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Críticas ordenadas por utilidad
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7
30 de enero de 2014
30 de enero de 2014
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un misterioso asesino en serie deja siempre en el lugar del crimen una tarjeta de visita con su nombre: Monsieur Durand. El comisario (Pierre Fresnay) se hará cargo de la investigación. Para ello se filtrará en una pensión situada en el nº 21.
No hay que saltarse el principio, un trozo de vodevil, en el que cada uno, desde el ministro hasta el policía de a pie, amenaza con despido al subalterno si no encuentra al asesino. Los diálogos son muy buenos, ingeniosos. Por otro lado, los personajes están bien dibujados y no falta el lado humorístico: el pastor que busca el bien, el artista con turbante de la pensión; una insoportable aspirante a actriz (Suzy Delair)… Recuerda de hecho un poco a los personajes de Los bajos fondos (Jean Renoir, 1936).
Cuando la acción se desarrolla en la pensión, donde se sospecha que se esconde el asesino, recuerda en cambio el ambiente de huis clos de los Diez negritos, de Agatha Christie, en la que un grupo de amigos mueren uno a uno asesinados por algunos de los miembros. De hecho, una de las clientas de la pensión, una vieja solterona que escribe novelas, tiene en mente escribir una novela negra cuya acción se desarrolla en una pensión…
Sin embargo, a diferencia de la novelista inglesa, el humor sigue siempre presente en esta película de Clouzot. La pensión es una ocasión de presentar a una galería de personajes, a cual más original: la mencionada escritora, que no se desanima frente a la ausencia de un editor. También se alojan ahí un delicioso mago que no puede evitar hacer trucos de magia en cualquier ocasión; el médico que cojea, un artesano parlanchín, un ciego con su acompañante y una actriz y cantante histriónica, pareja, para más inri, del comisario. En este ambiente, surge un nuevo inquilino: un pastor protestante (hecho no común en Francia) que viene a pasar una temporada en el hotelito…
El guion –ingenioso– fue escrito a cuatro manos entre el director y el autor del libro sobre el que se basa (Stanislas-André Steeman). H. G. Clouzot fue autor de trece largometrajes. El asesino… fue el primero, realizado en plena guerra mundial. En el mismo periodo de ocupación nazi realizó El cuervo (1943), película que muestra los comportamientos miserables de los habitantes de un pequeño pueblo francés. Tras el combate, la cinta fue tachada de colaboracionista y Clouzot fue apartado del medio durante años, hasta la aparición de En legítima defensa (1947) y después, Manon (1949).
En 1953 firma una de sus obras más conocidas, El salario del miedo, con Yves Montand. Dos años después vendrá el film más conocido, Las diabólicas. En La vérité (1960) trabaja con Brigitte Bardot. Su salud frágil no le permitía mantener un ritmo de trabajo sostenido; aquejado de tuberculosis, antes de la guerra, pasó varios años en un sanatorio, tiempo que aprovechó para leer y fundamentar su cultura cinematográfica. Falleció en París en enero de 1977.
Película más que entretenida, con humor y suspense.
No hay que saltarse el principio, un trozo de vodevil, en el que cada uno, desde el ministro hasta el policía de a pie, amenaza con despido al subalterno si no encuentra al asesino. Los diálogos son muy buenos, ingeniosos. Por otro lado, los personajes están bien dibujados y no falta el lado humorístico: el pastor que busca el bien, el artista con turbante de la pensión; una insoportable aspirante a actriz (Suzy Delair)… Recuerda de hecho un poco a los personajes de Los bajos fondos (Jean Renoir, 1936).
