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8
27 de noviembre de 2013
27 de noviembre de 2013
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mucho se ha discutido la capacidad del formato de la serie de ficción, a la hora de crear obras cinematográficas de una verdadera calidad. Desde luego, el contacto continuado con un público cuya atención hay que mantener y cautivar, a la vez que la necesidad de alargar el rodaje a lo largo de varios años -con los gastos que todo esto conlleva- hacen de las series productos mucho más expuestos a las exigencias de la comercialidad, como artefactos prefabricados en los que prima, la búsqueda del consumo masivo sobre las demandas de la creación en libertad con firma de autor.
Sin embargo, no es excepcional, sino más bien regla de materia artística, la dificultad y el sometimiento de la idea o contenido, a la forma (si es que realmente podemos mantener todavía esta, algo rancia ya, dicotomía) o a cualquier otro tipo de obstáculo, como a veces ha sucedido con la censura ideológica, otras sucede con la "censura económica". Es aquí donde el ingenio cristaliza y encuentra el molde para su manifestación, a la vez que, contrariamente a lo anteriormente dicho, al alargarse de manera tan notoria el metraje de las historias, se pueden hallar también nuevas posibilidades limitadas en el tradicional formato de hora y media, o dos horas.
Seguramente es en todo esto, en la exploración y aprovechamiento de las posibilidades del formato de serie de televisión, donde Breaking Bad destaca como una serie modélica, producto de nuestros ultimísimos tiempos, pues se trata de un indisimulado producto televisivo desprovisto de posibles parangones con artes paralelas, cual la literaria. No tenemos como en The Wire, una detallada descripción de unos personajes, de una sociedad y de una problemática a la manera de las extensas novelas decimonónicas. En Breaking Bad no se busca el análisis psicológico, ni social, aunque por el camino y siempre de forma tangencial, se tope con lo uno y con lo otro. En BB los ejes son la tensión y el drama, la improvisación y la coherencia, la verosimilitud y la sorpresa. Y es en este juego, y en su elaborado encaje donde encontramos, tanto sus más destacados logros como sus fracasos.
La historia germina a través de la problemática de un padre de familia residente en Albuquerque (Nuevo México). Con un hijo adolescente discapacitado, la noticia del advenimiento de un nuevo retoño, coincide con el diagnóstico de un incipiente cáncer de pulmón, cuyo tratamiento no podría pagar con su sueldo de profesor de instituto. De esta manera el profesor, buscando en uno de sus alumnos el apoyo para la distribución, comienza a fabricar droga para poder cumplir esa máxima fundamental en la familia estadounidense -y no solo estadounidense- según la cual,"a man must provide". Aunque no se profundice en ello, ahí queda el bosquejo y caricatura de una sociedad que aboca a sus desprotegidos a buscar soluciones en los arrabales de la legalidad.
Sin embargo, no es excepcional, sino más bien regla de materia artística, la dificultad y el sometimiento de la idea o contenido, a la forma (si es que realmente podemos mantener todavía esta, algo rancia ya, dicotomía) o a cualquier otro tipo de obstáculo, como a veces ha sucedido con la censura ideológica, otras sucede con la "censura económica". Es aquí donde el ingenio cristaliza y encuentra el molde para su manifestación, a la vez que, contrariamente a lo anteriormente dicho, al alargarse de manera tan notoria el metraje de las historias, se pueden hallar también nuevas posibilidades limitadas en el tradicional formato de hora y media, o dos horas.
Seguramente es en todo esto, en la exploración y aprovechamiento de las posibilidades del formato de serie de televisión, donde Breaking Bad destaca como una serie modélica, producto de nuestros ultimísimos tiempos, pues se trata de un indisimulado producto televisivo desprovisto de posibles parangones con artes paralelas, cual la literaria. No tenemos como en The Wire, una detallada descripción de unos personajes, de una sociedad y de una problemática a la manera de las extensas novelas decimonónicas. En Breaking Bad no se busca el análisis psicológico, ni social, aunque por el camino y siempre de forma tangencial, se tope con lo uno y con lo otro. En BB los ejes son la tensión y el drama, la improvisación y la coherencia, la verosimilitud y la sorpresa. Y es en este juego, y en su elaborado encaje donde encontramos, tanto sus más destacados logros como sus fracasos.
