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Críticas ordenadas por utilidad
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7.6
33,048
8
27 de mayo de 2013
27 de mayo de 2013
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Ta ta ta-tarararara-tarararara- etc. Qué gozosa y pegadiza música la que Francis Lai compuso para "Un hombre y una mujer", película mítica de los años sesenta que fijó para siempre la imagen icónicamente romántica y juvenil de Tritignant en nuestra memoria. Tal vez por eso resulta especialmente impresionante verle 45 años después enfrentándose a las dolorosas experiencias derivadas de la senectud y de una muerte próxima. Y lo mismo se podría decir de Emmanuelle Riva, inolvidable y bella protagonista de la genial "Hiroshima mon amour", autentica precursora de la Nouvelle Vague.
Pero todos somos Tritignant y Riva en cierto modo: en los momentos culminantes y gozosos de nuestra vida casi todos hemos retozado apasionadamente con nuestro ser amado mientras una cámara imaginaria nos acariciaba entusiásticamente dando vueltas a nuestro alrededor (como en "Un hombre y una mujer"), totalmente ignorantes del inmenso sufrimiento que la decrepitud previa a nuestra muerte tal vez nos depararía en el futuro. ¡Me cago en tus muertos Haneke, yo lo que quiero es ser siempre joven y feliz y pegarme un interminable morreo con mi amada en alguna de las muchas estaciónes de ferrocarril (simbólicas) que jalonan este absurdo y a la postre trágico viaje! Aunque en honor a la verdad debo decir que los reparos que tenía yo a la hora de ver esta película debido a su previsible dureza y clima más bien depresivo se han visto disipados al compararla con otras películas de Haneke, especialmente "Funny Games", casi insoportable en su descarnada crueldad. Y sigo en el spoiler...
Pero todos somos Tritignant y Riva en cierto modo: en los momentos culminantes y gozosos de nuestra vida casi todos hemos retozado apasionadamente con nuestro ser amado mientras una cámara imaginaria nos acariciaba entusiásticamente dando vueltas a nuestro alrededor (como en "Un hombre y una mujer"), totalmente ignorantes del inmenso sufrimiento que la decrepitud previa a nuestra muerte tal vez nos depararía en el futuro. ¡Me cago en tus muertos Haneke, yo lo que quiero es ser siempre joven y feliz y pegarme un interminable morreo con mi amada en alguna de las muchas estaciónes de ferrocarril (simbólicas) que jalonan este absurdo y a la postre trágico viaje! Aunque en honor a la verdad debo decir que los reparos que tenía yo a la hora de ver esta película debido a su previsible dureza y clima más bien depresivo se han visto disipados al compararla con otras películas de Haneke, especialmente "Funny Games", casi insoportable en su descarnada crueldad. Y sigo en el spoiler...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Respeto la opción del personaje interpretado por Tritignant al tomar la decisión -o tal vez el impulso irreflexivo- de acabar con la vida de su esposa y así ahorrarle un sufrimiento que él juzga insoportable. Y no solo para ella, sino tal vez también para si mismo. Su posterior suicidio también me parece no solo una opción respetable, sino tal vez, también, una necesidad derivada de las posibles consecuencias morales y legales de sus actos en una sociedad que criminaliza al que practica la eutanasia. Yo ahí no veo crimen, sino un acto desesperado de amor. Ojalá esta película sirva para que la sociedad vaya avanzando en un cambio de conciencia respecto a la eutanasia y, eventualmente, hacia su despenalización.
Lo que menos me ha gustado son algunas cosas del final, demasiado elíptico para mi gusto. Solo se ve a Tritignant poniendo cinta en las ranuras de las puertas, pero a partir de ahí ya no sabemos nada más de como se suicida, aunque podemos adivinarlo (¿gas en esas habitaciones tan grandes con techos tan altos?). Ahora, eso sí, los planos finales de la pareja protagonista saliendo del piso y después la hija que entra en el piso deshabitado y se sienta en una silla, pensativa y triste, son además de poéticos, demoledores.
Porque tras el hecho traumático -y a veces incluso liberador- de la muerte, lo que duele y sigue doliendo y doliendo es la ausencia irreparable de los seres queridos que ya nunca volverán.
Lo que menos me ha gustado son algunas cosas del final, demasiado elíptico para mi gusto. Solo se ve a Tritignant poniendo cinta en las ranuras de las puertas, pero a partir de ahí ya no sabemos nada más de como se suicida, aunque podemos adivinarlo (¿gas en esas habitaciones tan grandes con techos tan altos?). Ahora, eso sí, los planos finales de la pareja protagonista saliendo del piso y después la hija que entra en el piso deshabitado y se sienta en una silla, pensativa y triste, son además de poéticos, demoledores.
Porque tras el hecho traumático -y a veces incluso liberador- de la muerte, lo que duele y sigue doliendo y doliendo es la ausencia irreparable de los seres queridos que ya nunca volverán.