Cuando la acción se desarrolla en la pensión, donde se sospecha que se esconde el asesino, recuerda en cambio el ambiente de huis clos de los Diez negritos, de Agatha Christie, en la que un grupo de amigos mueren uno a uno asesinados por algunos de los miembros. De hecho, una de las clientas de la pensión, una vieja solterona que escribe novelas, tiene en mente escribir una novela negra cuya acción se desarrolla en una pensión…
Sin embargo, a diferencia de la novelista inglesa, el humor sigue siempre presente en esta película de Clouzot. La pensión es una ocasión de presentar a una galería de personajes, a cual más original: la mencionada escritora, que no se desanima frente a la ausencia de un editor. También se alojan ahí un delicioso mago que no puede evitar hacer trucos de magia en cualquier ocasión; el médico que cojea, un artesano parlanchín, un ciego con su acompañante y una actriz y cantante histriónica, pareja, para más inri, del comisario. En este ambiente, surge un nuevo inquilino: un pastor protestante (hecho no común en Francia) que viene a pasar una temporada en el hotelito…
El guion –ingenioso– fue escrito a cuatro manos entre el director y el autor del libro sobre el que se basa (Stanislas-André Steeman). H. G. Clouzot fue autor de trece largometrajes. El asesino… fue el primero, realizado en plena guerra mundial. En el mismo periodo de ocupación nazi realizó El cuervo (1943), película que muestra los comportamientos miserables de los habitantes de un pequeño pueblo francés. Tras el combate, la cinta fue tachada de colaboracionista y Clouzot fue apartado del medio durante años, hasta la aparición de En legítima defensa (1947) y después, Manon (1949).
En 1953 firma una de sus obras más conocidas, El salario del miedo, con Yves Montand. Dos años después vendrá el film más conocido, Las diabólicas. En La vérité (1960) trabaja con Brigitte Bardot. Su salud frágil no le permitía mantener un ritmo de trabajo sostenido; aquejado de tuberculosis, antes de la guerra, pasó varios años en un sanatorio, tiempo que aprovechó para leer y fundamentar su cultura cinematográfica. Falleció en París en enero de 1977.
Película más que entretenida, con humor y suspense.

7.4
40,304
10
29 de octubre de 2013
29 de octubre de 2013
11 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo primero, hay que disponer de tres horas, tiempo de duración de la película. En segundo lugar, hay que estar dispuesto a enfrentarse a 180 minutos de primeros planos (no hay casi planos generales), que nos hacen entrar, casi a la fuerza, en la intimidad de los personajes que aparecen en pantalla. Y después, hay que dejarse llevar y recorrer la trayectoria de Adèle, desde que sale casa (primer plano) a la escena final, también en la calle, años después.
La historia es tan sencilla y compleja como la vida misma. Adèle descubre los primeros encuentros amorosos; con los chicos no acaba de sentirse a gusto. A través de Emma, una chica con carácter, con pelo teñido de azul, independiente y reivindicativa de sus ideas, descubre su verdadera identidad sexual. Aunque quizás, no. Porque de eso va la película en gran medida, de la riqueza de sentimientos.
No hay un solo plano en el que Adèle (Adèle Exarchopoulos) no esté presente. De hecho, ella es gran parte de la película; la misma historia interpretada por otra actriz podría resultar un verdadero bodrio. Exarchopoulos tiene magnetismo, una mirada que atrapa, entre la melancolía, la curiosidad y el deseo. Ella va explorando. Las escena de sexo (quizás demasiado numerosas, pues abundan en el mismo sentido), son explícitas, hermosas y, sobre todo, auténticas. De hecho, se convierten en una especie de manual amoroso de Lesbos…
Pero no es la historia de un amor entre mujeres. Va más allá. Es la historia de nuestra identidad sexual; nos muestra que no es una y única, puede variara a lo largo del tiempo, porque está ligada al mundo de los sentimientos. Es también la búsqueda de la identidad a secas; desde joven Adèle tiene claro que quiere trabajar con niños; Emma, una artista que lucha por el reconocimiento, le reprocha su falta de ambición. Es una historia sobre la veracidad de los sentimientos. No somos seres racionales, como nos han intentado hacer creer los filósofos durante demasiado tiempo. Somos ante todo seres sentimentales.
Y esto me lleva a un libro que acabo de terminar La Vie devant soi (La vida ante nosotros), de Romain Gary. Cuenta la historia de un hijo de puta (literalmente) que vive con Madame Rosa, un exmeretriz ella misma. Su tutora agoniza y el chaval hará cualquier cosa para protegerla hasta el último momento porque como declara al final “hay que amar”. Y aquí ocurre lo mismo. Adèle busca amor, afecto, cariño, por eso no teme echarse en los brazos de Emma y pedirle perdón, invocarle que no la eche… Es tan patético (visto desde fuera), como real y cercano. ¿No nos suena haber vivido sensaciones parecidas o iguales?