La historia germina a través de la problemática de un padre de familia residente en Albuquerque (Nuevo México). Con un hijo adolescente discapacitado, la noticia del advenimiento de un nuevo retoño, coincide con el diagnóstico de un incipiente cáncer de pulmón, cuyo tratamiento no podría pagar con su sueldo de profesor de instituto. De esta manera el profesor, buscando en uno de sus alumnos el apoyo para la distribución, comienza a fabricar droga para poder cumplir esa máxima fundamental en la familia estadounidense -y no solo estadounidense- según la cual,"a man must provide". Aunque no se profundice en ello, ahí queda el bosquejo y caricatura de una sociedad que aboca a sus desprotegidos a buscar soluciones en los arrabales de la legalidad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
A partir de este planteamiento, la historia avanza por un mundo de violencia al margen de las normas y leyes establecidas, de los acotamientos y protecciones sociales, y en el que los actos ineludiblemente conllevan unas apremiantes, graves y -frecuentemente- irreversibles consecuencias. Así, el protagonista, despeñado por los precipicios de la amoralidad y de la soledad, se presenta durante las cuatro primeras temporadas en una constante tensión entre la vida normal de un hombre de familia, y la de un productor y distribuidor de droga. Walter White, tendrá que levantar un continuo muro de mentiras entre él y sus más allegados: su mujer, sobre todo en un principio, y también su cuñado -ejemplar policía de la DEA- o su ya citado hijo adolescente. Uno de los grandes valores de BB reside precisamente en esto, en cómo se consigue traspasar la tensión de WW -que tiene que improvisar constantes mentiras y justificaciones que oculten tanto su identidad como sus acciones- al sufrido y angustiado espectador. De alguna manera, en una prolongación de la teoría del suspense de Hitchcok, las mentiras e invenciones de WW son los inesperados giros argumentales de Vince Gilligan y su equipo: WW manipula los sentimientos y juega con las expectativas de los demás personajes, de manera análoga a como Vince Galligan manipula los sentimientos y expectativas del televidente.
Por todo esto es por lo que comentaba arriba que BB se puede considerar una serie "modélica", porque toma las restricciones y dificultades propias del formato televisivo de la serie de ficción como acicate creativo, llevando este formato a un asombroso grado de elaboración y virtuosismo. Así, si en la cuarta temporada parecía cerrado el círculo y agotadas las posibilidades argumentales de esta historia -tanto en sus situaciones dramáticas como en sus personajes- en la quinta temporada se consigue llegar -a través de una nueva vuelta de tuerca- hasta el otro lado del espejo, encenagándose la trama en la tragedia y en la fascinación del mal, en la crueldad y en la felicidad de la autodestrucción y -muy importante- en el poder catártico del desenmascaramiento, la caída del gran muro de las mentiras, y las consecuencias que todo esto conlleva. Es muy interesante observar cómo, al traspasar WW esta línea de sombra y situarse al otro lado del espejo, se produce un efecto de geminación en los personajes: WW se transforma tras "beber la sangre de su asesinado enemigo" -como si de un caso de brujería se tratase- en Gustavo Fring, o simplemente en Heisenberg -como se le conocía en el mundo de la droga, personaje simbólicamente representado por un sombrero; Jesse Pinkman, que a estas alturas de la quinta temporada es el único personaje que -a pesar de su drogodependencia- conserva el sentido de la piedad, se duplica en el despiadado Todd, al que finalmente acaba estrangulando; Skyler White se contrapone a su hermana, esposa del agente de la DEA Hank Schrader (hay alguna escena en la quinta temporada en la que esto se subraya con las dos hermanas, una rubia y vestida con colores claros, la otra morena y de color más oscuro, sentadas a la mesa, la una enfrente de la otra). Por último, el citado Hank acaba -totalmente enajenado- como simple antagonista no tanto del señor White, como de su diabólica sombra, Heisenberg.
