You must be a loged user to know your affinity with José Ido
Críticas ordenadas por utilidad
Movie added to list
Movie removed from list
An error occurred

7.9
36,712
10
26 de noviembre de 2011
26 de noviembre de 2011
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vaya por delante que no puedo ser imparcial al comentar esta película, ni lo pretendo. Sólo intentaré esbozar algunas de las impresiones que me ha producido la contemplación de esta obra maestra. Gratas impresiones, desde luego, porque en ella convergen dos de mis debilidades: las narraciones de época y el propio director. Creo no exagerar si afirmo que S. Kubrick es uno de los mejores cineastas de todos los tiempos. Siempre original, sorprendente, detallista, inteligente y de exquisito gusto, bordeando la perfección. Y Barry Lyndon constituye una de sus cumbres creativas.
Los encuadres exteriores semejan vastos frescos paisajísticos que nos transportan al siglo diecisiete de una forma natural y sumamente realista. El rodaje de interiores, la técnica de iluminación y los decorados son antológicos. El vestuario y la caracterización de los personajes, la adecuación y estilo de los diálogos, magníficos. La música, excelente; combinando la popular irlandesa con la clásica en sentido estricto, sin vestigios de anacronismo. En suma, credibilidad a raudales.
Basada en la novela homónima de William M. Thackeray, Barry Lyndon nos cuenta, en esencia, un viaje. El gran tema -si no el único tema- de toda ficción literaria de altura. Naturalmente, se trata de un viaje de ida y vuelta, el periplo vital del joven irlandés Redmond Barry, con su ascenso hasta las cumbres de las clases privilegiadas y su posterior decadencia, la caída y retorno a sus humildes orígenes. Tan fortuita la subida como inevitable el descenso. Y a lo largo de esa peregrinación, con sus virtudes y sus vicios, su lealtad y su egoísmo, sus estúpidos arrebatos como equipaje, contemplamos el devenir de nuestro antihéroe, con toda su carga de humanidad a rastras, en permanente lucha contra el destino inexorable, contra el azar. Y más allá de las vicisitudes que sufre, vemos claramente las heridas y las llagas de su cuerpo y de su alma: ecce homo.
Tres horas de metraje. Bueno, ¿y qué?. El tiempo, ya se sabe, es siempre relativo. Lo que importa es disfrutar.
Los encuadres exteriores semejan vastos frescos paisajísticos que nos transportan al siglo diecisiete de una forma natural y sumamente realista. El rodaje de interiores, la técnica de iluminación y los decorados son antológicos. El vestuario y la caracterización de los personajes, la adecuación y estilo de los diálogos, magníficos. La música, excelente; combinando la popular irlandesa con la clásica en sentido estricto, sin vestigios de anacronismo. En suma, credibilidad a raudales.
Basada en la novela homónima de William M. Thackeray, Barry Lyndon nos cuenta, en esencia, un viaje. El gran tema -si no el único tema- de toda ficción literaria de altura. Naturalmente, se trata de un viaje de ida y vuelta, el periplo vital del joven irlandés Redmond Barry, con su ascenso hasta las cumbres de las clases privilegiadas y su posterior decadencia, la caída y retorno a sus humildes orígenes. Tan fortuita la subida como inevitable el descenso. Y a lo largo de esa peregrinación, con sus virtudes y sus vicios, su lealtad y su egoísmo, sus estúpidos arrebatos como equipaje, contemplamos el devenir de nuestro antihéroe, con toda su carga de humanidad a rastras, en permanente lucha contra el destino inexorable, contra el azar. Y más allá de las vicisitudes que sufre, vemos claramente las heridas y las llagas de su cuerpo y de su alma: ecce homo.
Tres horas de metraje. Bueno, ¿y qué?. El tiempo, ya se sabe, es siempre relativo. Lo que importa es disfrutar.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Me arriesgaré a destacar algunas secuencias. Por ejemplo, la escena del atraco, con sus proverbiales diálogos, repletos pulcritud y fino humor; ¿británico?, en todo caso, exquisito y sutil, en deliberado contrapunto con el acto violento que se está perpetrando.