Puntos +:
- Sin lugar a dudas, la actriz Adèle Exarchopoulos. Sin cambiar apenas su aspecto (lleva siempre la misma melena desordenada) consigue transformar al personaje. La adolecente guapa se convierte en una bella mujer. Junto con Léa Seydoux consigue crear una enorme complicidad y una relación llena de pasión, donde parece que podemos tocar la piel con acercarnos a la pantalla.
- El ambiente que recrea. Es Francia, con sus personajes, las familias muy francesas, las discusiones. Sobre todo, ese amor por la retórica de los franceses que mezcla ingenio con altas citas literarias (imprescindible) para brillar en cualquier reunión social.
- La música, o más bien, la ausencia de la misma. O mejor dicho, hay mucha música (discos que ponen, fiestas, discotecas). Pero no hay música de fondo. El sonido ambiente recoge los sonidos reales, los besos, las caricias, cómo comen (por cierto, bastante guarros todos; hablan con la boca llena, se limpian con la mano…).
Puntos -:
- La duración. Se puede cortar fácilmente media hora, sin que flaquee la historia (algunas escenas de sexo, la fiesta de cumpleaños, escenas en la guardería, por ejemplo).
MÁS
Una entrevista de Adèle Exarchopoulos: "La vie d'Adèle a bouleversé la mienne". Habla del director, de la construcción de su personaje, del rodaje, de los compañeros, del cine, de los directores que le gustan.
(En francés)
http://www.youtube.com/watch?v=22jXWJp-UeA
La historia es tan sencilla y compleja como la vida misma. Adèle descubre los primeros encuentros amorosos; con los chicos no acaba de sentirse a gusto. A través de Emma, una chica con carácter, con pelo teñido de azul, independiente y reivindicativa de sus ideas, descubre su verdadera identidad sexual. Aunque quizás, no. Porque de eso va la película en gran medida, de la riqueza de sentimientos.
No hay un solo plano en el que Adèle (Adèle Exarchopoulos) no esté presente. De hecho, ella es gran parte de la película; la misma historia interpretada por otra actriz podría resultar un verdadero bodrio. Exarchopoulos tiene magnetismo, una mirada que atrapa, entre la melancolía, la curiosidad y el deseo. Ella va explorando. Las escena de sexo (quizás demasiado numerosas, pues abundan en el mismo sentido), son explícitas, hermosas y, sobre todo, auténticas. De hecho, se convierten en una especie de manual amoroso de Lesbos…
Pero no es la historia de un amor entre mujeres. Va más allá. Es la historia de nuestra identidad sexual; nos muestra que no es una y única, puede variara a lo largo del tiempo, porque está ligada al mundo de los sentimientos. Es también la búsqueda de la identidad a secas; desde joven Adèle tiene claro que quiere trabajar con niños; Emma, una artista que lucha por el reconocimiento, le reprocha su falta de ambición. Es una historia sobre la veracidad de los sentimientos. No somos seres racionales, como nos han intentado hacer creer los filósofos durante demasiado tiempo. Somos ante todo seres sentimentales.
Y esto me lleva a un libro que acabo de terminar La Vie devant soi (La vida ante nosotros), de Romain Gary. Cuenta la historia de un hijo de puta (literalmente) que vive con Madame Rosa, un exmeretriz ella misma. Su tutora agoniza y el chaval hará cualquier cosa para protegerla hasta el último momento porque como declara al final “hay que amar”. Y aquí ocurre lo mismo. Adèle busca amor, afecto, cariño, por eso no teme echarse en los brazos de Emma y pedirle perdón, invocarle que no la eche… Es tan patético (visto desde fuera), como real y cercano. ¿No nos suena haber vivido sensaciones parecidas o iguales?
Puntos +:
- Sin lugar a dudas, la actriz Adèle Exarchopoulos. Sin cambiar apenas su aspecto (lleva siempre la misma melena desordenada) consigue transformar al personaje. La adolecente guapa se convierte en una bella mujer. Junto con Léa Seydoux consigue crear una enorme complicidad y una relación llena de pasión, donde parece que podemos tocar la piel con acercarnos a la pantalla.
- El ambiente que recrea. Es Francia, con sus personajes, las familias muy francesas, las discusiones. Sobre todo, ese amor por la retórica de los franceses que mezcla ingenio con altas citas literarias (imprescindible) para brillar en cualquier reunión social.