En este punto, y con la muerte de por medio como insalvable Rubicón, se entierran ya de manera definitiva, las posibilidades de unos pesonajes y de unos guionistas que tan al máximo han exprimido su historia, mostrando por el camino un talento y un ingenio al servicio del entretenimiento y la diversión, descubriendo sin embargo, acá y acullá, destellos de una auténtica obra de arte.
Por todo esto es por lo que comentaba arriba que BB se puede considerar una serie "modélica", porque toma las restricciones y dificultades propias del formato televisivo de la serie de ficción como acicate creativo, llevando este formato a un asombroso grado de elaboración y virtuosismo. Así, si en la cuarta temporada parecía cerrado el círculo y agotadas las posibilidades argumentales de esta historia -tanto en sus situaciones dramáticas como en sus personajes- en la quinta temporada se consigue llegar -a través de una nueva vuelta de tuerca- hasta el otro lado del espejo, encenagándose la trama en la tragedia y en la fascinación del mal, en la crueldad y en la felicidad de la autodestrucción y -muy importante- en el poder catártico del desenmascaramiento, la caída del gran muro de las mentiras, y las consecuencias que todo esto conlleva. Es muy interesante observar cómo, al traspasar WW esta línea de sombra y situarse al otro lado del espejo, se produce un efecto de geminación en los personajes: WW se transforma tras "beber la sangre de su asesinado enemigo" -como si de un caso de brujería se tratase- en Gustavo Fring, o simplemente en Heisenberg -como se le conocía en el mundo de la droga, personaje simbólicamente representado por un sombrero; Jesse Pinkman, que a estas alturas de la quinta temporada es el único personaje que -a pesar de su drogodependencia- conserva el sentido de la piedad, se duplica en el despiadado Todd, al que finalmente acaba estrangulando; Skyler White se contrapone a su hermana, esposa del agente de la DEA Hank Schrader (hay alguna escena en la quinta temporada en la que esto se subraya con las dos hermanas, una rubia y vestida con colores claros, la otra morena y de color más oscuro, sentadas a la mesa, la una enfrente de la otra). Por último, el citado Hank acaba -totalmente enajenado- como simple antagonista no tanto del señor White, como de su diabólica sombra, Heisenberg.
En este punto, y con la muerte de por medio como insalvable Rubicón, se entierran ya de manera definitiva, las posibilidades de unos pesonajes y de unos guionistas que tan al máximo han exprimido su historia, mostrando por el camino un talento y un ingenio al servicio del entretenimiento y la diversión, descubriendo sin embargo, acá y acullá, destellos de una auténtica obra de arte.

7.1
8,084
8
4 de noviembre de 2011
4 de noviembre de 2011
9 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Personajes cuyas vidas se entrecruzan en una no muy grande localidad de los Estados Unidos, en la que lo más importante no es lo que se ve, sino lo que queda oculto, el mundo como representación de un oscuro universo mental, territorio David Lynch. Personajes que dan y reciben en un continuo intercambio: los tickets para un ballet y lo que cuesta la entrada y un rato de compañía, el dinero por hacer de canguro de una niña que ya no existe más que en la imaginación, el precio para que una bailarina te haga su danza privada…Personajes que hacen algo por otros y que reciben algo de los otros también (Because I was doing things for him…and he's done things for me); personajes heridos por un falsamente olvidado pasado que permanece en estado latente, como un loro que hubiera olvidado hablar (Did you ever teach it to say anything? -Yes. - What does it say, Harold?-It doesn't really say it anymore. -It forgot?-I don't think so. They're not supposed to forget. It must have just lost interest); personajes que buscan algo que hacer con su vida(- What do you want to make of yourself?-I don't know. I just feel that I was meant to do something with my time); personajes en busca de su catarsis.
El mundo cabe todo en el bagaje experiencial y sentimental de unos personajes y en las relaciones que se establecen entre ellos: el mundo –en realidad- no es otra cosa sino eso. El mundo es un ecosistema de duras condiciones en el que sobreviven exóticos seres de insospechada resistencia (I suppose you have to be pretty careful with the temperature with the animals.- Oh, well, they're a lot hardier than you'd think.-I wouldn't think they're not hardy.- I mean, just because they're exotic doesn't mean they can't endure extremes. It is, after all, a jungle out there, isn't it?)