La irrupción de los hijos de Lady Lyndon en la sala privada de conciertos, interrumpiendo la interpretación musical que ofrece a sus amistades, crea una atmósfera tensa y expectante pocas veces vista. Y de pronto, el despiadado alegato de Lord Bullingdon, el hijo mayor, eleva por momentos el dramatismo de esta escena hasta hacerlo insoportable. El estallido es inevitable, y la cólera reprimida del señor Barry no puede sino reventar en sus entrañas, cual carga de dinamita. Frente a los improperios, ante esas palabras que hieren como lanzas, sólo encuentra el recurso de sus puños. Es el comienzo del fin.
Porque el cenit de su etapa venturosa lo constituye, sin duda, la tierna relación que mantiene con su hijo Brian. Pero ¡ay!, la dicha suele ser efímera en este mundo. La parca acecha sin descanso ni compasión. ¿Hay algo más triste que la muerte de los niños? ¿Más trágico que asistir a la de un hijo de corta edad, sano, cariñoso, que ama a su padre hasta la idolatría? ¿Quién no se derrumbará ante tamaña fatalidad?
Si el primero de los duelos en que Barry interviene está logrado, el segundo, cuyo oponente es su hijastro, resulta simplemente magistral. Rodado en el interior de una cuadra, la tragedia flota en el ambiente hasta hacerlo asfixiante. Es la cara más oscura del sentido del honor calderoniano: el ansia de venganza, la angustia del miedo, la cobardía.
La irrupción de los hijos de Lady Lyndon en la sala privada de conciertos, interrumpiendo la interpretación musical que ofrece a sus amistades, crea una atmósfera tensa y expectante pocas veces vista. Y de pronto, el despiadado alegato de Lord Bullingdon, el hijo mayor, eleva por momentos el dramatismo de esta escena hasta hacerlo insoportable. El estallido es inevitable, y la cólera reprimida del señor Barry no puede sino reventar en sus entrañas, cual carga de dinamita. Frente a los improperios, ante esas palabras que hieren como lanzas, sólo encuentra el recurso de sus puños. Es el comienzo del fin.
Porque el cenit de su etapa venturosa lo constituye, sin duda, la tierna relación que mantiene con su hijo Brian. Pero ¡ay!, la dicha suele ser efímera en este mundo. La parca acecha sin descanso ni compasión. ¿Hay algo más triste que la muerte de los niños? ¿Más trágico que asistir a la de un hijo de corta edad, sano, cariñoso, que ama a su padre hasta la idolatría? ¿Quién no se derrumbará ante tamaña fatalidad?
Si el primero de los duelos en que Barry interviene está logrado, el segundo, cuyo oponente es su hijastro, resulta simplemente magistral. Rodado en el interior de una cuadra, la tragedia flota en el ambiente hasta hacerlo asfixiante. Es la cara más oscura del sentido del honor calderoniano: el ansia de venganza, la angustia del miedo, la cobardía.
20 de noviembre de 2011
20 de noviembre de 2011
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace años vi esta excelente película y guardaba un buen recuerdo. Al volver a verla, reconozco que me ha gustado todavía más. Una trama compleja, muy bien realizada e interpretada, en la que se entrecruzan elementos de denuncia social, ideología política, conveniencias profesionales e institucionales, en un entorno presidido por las convulsiones propias de un clima de pre-guerra civil. Y sobre todo, un triángulo sentimental intenso donde confluyen los genuinos valores del amor y la amistad.
La tensión dramática va creciendo de forma paulatina, y al final se resuelve en una pregunta recurrente, nada más y nada menos que el dilema moral por excelencia: ¿Qué debemos hacer?
De la banda sonora, destacaría los fragmentos de las canciones "Septiembre" y "Yendo a dormir", compuestas por Richard Strauss sobre sendos poemas de Hermann Hesse, pertenecientes al "lieder" titulado "Cuatro últimas canciones", la última obra del gran compositor alemán.
La tensión dramática va creciendo de forma paulatina, y al final se resuelve en una pregunta recurrente, nada más y nada menos que el dilema moral por excelencia: ¿Qué debemos hacer?