- La música, o más bien, la ausencia de la misma. O mejor dicho, hay mucha música (discos que ponen, fiestas, discotecas). Pero no hay música de fondo. El sonido ambiente recoge los sonidos reales, los besos, las caricias, cómo comen (por cierto, bastante guarros todos; hablan con la boca llena, se limpian con la mano…).
Puntos -:
- La duración. Se puede cortar fácilmente media hora, sin que flaquee la historia (algunas escenas de sexo, la fiesta de cumpleaños, escenas en la guardería, por ejemplo).
MÁS
Una entrevista de Adèle Exarchopoulos: "La vie d'Adèle a bouleversé la mienne". Habla del director, de la construcción de su personaje, del rodaje, de los compañeros, del cine, de los directores que le gustan.
(En francés)
http://www.youtube.com/watch?v=22jXWJp-UeA

6.3
259
7
8 de agosto de 2016
8 de agosto de 2016
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
RESUMEN
Pulcinella, un personaje de la Commedia dell’Arte, vuelve al mundo de los vivos para cumplir una misión: llevar a buen puerto al búfalo Sarchiapone, un animal que se ha quedado sin amo. Su misión le llevará a recorrer los campos de Italia.
COMENTARIOS
Dice una voz al principio:
“Hay un ministerio escondido para que la naturaleza se defienda de los seres humanos. Un genio maternal, de potencia ilimitada…”
Y así, desde las profundidades del Monte Vesubio, surge Pulcinella para llevar a cabo una misión: cuidar de un búfalo, que ha quedado huérfano tras la muerte de su dueño, Tommaso.
Tommaso, es un pastor que, de manera voluntaria, cuida el que fue un palacio de los Borbones. Limpia, lustra las habitaciones y recoge la basura que se acumula en su exterior. El interior ha sido completamente vaciado por ladrones y enviados de la Camorra. Un día, recoge a un búfalo abandonado en un foso. Pero, un día, de repente, Tommaso muere.
Pulcinella, es una semidivinidad que en la cultura etrusca escucha a los muertos para hablar con los vivos. De ahí que este personaje sea el encargado de encontrar un nuevo hogar para el búfalo.
Bella y perdida, la Italia, claro, que aparece retratada en este peculiar road movie.
Sarchiapone, el búfalo, tiene la mala suerte de haber nacido macho (por una vez ¡tienen peor suerte que las hembras!). De las hembras se extrae la leche, los machos son carne de matadero.
Aun así, Pulcinella quiere llevar a cabo la misión que le ha sido confiada: entregar el animal a Gesuino, un pastor que vive en el Norte del país. Gesuino lo cuidará (a su manera). Meses después Pulcinella vuelve para asegurarse del buen estado de Sarchiapone. Asegura al ganadero que el animal habla. Pero cuando le interpela, no oye ya su voz. Normal, piensa Sarchiapone, “has retirado tu máscara”. Y sí, el personaje, la fantasía se ha ido. Pulcinella está en el mundo “real”, donde los seres de cuatro patas no hablan. Se perdió la mágica conexión y Sarchiapone tendrá que enfrentarse al futuro al que estaba destinado.
En un mundo industrializado no hay lugar para seres no productivos. Y Sarchiapone no es una excepción. Pulcinella también deja el mundo del sueño y la comedia para convertirse en… (en blanco para no caer en spoiler).
Bella y perdida es un cuento que mezcla ficción, realidad, voces de los animales y sueños. Puede gustar o parecer una chorrada. Creo que lo mejor es dejar reposar tras haberla visto para ver qué sensación nos despierta. Quedan bellas imágenes y la sensación agridulce que no hay sitio para todos.
http://www.francescaprince.com/blog/
Pulcinella, un personaje de la Commedia dell’Arte, vuelve al mundo de los vivos para cumplir una misión: llevar a buen puerto al búfalo Sarchiapone, un animal que se ha quedado sin amo. Su misión le llevará a recorrer los campos de Italia.
COMENTARIOS
Dice una voz al principio:
“Hay un ministerio escondido para que la naturaleza se defienda de los seres humanos. Un genio maternal, de potencia ilimitada…”
Y así, desde las profundidades del Monte Vesubio, surge Pulcinella para llevar a cabo una misión: cuidar de un búfalo, que ha quedado huérfano tras la muerte de su dueño, Tommaso.