Y al espectador, al voyeur al otro lado del cristal que ve tras la pantalla la vida de estos seres, como el policía que juzga a la gente que pasa con sus maletas por el aeropuerto, no le queda otra cosa más que seguir el consejo del principio de la película (You have to ask yourself what brought the person to this point. What was seen in his face, his manner, that channeled him here. You have to convince yourself...that this person has something hidden that you have to find. You check his bags, but it's his face, his gestures that you're really watching)
El mundo cabe todo en el bagaje experiencial y sentimental de unos personajes y en las relaciones que se establecen entre ellos: el mundo –en realidad- no es otra cosa sino eso. El mundo es un ecosistema de duras condiciones en el que sobreviven exóticos seres de insospechada resistencia (I suppose you have to be pretty careful with the temperature with the animals.- Oh, well, they're a lot hardier than you'd think.-I wouldn't think they're not hardy.- I mean, just because they're exotic doesn't mean they can't endure extremes. It is, after all, a jungle out there, isn't it?)
Y al espectador, al voyeur al otro lado del cristal que ve tras la pantalla la vida de estos seres, como el policía que juzga a la gente que pasa con sus maletas por el aeropuerto, no le queda otra cosa más que seguir el consejo del principio de la película (You have to ask yourself what brought the person to this point. What was seen in his face, his manner, that channeled him here. You have to convince yourself...that this person has something hidden that you have to find. You check his bags, but it's his face, his gestures that you're really watching)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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Exotica es una película de personajes atormentados cuyas historias se van desvelando, no solo a través de la tradicional narración lineal o lógica temporalmente, sino a través también del peso simbólico de los acontecimientos y de las resonancias que estos convocan. El pasado no siempre precede al presente, sino que es simultáneo con este: cada vez que sucede algo en el presente, sucede también algo en el pasado: desde la visión del demiurgo tal vez el futuro fue lo primero ya que el destino estuvo desde siempre prefigurado. Los diálogos poseen esa especial polivalencia semántica que, sin perder la verosimilitud y la sonoridad del lenguaje de la calle, hace que el espectador caiga en un estado hipnótico gracias al cual, las conversaciones dejan de significar lo que aparentemente significan, para significar algo que siempre está más al fondo. Y acompañando en este viaje interior, una magnífica banda sonora al frente de la cual, la notas y las palabras del Everybody knows de Leonard Cohen.
Quizá se pueda achacar a Exótica el incurrir en un cierto efectismo narrativo. Quizá también aqueja el filme un cierto psicologismo simplista. A pesar de ello, Exotica presenta unas temáticas y unas formas narrativas que, nos introducen de manera turbadora en el personalísimo universo cinematográfico de su creador.
Quizá se pueda achacar a Exótica el incurrir en un cierto efectismo narrativo. Quizá también aqueja el filme un cierto psicologismo simplista. A pesar de ello, Exotica presenta unas temáticas y unas formas narrativas que, nos introducen de manera turbadora en el personalísimo universo cinematográfico de su creador.
5
6 de agosto de 2014
6 de agosto de 2014
9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
A diferencia de la del rústico Aquiles, la mirada de Ulises es sofisticada, pasada por el filtro de la cultura y de la civilización. El problema de viajar con la maleta llena de libros y de películas, es olvidarse de crear la propia reflexión, olvidarse de mirar, con los propios ojos. No conviene que todo en tu viaje esté previsto de antemano, porque si es así, no estás realmente viajando.
La mirada de Harvey Keitel no se sabe si es la del enajenado trascendente que cita a Eliot, o es solo la mirada entre brumas de la estulticia. Tres horas son muchas, y aunque el tiempo es relativo -and time future contained in time past-, si son lentas se pueden hacer insoportables.
La mirada fatua, aun dejándose reposar en el hiperrealismo de guerras como la de Yugoslavia, nunca se transmuta en sangre y carne verdaderas.