De la banda sonora, destacaría los fragmentos de las canciones "Septiembre" y "Yendo a dormir", compuestas por Richard Strauss sobre sendos poemas de Hermann Hesse, pertenecientes al "lieder" titulado "Cuatro últimas canciones", la última obra del gran compositor alemán.

6.1
4,275
7
20 de diciembre de 2011
20 de diciembre de 2011
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
No siendo especialmente aficionado al cine negro clásico, ni mucho menos a los diferentes subgéneros en los que se ha ido diluyendo (polis duros, guapas detectives, cintas de acción con frecuencia torpe y deslavazada, etc.) debo reconocer que esta película de Richard Tuggle constituye una excepción. Y Clint Eastwood es siempre una garantía.
Por lo pronto, resulta patente la evolución del estereotipado personaje de Harry el sucio. Aquí, Wes Block es un policía más verosímil, de mayor calado psicológico. La dimensión humana del personaje surge de forma natural, y redunda en una mejor descripción del protagonista, que gana en complejidad y realismo.
Por extravagante que pueda resultarnos el trabajo de un agente de homicidios, lo cierto es que quien más, quien menos, tiene que bregar también con otras facetas y circunstancias. Y Wes resulta que tiene las suyas, una vida de claroscuros en suma: padre amante, esposo fracasado, reflexivo y un tanto escéptico, y algún que otro vicio. Pero su capacidad de introspección le facilita la siempre ardua tarea del conocimiento de sí mismo, y es que cuando nos asomamos a nuestro yo podemos encontrarnos con sorpresas, en la cuerda floja entre el bien y el mal. Por cierto, anoche leí en un libro que no debemos intentar ser buenos, buenos, buenos; sino buenos a secas, buscando una feliz medianía entre la bondad y algo de picardía.
El ambiente festivo y los bajos fondos de una ciudad como Nueva Orleáns quedan bien retratados en el filme, un aliciente más para ver con gusto esta función de cine. Y los diálogos, breves e inteligentes, le van como anillo al dedo a Clint Eastwood, que haga el papel que haga, siempre da la impresión de ser un poco filósofo con sus sentencias.
Una última observación, que le debo a mi esposa y me apresto a añadir. Tal vez decaiga un poco el suspense en las últimas secuencias, recurriendo un tanto a lugares comunes en las escenas previas al desenlace.
Por lo pronto, resulta patente la evolución del estereotipado personaje de Harry el sucio. Aquí, Wes Block es un policía más verosímil, de mayor calado psicológico. La dimensión humana del personaje surge de forma natural, y redunda en una mejor descripción del protagonista, que gana en complejidad y realismo.
Por extravagante que pueda resultarnos el trabajo de un agente de homicidios, lo cierto es que quien más, quien menos, tiene que bregar también con otras facetas y circunstancias. Y Wes resulta que tiene las suyas, una vida de claroscuros en suma: padre amante, esposo fracasado, reflexivo y un tanto escéptico, y algún que otro vicio. Pero su capacidad de introspección le facilita la siempre ardua tarea del conocimiento de sí mismo, y es que cuando nos asomamos a nuestro yo podemos encontrarnos con sorpresas, en la cuerda floja entre el bien y el mal. Por cierto, anoche leí en un libro que no debemos intentar ser buenos, buenos, buenos; sino buenos a secas, buscando una feliz medianía entre la bondad y algo de picardía.
El ambiente festivo y los bajos fondos de una ciudad como Nueva Orleáns quedan bien retratados en el filme, un aliciente más para ver con gusto esta función de cine. Y los diálogos, breves e inteligentes, le van como anillo al dedo a Clint Eastwood, que haga el papel que haga, siempre da la impresión de ser un poco filósofo con sus sentencias.
Una última observación, que le debo a mi esposa y me apresto a añadir. Tal vez decaiga un poco el suspense en las últimas secuencias, recurriendo un tanto a lugares comunes en las escenas previas al desenlace.