Tommaso, es un pastor que, de manera voluntaria, cuida el que fue un palacio de los Borbones. Limpia, lustra las habitaciones y recoge la basura que se acumula en su exterior. El interior ha sido completamente vaciado por ladrones y enviados de la Camorra. Un día, recoge a un búfalo abandonado en un foso. Pero, un día, de repente, Tommaso muere.
Pulcinella, es una semidivinidad que en la cultura etrusca escucha a los muertos para hablar con los vivos. De ahí que este personaje sea el encargado de encontrar un nuevo hogar para el búfalo.
Bella y perdida, la Italia, claro, que aparece retratada en este peculiar road movie.
Sarchiapone, el búfalo, tiene la mala suerte de haber nacido macho (por una vez ¡tienen peor suerte que las hembras!). De las hembras se extrae la leche, los machos son carne de matadero.
Aun así, Pulcinella quiere llevar a cabo la misión que le ha sido confiada: entregar el animal a Gesuino, un pastor que vive en el Norte del país. Gesuino lo cuidará (a su manera). Meses después Pulcinella vuelve para asegurarse del buen estado de Sarchiapone. Asegura al ganadero que el animal habla. Pero cuando le interpela, no oye ya su voz. Normal, piensa Sarchiapone, “has retirado tu máscara”. Y sí, el personaje, la fantasía se ha ido. Pulcinella está en el mundo “real”, donde los seres de cuatro patas no hablan. Se perdió la mágica conexión y Sarchiapone tendrá que enfrentarse al futuro al que estaba destinado.
En un mundo industrializado no hay lugar para seres no productivos. Y Sarchiapone no es una excepción. Pulcinella también deja el mundo del sueño y la comedia para convertirse en… (en blanco para no caer en spoiler).
Bella y perdida es un cuento que mezcla ficción, realidad, voces de los animales y sueños. Puede gustar o parecer una chorrada. Creo que lo mejor es dejar reposar tras haberla visto para ver qué sensación nos despierta. Quedan bellas imágenes y la sensación agridulce que no hay sitio para todos.
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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Todo se transforma en algo útil, rentable, medible: el palacio, restaurado, pasa a manos del Estado y abre las puertas al público (se puede interpretar como victoria frente a la Camorra que campaba a sus anchas).
Pulcinella, al final, se convierte en pastor de búfalos. Parece disfrutar en compañía de estos potentes seres. Pero queda la duda: como buen pastor, ¿destinarás las bestias al matadero o será capaz de criarlas solo por placer?
Pulcinella, al final, se convierte en pastor de búfalos. Parece disfrutar en compañía de estos potentes seres. Pero queda la duda: como buen pastor, ¿destinarás las bestias al matadero o será capaz de criarlas solo por placer?
4 de julio de 2016
4 de julio de 2016
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
RESUMEN
Jean-Pierre Werner (François Cluzet) es más que un médico rural, cura cuerpos y almas, tranquiliza, entiende, escucha. Pero cuando le llega la enfermedad, su vida da un vuelco y entenderá lo que significa abrirse y compartir, sobre todo con la llegada de Nathalie, su nueva ayudante.
COMENTARIOS
Qué bonito es enfermar y ser atendido por un médico con la devoción y delicadez de Jean-Pierre Werner (François Cluzet). En realidad, todos los doctores y adjuntos que aparecen en la película son extremadamente cercanos y cálidos. Qué gustito. A partir de esta buena materia prima se forja una historia sencilla: un médico enfermo se ve obligado a aceptar la ayuda en su trabajo de una doctora Nathalie Delezia (Marianne Denicourt).
Las reticencias iniciales son comprensibles, humanas, para dar paso a una mayor compenetración.
No hay trama real más que las que crean los propios personajes tan reales y auténticos. Y después está la enfermedad, como otro gran protagonista. La enfermedad nos hace más humanos, este sería el mensaje. Werner lidia con la enfermedad (reparar los “defectos” naturaleza), pero el asunto cambia cuando él mismo se ve aquejado de lo que hasta ese momento ha visto y curado en los demás. Werner se ve proyectado en el anciano agonizante, de ahí, más la promesa que le ha hecho, que no permita su hospitalización.
Los médicos tocan en esta película. Tocan en los dos sentidos: con el tacto y con la emoción.