La mirada de Harvey Keitel no se sabe si es la del enajenado trascendente que cita a Eliot, o es solo la mirada entre brumas de la estulticia. Tres horas son muchas, y aunque el tiempo es relativo -and time future contained in time past-, si son lentas se pueden hacer insoportables.
La mirada fatua, aun dejándose reposar en el hiperrealismo de guerras como la de Yugoslavia, nunca se transmuta en sangre y carne verdaderas.

7.3
69,478
8
5 de febrero de 2015
5 de febrero de 2015
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Supongo que, a veces, el director de cine al adaptar novelas se parece al músico que saca un disco de versiones. No puedo dejar de admirar cuando, en su American IV:The man comes around, Johnny Cash coge canciones tan dispares y las versiona y unifica, dándoles ese carácter unitario que hace de la vitalista y adolescente In my life de los Beatles, una canción con reminiscencias elegíacas, de despedida y recuento vital. Muchas veces versionar es tan solo coger una canción y colocarla junto a otras.
Hace unos años escribí algo sobre la que en aquellos tiempos era la última de Fincher: Los hombres que no amaban a las mujeres. Me llamaba la atención por aquel entonces, que la novela de Larsson que ya previamente había leído, se hubiera ajustado tan inopinadamente -para mí al menos- bien, al universo Fincher que había empezado a conocer tiempo atrás.
En la novela y en la película me interesó -yuxtaposiciones temáticas al margen- el tratamiento que se hacía de las relaciones entre hombres y mujeres. También el contenido de crítica social que, aunque de manera tangencial, se hacía de la Suecia contemporánea.
Algo parecido sucede de nuevo en Perdida. ¿Qué hay tras la urdimbre litúrgica del asesino en serie? ¿Qué ecos del pasado convoca el ritual de sus crímenes? ¿Qué hace a un cineasta en serie hurgar una y otra vez en las mismas temáticas, en las mismas heridas? Para mí, esta nueva versión cinematográfica basada en la novela, Perdida, de Gillian Flynn, vuelve a encajarse a la perfección en el mundo creativo del director que la versiona. Ahora como antes, Fincher escoge una novela que trata de las relaciones entre los distintos sexos, aunque eso sí, en esta ocasión mirando la otra cara de la moneda. En palabras de su autora que cito a través de Wikipedia : "Hay muchas mujeres que luchan tanto como los hombres por ser buenas, pero que no pueden. Hacen el mal y son violentas.Yo quería hablar sobre ello.Todavía existe un contexto dominado por estereotipos y culturalmente seguimos pensando que las mujeres no hacen esa clase de cosas, que son más amables y mucho menos proclives a la violencia. La realidad no es así."
Perdida es una película que trata de las relaciones entre hombres y mujeres. Pero también es una película que trata de la imagen que proyectamos en los demás y de lo que los demás proyectan en nosotros, de los estereotipos, de los medios de comunicación de masas y de sus mentiras, de la narración y del juego del narrador con las expectativas del espectador: porque Perdida es una película que empieza pareciendo una cosa, y luego parece otra, y luego resulta que es otra. Es una historia con varios narradores y con varios niveles de narración, que tiene varios niveles de lectura.
Me gustan las películas que tienen la audacia de tratar temas que someten a revisión el ideario de la época en la que se inscriben, que manejan materiales candentes en los que el pensamiento apela a la audacia de crear y contravenir, de definir y redefinir. Es esta precisamente, una de las pautas narrativo-criminales de este director que aún hoy permanece bajo orden de búsqueda y captura.
Hace unos años escribí algo sobre la que en aquellos tiempos era la última de Fincher: Los hombres que no amaban a las mujeres. Me llamaba la atención por aquel entonces, que la novela de Larsson que ya previamente había leído, se hubiera ajustado tan inopinadamente -para mí al menos- bien, al universo Fincher que había empezado a conocer tiempo atrás.
En la novela y en la película me interesó -yuxtaposiciones temáticas al margen- el tratamiento que se hacía de las relaciones entre hombres y mujeres. También el contenido de crítica social que, aunque de manera tangencial, se hacía de la Suecia contemporánea.
