico, digno de Billy Wilder.
Igual que en su anterior película, el realizador coreano mete sin sutileza varios dedos en la llaga sobre la situación en su país. Sólo el arranque y el cierre de esta película lo dicen todo. Un funcionario traído del aliado y envidiado Estados Unidos –es digno de Charlot la escena en la que el equipo médico se cuadra y simula eficacia al ver cómo llega su homólogo americano- es (no lo olvidemos) el desencadenante de la tragedia, sumado al sentimiento de inferioridad y el adocenamiento del ciudadano coreano. La postura del director respecto al intervencionismo americano es muy clara, así como lo es también la visión de unas instituciones frágiles, corruptas y poco profesionales, que maquillan la realidad ante el ciudadano. A este respecto, apréciese la causticidad de la escena en la que el funcionario enfundado en su mono amarillo enciende la televisión para informar a los afectados.
The host no puede por tanto ser tomada como una película de terror al uso (americano), aunque escenas como el ataque de la bestia en el parque o las terroríficas regurgitaciones del animal en el pozo del alcantarillado sean dignas de Tiburón o Alien (así es como nos presentan esta película los carteles y vídeos promocionales). Muy por encima de lo espectacular y palomitero (que ya por sólo estas razones es una propuesta estupenda para disfrutar de dos horas sabáticas), The host exorciza con eficacia los miedos y deseos de la sociedad contemporánea coreana, y por extensión, como ya lo hiciera la estilizada V de vendetta, de todas los países occidentales (y occidentalizados), inoculados por el virus mortífero de la desidia y la desesperanza. Quizá lo más hermoso de la película sea la escena en la que el padre (la familia entera) lucha por sacar de las entrañas de la bestia a su hija. Y esa lluvia que lo envuelve todo en las películas de Joon-Ho, como lavando, a quienes empapa, de la oscuridad que los envuelve (en la iconografía oriental el agua parece poseer esa doble función de mensajera de la fatalidad –véase The ring o Dark water-, y a su vez restituidora del orden). Y ese padre, acercándose al niño que su hija rescató y que él mismo adoptará como suyo. Y, sobre todo, ese final iconoclasta e irónico, digno de Billy Wilder.

5.1
45,132
9
14 de junio de 2008
14 de junio de 2008
3 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine de Shyamalan produce cuando menos inquietud, descoloca, obliga a hacerse preguntas. No se circunscribe a la fisicalidad habitual del género de terror o ciencia-ficción. Por eso, a muchos decepciona. Pero es cine con mayúsculas. Bien orquestado, sereno, inteligente.
El incidente puede generar sensación de que el climax va suavizándose. Aunque no produjo en mí el efecto de aburrimiento o desinterés. El aficionado al género de terror o ciencia-ficción espera más fisicalidad, más carnaza con la que disipar la tensión acumulada por escenas anteriores. Pero el indio es así, no pretende fabricar una obra al uso. El género es un medio, no un fin. En el fondo, la tensión de los personajes no es física, sino emocional. Deben resolver afectos contradictorios, no una salida para sobrevivir. Es lógico que el metraje final se centre en lo emocional, dejando al amante del terror decepcionado. Así es Shyamalan.
Un saludo y más veces.
Más opiniones sobre la película, en mi artículo desde OjO de buey:
http://elhilodepenelope.blogspot.com/2008/06/el-incidente.html
El incidente puede generar sensación de que el climax va suavizándose. Aunque no produjo en mí el efecto de aburrimiento o desinterés. El aficionado al género de terror o ciencia-ficción espera más fisicalidad, más carnaza con la que disipar la tensión acumulada por escenas anteriores. Pero el indio es así, no pretende fabricar una obra al uso. El género es un medio, no un fin. En el fondo, la tensión de los personajes no es física, sino emocional. Deben resolver afectos contradictorios, no una salida para sobrevivir. Es lógico que el metraje final se centre en lo emocional, dejando al amante del terror decepcionado. Así es Shyamalan.
Un saludo y más veces.
Más opiniones sobre la película, en mi artículo desde OjO de buey:
http://elhilodepenelope.blogspot.com/2008/06/el-incidente.html
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