Los pacientes se sienten escuchados y los doctores se sienten valiosos en su labor. Una simbiosis perfecta. Y lo que tienen en común los dos grupos (pacientes y médicos): alejar la dolencia, por lo menos en la medida de lo posible, porque –ya se sabe– nadie es inmortal.
Lo único que llama la atención es que en este medio rural los animales (como parte de la naturaleza, como ser vivo que por lo tanto sufre también) tengan tan poca consideración. ¿Quién se quedará con el perro del anciano, fiel compañero?
Bonita, entretenida, sin pretensiones y con emoción, sin caer en sentimentalismos.
Cluzet y Denicourt, muy bien.
http://www.francescaprince.com/blog/
Jean-Pierre Werner (François Cluzet) es más que un médico rural, cura cuerpos y almas, tranquiliza, entiende, escucha. Pero cuando le llega la enfermedad, su vida da un vuelco y entenderá lo que significa abrirse y compartir, sobre todo con la llegada de Nathalie, su nueva ayudante.
COMENTARIOS
Qué bonito es enfermar y ser atendido por un médico con la devoción y delicadez de Jean-Pierre Werner (François Cluzet). En realidad, todos los doctores y adjuntos que aparecen en la película son extremadamente cercanos y cálidos. Qué gustito. A partir de esta buena materia prima se forja una historia sencilla: un médico enfermo se ve obligado a aceptar la ayuda en su trabajo de una doctora Nathalie Delezia (Marianne Denicourt).
Las reticencias iniciales son comprensibles, humanas, para dar paso a una mayor compenetración.
No hay trama real más que las que crean los propios personajes tan reales y auténticos. Y después está la enfermedad, como otro gran protagonista. La enfermedad nos hace más humanos, este sería el mensaje. Werner lidia con la enfermedad (reparar los “defectos” naturaleza), pero el asunto cambia cuando él mismo se ve aquejado de lo que hasta ese momento ha visto y curado en los demás. Werner se ve proyectado en el anciano agonizante, de ahí, más la promesa que le ha hecho, que no permita su hospitalización.
Los médicos tocan en esta película. Tocan en los dos sentidos: con el tacto y con la emoción.
Los pacientes se sienten escuchados y los doctores se sienten valiosos en su labor. Una simbiosis perfecta. Y lo que tienen en común los dos grupos (pacientes y médicos): alejar la dolencia, por lo menos en la medida de lo posible, porque –ya se sabe– nadie es inmortal.
Lo único que llama la atención es que en este medio rural los animales (como parte de la naturaleza, como ser vivo que por lo tanto sufre también) tengan tan poca consideración. ¿Quién se quedará con el perro del anciano, fiel compañero?
Bonita, entretenida, sin pretensiones y con emoción, sin caer en sentimentalismos.
Cluzet y Denicourt, muy bien.
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6.4
394
7
15 de noviembre de 2013
15 de noviembre de 2013
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es una historia sencilla, como su título reza en francés (“Une histoire simple”). Marie (Romy Schneider), una mujer que roza los cuarenta años, decide abortar. Está divorciada, vive con su hijo de dieciséis años. Tiene un amante/pareja, Serge (Claude Brasseur) con quien quiere romper y de quien ya no quiere el hijo. Ella tiene su trabajo, sus amigos, su hijo, su vida. Es una mujer emancipada, libre de decidir sobre su destino. Se respira el aire post mayo del 68.
No es una historia sencilla,es tan enrevesada como la vida misma, con sus vaivenes, sus tristezas, alegrías, rupturas, (re)encuentros…
Hay que situar la historia en su contexto histórico. Hasta el voto de una ley en 1965 a la mujer se la consideraba como una “incapacitada jurídica”; no podía firmar contratos o documentos oficiales. En el momento de la película habían pasado diez años desde Mayo del 68. Fue solo en 1970 cuando la potencia paternal (el padre tenía todos los derechos sobre los hijos) pasa a ser autoridad parental. Es decir que la madre y el padre tienen los mismos derechos de cara a sus hijos. El aborto se despenalizó en Francia en 1975, gracias a la ley promulgada por la ministra de Sanidad Simone Veil. La mujer puede entonces decidir sobre embarazo, más allá de los motivos médicos. Todos estos cambios están de alguna manera presentes en la película. Marie, en la primera escena, así lo entiende. Toma además la iniciativa de dejar a Serge. Quiere tomar las riendas de su vida.