Algo parecido sucede de nuevo en Perdida. ¿Qué hay tras la urdimbre litúrgica del asesino en serie? ¿Qué ecos del pasado convoca el ritual de sus crímenes? ¿Qué hace a un cineasta en serie hurgar una y otra vez en las mismas temáticas, en las mismas heridas? Para mí, esta nueva versión cinematográfica basada en la novela, Perdida, de Gillian Flynn, vuelve a encajarse a la perfección en el mundo creativo del director que la versiona. Ahora como antes, Fincher escoge una novela que trata de las relaciones entre los distintos sexos, aunque eso sí, en esta ocasión mirando la otra cara de la moneda. En palabras de su autora que cito a través de Wikipedia : "Hay muchas mujeres que luchan tanto como los hombres por ser buenas, pero que no pueden. Hacen el mal y son violentas.Yo quería hablar sobre ello.Todavía existe un contexto dominado por estereotipos y culturalmente seguimos pensando que las mujeres no hacen esa clase de cosas, que son más amables y mucho menos proclives a la violencia. La realidad no es así."
Perdida es una película que trata de las relaciones entre hombres y mujeres. Pero también es una película que trata de la imagen que proyectamos en los demás y de lo que los demás proyectan en nosotros, de los estereotipos, de los medios de comunicación de masas y de sus mentiras, de la narración y del juego del narrador con las expectativas del espectador: porque Perdida es una película que empieza pareciendo una cosa, y luego parece otra, y luego resulta que es otra. Es una historia con varios narradores y con varios niveles de narración, que tiene varios niveles de lectura.
Me gustan las películas que tienen la audacia de tratar temas que someten a revisión el ideario de la época en la que se inscriben, que manejan materiales candentes en los que el pensamiento apela a la audacia de crear y contravenir, de definir y redefinir. Es esta precisamente, una de las pautas narrativo-criminales de este director que aún hoy permanece bajo orden de búsqueda y captura.

6.8
9,026
7
15 de agosto de 2012
15 de agosto de 2012
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La vida de nadie, Eduard Cortés 2002, es una película que aunque no alcance las más elevadas cotas de perfección cinematográfica –una evidente servidumbre de egregios modelos cinematográficos en unas ocasiones, en otras, una molesta falla en la línea de flotación del cine de intriga y suspense -la verosimilitud- , aparte de una discutible manera de abordar un papel siempre difícil de ejecutar: el del actor que interpreta al actor en su juego de fingimientos- tiene un evidente interés, intentando acercarse al subyugante mundo de la mentira y de la impostura, de la construcción de la imagen que los otros creen que somos nosotros, y que a menudo se confunde trágicamente con la propia personalidad…
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Pero no solo eso. El protagonista de La vida de nadie Emilio Barrero (José Coronado) trabaja como economista en el banco de España, el banco de todos los bancos. La elección del oficio de este impostor, es acertadísima. Supongo que en 2002, esta elección podría leerse como una crítica a ese tipo de personaje de bien, de apariencia intachable reflejada en esa segunda piel que es el siempre impecable traje; una crítica a ese tipo de persona que bajo la concienzudamente trabajada imagen del triunfador, esconde la pestilente realidad del sepulcro blanqueado. Hoy, diez años después, una década más tarde, algunos diálogos se cargan de amarga carga trascendente. Descubierta la mentira, con todas las cartas sobre la mesa, su mujer Ágata (Adriana Ozores) le conmina a dar respuesta a sus angustiadas preguntas: ¿qué fue del dinero entregado a ese fingido economista por familiares y amigos para hacer inversiones, que solo sirvieron en realidad para sustentar de manera artificial y efímera un fantasmagórico bienestar? La pregunta queda colgada en el aire. Pero quien hace la pregunta, también es preguntada a su vez: ¿cómo pudo Ágata no darse cuenta de nada? De alguna manera el espectador entiende, que la responsabilidad de la mentira no solo está en el mentiroso, sino también en el que cree la mentira, en aquel que no se interesó en ir más allá de esa tranquilizadora apariencia de que todo está bien.
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