6
22 de noviembre de 2011
22 de noviembre de 2011
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
A pesar del tiempo transcurrido desde la realización de la cinta, o precisamente por eso mismo, veo en este filme de Haskin aspectos de indudable interés. En efecto, nos introduce de lleno en la mentalidad de la época (1954), con sus particulares valores y defectos, muchos de ellos felizmente superados. A su vez, los personajes están muy bien retratados, casi esculpidos en piedra. A través de sus temores y prejuicios, los llegamos a conocer en profundidad.
Charlton Heston da vida a un sujeto tosco y despreciable, luchador tenaz, un hombre hecho a sí mismo, misógino forzoso y vanidoso hasta lo patético. Señor de horca y cuchillo, lleno de prejuicios, que ve en la mujer un mero objeto, casi un mero animal reproductor, es en el fondo un ser desgraciado y profundamente infeliz.
La castidad como virtud y, en esta historia, como requisito para la adquisición de una hembra adecuada, puede llamarnos hoy la atención, pero no ciertamente si nos situamos en la perspectiva de los años 50 del siglo pasado. Son más de 50 años de cambios sociales y morales, y eso se tiene que notar.
Con todo, asistimos a una evolución positiva de este macho dominante, y se va apuntando con claridad su oportunidad de redención. Por amor, naturalmente. Como penitencia, tendrá que comenzar todo de nuevo, derrotado por una naturaleza más salvaje que él, por la selva virgen, sobrecogedora y ubérrima, pero traicionera a la vez.
Eleanor Parker está sencillamente divina, tanto en su papel como en su elegancia y exhuberante belleza.
Charlton Heston da vida a un sujeto tosco y despreciable, luchador tenaz, un hombre hecho a sí mismo, misógino forzoso y vanidoso hasta lo patético. Señor de horca y cuchillo, lleno de prejuicios, que ve en la mujer un mero objeto, casi un mero animal reproductor, es en el fondo un ser desgraciado y profundamente infeliz.
La castidad como virtud y, en esta historia, como requisito para la adquisición de una hembra adecuada, puede llamarnos hoy la atención, pero no ciertamente si nos situamos en la perspectiva de los años 50 del siglo pasado. Son más de 50 años de cambios sociales y morales, y eso se tiene que notar.
Con todo, asistimos a una evolución positiva de este macho dominante, y se va apuntando con claridad su oportunidad de redención. Por amor, naturalmente. Como penitencia, tendrá que comenzar todo de nuevo, derrotado por una naturaleza más salvaje que él, por la selva virgen, sobrecogedora y ubérrima, pero traicionera a la vez.
Eleanor Parker está sencillamente divina, tanto en su papel como en su elegancia y exhuberante belleza.

7.4
56,880
9
29 de noviembre de 2011
29 de noviembre de 2011
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
En verdad que resulta extraño y complicado el mundo en que vivimos. Porque coexisten en él submundos y realidades en extremo dispares. Este es el trasfondo de la reflexión que nos propone David Lynch en su "Terciopelo azul". Junto al mundo del amor y los buenos sentimientos, lleno de vida, luz y color, simbolizado en la película por las flores y el canto de los pájaros, habitado por seres encantadores y llenos de buena voluntad, existe otro mundo subyacente, no menos real, sórdido e intrínsecamente malo, donde anidan el odio, la violencia y los más bajos instintos.
Y luego está la prudencia, que nos señala límites que no debemos rebasar, umbrales que de ningún modo hay que atravesar, porque corremos el riesgo de abrir, inadvertidamente, la caja de Pandora. Aunque en ocasiones lo hagamos, como le ocurre al joven Jeffrey, quien mal aconsejado por su imprudencia, y llevado de una curiosidad impertinente y morbosa, se asoma al precipicio de ese mundo oscuro y ruin, que le arrastra y le compromete con fuerza irresistible, cien veces superior a la suya.
Una película de autor con un fondo denso y provocador, que mantiene el suspense propio del mejor cine negro, y repleta de detalles de valor simbólico. Además, hay que agradecer al director-guionista que en esta ocasión refrene su inclinación al surrealismo y modere su afición a las referencias oníricas.
En la fotografía, D. Lynch utiliza un colorido intenso, que roza en ocasiones lo chabacano, tal vez con el propósito de llevar la sensación de contraste hasta sus últimas consecuencias, también en el campo visual. En todo caso, una tendencia plástica que también podemos observar en directores más jóvenes como Tarantino o Almodóvar. Parece que Lynch ha hecho escuela en este sentido.