Romy Schneider, fenomenal, con esa dulzura, con esa sonrisa que desarma (a solo cuatro años de su muerte, en 1982). Claude Brasseur: tiene un papel parecido al que hace en Los senos de hielo (Georges Lautner, 1974), donde interpreta a un escritor enamorado de una misteriosa mujer a la que persigue incansablemente. Aquí también es un personaje sin complicaciones, algo ruidoso, algo fanfarrón, simpático, que no termina de entender por qué ella lo quiere dejar.
Bruno Cremer es Georges, el exmarido de Marie. Es el mismo actor que, año después, protagonizará (fugazmente) Bajo la arena (2000), de François Ozon.
Que te dejen es doloroso, pero dejar también es difícil. Y los viejos amores vuelven… porque en el fondo no son tan viejos… o sí… En fin, vivir siguiendo los sentimientos es asomarse continuamente a un abismo.
Y, en medio de todo esto, un tema actual: los despidos en una empresa, aquella donde trabajan Georges y Marie y un amigo de ambos a quien han echado, “porque ya no es rentable”, concluye con amargura Marie.
Al final, frente a los avatares sentimentales y laborales, lo que queda es la amistad cercana y sólida.
Una bonita película que cuenta lo que todos hemos vivido en momento dado (el amor, el desamor, la tristeza, las ganas de maternidad, la sed de libertad…), pero sin pretensiones, sin dar lecciones, sin juzgar. En el fondo es eso: vive y deja vivir.
FRASES
“Desde hace tiempo es justamente cuando estamos juntos cuando te echo más de menos”, dice Marie en su diálogo interno de despedida de Serge.
No es una historia sencilla,es tan enrevesada como la vida misma, con sus vaivenes, sus tristezas, alegrías, rupturas, (re)encuentros…
Hay que situar la historia en su contexto histórico. Hasta el voto de una ley en 1965 a la mujer se la consideraba como una “incapacitada jurídica”; no podía firmar contratos o documentos oficiales. En el momento de la película habían pasado diez años desde Mayo del 68. Fue solo en 1970 cuando la potencia paternal (el padre tenía todos los derechos sobre los hijos) pasa a ser autoridad parental. Es decir que la madre y el padre tienen los mismos derechos de cara a sus hijos. El aborto se despenalizó en Francia en 1975, gracias a la ley promulgada por la ministra de Sanidad Simone Veil. La mujer puede entonces decidir sobre embarazo, más allá de los motivos médicos. Todos estos cambios están de alguna manera presentes en la película. Marie, en la primera escena, así lo entiende. Toma además la iniciativa de dejar a Serge. Quiere tomar las riendas de su vida.
Romy Schneider, fenomenal, con esa dulzura, con esa sonrisa que desarma (a solo cuatro años de su muerte, en 1982). Claude Brasseur: tiene un papel parecido al que hace en Los senos de hielo (Georges Lautner, 1974), donde interpreta a un escritor enamorado de una misteriosa mujer a la que persigue incansablemente. Aquí también es un personaje sin complicaciones, algo ruidoso, algo fanfarrón, simpático, que no termina de entender por qué ella lo quiere dejar.
Bruno Cremer es Georges, el exmarido de Marie. Es el mismo actor que, año después, protagonizará (fugazmente) Bajo la arena (2000), de François Ozon.
Que te dejen es doloroso, pero dejar también es difícil. Y los viejos amores vuelven… porque en el fondo no son tan viejos… o sí… En fin, vivir siguiendo los sentimientos es asomarse continuamente a un abismo.
Y, en medio de todo esto, un tema actual: los despidos en una empresa, aquella donde trabajan Georges y Marie y un amigo de ambos a quien han echado, “porque ya no es rentable”, concluye con amargura Marie.
Al final, frente a los avatares sentimentales y laborales, lo que queda es la amistad cercana y sólida.
Una bonita película que cuenta lo que todos hemos vivido en momento dado (el amor, el desamor, la tristeza, las ganas de maternidad, la sed de libertad…), pero sin pretensiones, sin dar lecciones, sin juzgar. En el fondo es eso: vive y deja vivir.
FRASES
“Desde hace tiempo es justamente cuando estamos juntos cuando te echo más de menos”, dice Marie en su diálogo interno de despedida de Serge.
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