6.1
3,370
7
19 de octubre de 2010
19 de octubre de 2010
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Al ver la última imagen de la película me puse a llorar. No pude evitarlo. Esa fotografía real de una bella joven Iraki hecha pedazos es un alegato contra la guerra más convincente que mil películas y que mil sesudos ensayos. Ahora bien, al margen de opiniones criticas sobre la intervención militar en Irak o sobre el imperialismo norteamericano en general, me saco también el sombrero ante esa capacidad por parte de la sociedad estadounidense para generar, como un anticuerpo, las más acerbas autocríticas.
Con el fin de recrear la sensación de estar viendo material documental "en bruto", Brian de Palma ha prescindido de la mayoría de los elementos que componen la narrativa fílmica convencional (con esa predilección personal por los planos secuencia majestuosos y casi imposibles) en favor de un estilo que imita los codigos del documental y compuesto, básicamente, por una sucesión de grabaciones registradas con una gran variedad de medios (teléfonos móviles, cámaras de seguridad, cámaras amateurs). Pero la ilusión de hiperrealismo que así se quiere conseguir se logra solo a medias. A pesar todo el espectador sabe que está viendo una película ficción. Y quizá ahí precisamente resida el fallo: el supuesto realismo propiciado por la renuncia de los elementos y la gramática habitual en la narrativa de ficción no compensa que por culpa de esa monótona parquedad se vaya apoderando cierta sensación de aburrimiento por parte del espectador.
Con el fin de recrear la sensación de estar viendo material documental "en bruto", Brian de Palma ha prescindido de la mayoría de los elementos que componen la narrativa fílmica convencional (con esa predilección personal por los planos secuencia majestuosos y casi imposibles) en favor de un estilo que imita los codigos del documental y compuesto, básicamente, por una sucesión de grabaciones registradas con una gran variedad de medios (teléfonos móviles, cámaras de seguridad, cámaras amateurs). Pero la ilusión de hiperrealismo que así se quiere conseguir se logra solo a medias. A pesar todo el espectador sabe que está viendo una película ficción. Y quizá ahí precisamente resida el fallo: el supuesto realismo propiciado por la renuncia de los elementos y la gramática habitual en la narrativa de ficción no compensa que por culpa de esa monótona parquedad se vaya apoderando cierta sensación de aburrimiento por parte del espectador.

5.4
28,055
6
2 de octubre de 2009
2 de octubre de 2009
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Esta película me ha recordado el remake de "Ultimatum a la tierra" estrenado también hace poco. Bastante planas a nivel de personajes (ese padre que tiene que criar él solo a su hijo me parece haberlo visto ya cien veces) y con guiones más bien flojos, lo fian todo a los cada vez más sofisticados efectos especiales que tan bien sabe hacer Hollywood. Aunque en este caso los efectos sean bastante mejores que los de la película mencionada (hay escenas que son realmente impresionantes), hacia el final del metraje tanta pirotecnia te hace echar de menos la contención -diriase que neorrealista por comparación- de un director como M. Night Shyamalan. Y es que, a tenor de los resultados más bien convencionales -sobre todo en la segunda parte-, parece que Alex Proyas (autor de la magnífica y muy personal "Dark City") se haya vendido a los intereses palomiteros de los codiciosos y poco imaginativos ejecutivos que dominan la industria del cine.

6.6
21,553
6
10 de abril de 2007
10 de abril de 2007
16 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
No sé por qué, pero cada vez que veo a Robin Williams repitiendo su sempiterno papel de noble buenazo aderezado con un toque de humor tierno, me dan ganas de pegarle un puñetazo en su prominente mandíbula. Y al ver esta película casi me dio un ataque, de la ganas que tenía. Ante estos síntomas, me pregunto, señor Patch, qué me sucede; ¿estoy enfermo?

6.3
12,509
5
2 de enero de 2008
2 de enero de 2008
5 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cójase unos cuantos escenarios interiores elegantes y desolados, bañados con luces amarillentas o rojizas, y otros escenarios exteriores soleados, con palmeras, preferiblemente de la zona de Hollywood, y hágase transitar por ellos a un puñado de actores con expresiones de estupor o de perversión, y fotografíese todo ello con lentes de gran angular para producir una distorsión, y luego aderécese con una música pausada, “de ascensor”, antes de editar de modo aleatorio, aunque siempre conservando un ritmo lento, y ya tenemos la fórmula Lynch para hacer películas.
Conociendo esa fórmula, es fácil tomarse el visionado de esta película, o de cualquier otra de las últimas que ha hecho Lynch, con una filosofía acorde, y sin dejar el “forward” ni por un instante (ni por un momento se os ocurra ver una peli como esta en el cine), saltar de aquí para allá –como si fuera un videojuego o un videoarte interactivo- en busca de imágenes atractivas. Si seguimos esta metodología incluso cabe la posibilidad de que lo pasemos francamente bien. Aunque para ello también sería conveniente recordar máximas del tipo: “nada tiene sentido”, “la realidad es solo un sueño” y “todo está en la mente”, porque si lo que buscas es emocionarte con una buena historia –aun aceptando que pueda ser algo críptica- lo tienes chungo.
Se me dirá que estamos ante una obra maestra del surrealismo, la versión contemporánea e inimitable de Cocteu o Dalí; pues vale si es por un ratito, un cortometraje por ejemplo. Pero casi tres horas de (surrealismoímagenesdelinconsicienteenplancrípticodelirante) es francamente demasiado.
Conociendo esa fórmula, es fácil tomarse el visionado de esta película, o de cualquier otra de las últimas que ha hecho Lynch, con una filosofía acorde, y sin dejar el “forward” ni por un instante (ni por un momento se os ocurra ver una peli como esta en el cine), saltar de aquí para allá –como si fuera un videojuego o un videoarte interactivo- en busca de imágenes atractivas. Si seguimos esta metodología incluso cabe la posibilidad de que lo pasemos francamente bien. Aunque para ello también sería conveniente recordar máximas del tipo: “nada tiene sentido”, “la realidad es solo un sueño” y “todo está en la mente”, porque si lo que buscas es emocionarte con una buena historia –aun aceptando que pueda ser algo críptica- lo tienes chungo.
Se me dirá que estamos ante una obra maestra del surrealismo, la versión contemporánea e inimitable de Cocteu o Dalí; pues vale si es por un ratito, un cortometraje por ejemplo. Pero casi tres horas de (surrealismoímagenesdelinconsicienteenplancrípticodelirante) es francamente demasiado.
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