Las piezas musicales de la banda sonora, compuestas y seleccionadas con muy buen gusto, quedan perfectamente interpoladas en la acción. Los fragmentos corales, así como las canciones “In dreams” de Roy Orbison y “Blue velvet” de Bobby Vinton, son todos ellos de una calidad melódica incuestionable
Y luego está la prudencia, que nos señala límites que no debemos rebasar, umbrales que de ningún modo hay que atravesar, porque corremos el riesgo de abrir, inadvertidamente, la caja de Pandora. Aunque en ocasiones lo hagamos, como le ocurre al joven Jeffrey, quien mal aconsejado por su imprudencia, y llevado de una curiosidad impertinente y morbosa, se asoma al precipicio de ese mundo oscuro y ruin, que le arrastra y le compromete con fuerza irresistible, cien veces superior a la suya.
Una película de autor con un fondo denso y provocador, que mantiene el suspense propio del mejor cine negro, y repleta de detalles de valor simbólico. Además, hay que agradecer al director-guionista que en esta ocasión refrene su inclinación al surrealismo y modere su afición a las referencias oníricas.
En la fotografía, D. Lynch utiliza un colorido intenso, que roza en ocasiones lo chabacano, tal vez con el propósito de llevar la sensación de contraste hasta sus últimas consecuencias, también en el campo visual. En todo caso, una tendencia plástica que también podemos observar en directores más jóvenes como Tarantino o Almodóvar. Parece que Lynch ha hecho escuela en este sentido.
Las piezas musicales de la banda sonora, compuestas y seleccionadas con muy buen gusto, quedan perfectamente interpoladas en la acción. Los fragmentos corales, así como las canciones “In dreams” de Roy Orbison y “Blue velvet” de Bobby Vinton, son todos ellos de una calidad melódica incuestionable
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Las interpretaciones las encuentro magníficas, en particular la de Dennis Hopper como Frank Booth. Este hombre tiene una capacidad innata para hacer de malo por antonomasia, faceta que ha desarrollado ampliamente a lo largo de su carrera de secundario de lujo. Enfrentado a un papel ciertamente difícil, Hopper tiene que extremar aquí todas sus habilidades para salir airoso del trance, al representar y dar vida a un personaje siniestro, psicópata despiadado, un verdadero loco de la peor especie, casi demoníaco, como decían los antiguos griegos. Parece mentira que un ser tan vil puede llegar a estremecerse mientras escucha una melodía romántica. Jamás estuvieron tan separados los sentidos de la ética y la estética. Un enfermo total.
Las dos féminas también logran transmitir la esencia de sus papeles. La mujer fatal y al mismo tiempo víctima (Isabella Rossellini), y la buena chica (Laura Dern) encarnan, respectivamente, la atracción del vicio sadomasoquista y de la virtud, la fuerza del deseo carnal y del amor genuino, no necesariamente excluyentes estos últimos, por cierto.
Y Kyle MacLachlan, en su papel de Jeffrey Beaumont, nuestro curioso impertinente, se muestra sobrio y ponderado, logrando cuajar una buena interpretación de ese muchacho atónito, perplejo ante la contemplación en primerísima línea del lado más sombrío de la naturaleza humana.
Las dos féminas también logran transmitir la esencia de sus papeles. La mujer fatal y al mismo tiempo víctima (Isabella Rossellini), y la buena chica (Laura Dern) encarnan, respectivamente, la atracción del vicio sadomasoquista y de la virtud, la fuerza del deseo carnal y del amor genuino, no necesariamente excluyentes estos últimos, por cierto.
Y Kyle MacLachlan, en su papel de Jeffrey Beaumont, nuestro curioso impertinente, se muestra sobrio y ponderado, logrando cuajar una buena interpretación de ese muchacho atónito, perplejo ante la contemplación en primerísima línea del lado más sombrío de la naturaleza humana.
Más sobre José Ido
Cancelar
Limpiar
Aplicar
Filters & Sorts
You can change filter options and sorts from here