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Críticas 140
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
7
5 de marzo de 2023
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Puede que sea una cierta tendencia del cine español, dirigido básicamente por mujeres, y que despliegan en pantalla historias verdaderas, del día a día, que cualquiera puede conocer y experimentar. Nada de ficciones enrevesadas, de puro entretenimiento, sino cine realista, pegado a la calle. Stendhal decía que la novela era como un espejo plantado al borde del camino. Siguiendo esta estrategia, las jóvenes directoras como Avelina Prat plantan su cámara al borde de las calles, en los soportales, en los parques y ahí en las barandillas junto al río, para asomarse a una realidad que muchos no quieren ver. Basándose en una experiencia que le contó su padre, decide recrear esta conmovedora historia entre un inmigrante búlgaro, Vasil (estupendo Ivan Barnev), y un arquitecto jubilado, Alfredo (no menos maravilloso Karra Elejalde, en un papel que se aleja de los habituales en su filmografía). Ya otras críticas han hablado del argumento, así que no insistiré en ello. La película cuenta el devenir de este hombre, perdido en un país ajeno, inteligente y callado, apenas capaz de chapurrear algo de castellano, que se tiene que buscar la vida, ya a su edad. Lo que importa aquí es el choque entre su sencillez natal y la complejidad casi viperina de las gentes de acá, que desconfían del extraño. La directora muestra ese choque con suma sutileza, sin crear drama en ningún momento. La historia avanza a golpe de elipsis, con secuencias rápidas, diálogos justos, una ligereza que encierra bastante drama y tristeza.

La película se sustenta en el trabajo de estos dos excelentes actores, que dan vida de manera brillante a estos dos hombres que son polos opuestos. Junto a ellos, coloca a un buen puñado de secundarios, gente que se relaciona tangencialmente con Vasil, usándolo para sus conveniencias..., ya sea en el salón de bridge o en reparaciones caseras. Vasil entra en ese club elitista gracias a su habilidad con el bridge, y esto sirve para que veamos el enorme contraste entre su persona y las pijas que asisten a las partidas. Aunque para unos días en su casa, Alfredo no mueve ficha, no se hace amigo de él, sólo lo soporta. Juegan al ajedrez (la gran pasión de nuestro hombre), con la misma imperturbabilidad del juego. Siempre hay una distancia, siempre el recelo. Sólo la irlandesa Maureen (Sue Flack) parece romper esa barrera que se crea entre los nativos y el extranjero. Luego, está el personaje de Luisa (también estupenda Alexandra Jiménez), al principio muy extrañada de la "amistad" de su padre con este inmigrante (poco menos que mendigo), y que poco a poco... Ella, que tiene su vida construida de forma rutinaria, va poco a poco interesándose por el desconocido, que parece haber llegado para ponerlo todo patas arriba. Se insinúa, y ésta es la maravilla de la cinta, un esbozo de historia de amor. ¿Cómo? ¿una qué?

La historia discurre como un riachuelo, sopla como el viento, por donde le place; Vasil se mueve, viene y va, prueba cosas nuevas, es un tipo inquieto. Con sólo una mirada, la cámara nos dice muchísimo (por ejemplo, esa escena en casa de Carmen (Susi Sánchez, qué actriz, qué estilazo el de esta mujer; en cada película que la veo, me gusta más). Todas las escenas en las que sale Luisa son también muy elocuentes: menos es más. El mejor ejemplo de esa sutileza expresiva, de esa música callada, es la banda sonora, el clarinete solista, la música de Vincent Barrière, con ecos de Stravinski; me hizo pensar en La leyenda del santo bebedor, obra maestra. ¿Un clarinete he dicho?
Brujas
Documental
Reino Unido2024
7.0
86
7
26 de diciembre de 2024 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
MUBI estrena de vez en cuando cintas muy interesantes, y algunas en las que aparece en la producción (ahí, la producción ejecutiva de Efe Çakarel, fundador y CEO de MUBI). Y una de las últimas es este documental, dirigido por Elizabeth Sankey, y en donde ha intervenido también como guionista y montadora.

No sabía bien de qué iba, pero me lo puse a falta de cosas mejores en otras plataformas. Pensaba que sería algo relacionado con las brujas tradicionales, a través de imágenes de archivo, pero no. Lo que tenemos aquí es un estudio sociológico, o mejor dicho, antropológico, y con tintes psiquiátricos, sobre una enfermedad de la que no sabía mucho, la depresión posparto. Ya había escuchado testimonios directos de algunas mujeres, pero verlo así, de forma pormenorizada, en una pantalla brillante, es otra cosa. Muchas veces, las cosas no son reales hasta que no las vemos en una pantalla…

Lo que nos cuenta aquí la directora, en primera persona, es su propio padecimiento, después de tener a su hijo, allá por el año 2020. Le pilló la pandemia, además. Se dio cuenta de que, tras la inmensa alegría de ser madre por primera vez, estaba teniendo reacciones raras, que enseguida se dio cuenta de que eran más graves de lo que pensaba. ¿Podía una madre rechazar a su propio hijo, un bebé? ¿Hasta el punto de tener que ser internada en un psiquiátrico? Pues sí, ahí estaba la cruda realidad. Es a partir de esta cruel constatación, que la mujer empezó a pedir ayuda, y se metió en algún grupo de WhatsApp, formado por mujeres que estaban, o habían tenido, los mismos padecimientos. Por ahí, por medio de la palabra y sus conjuros, la directora consiguió ir sanando, hasta lograr la ansiada recuperación.

Lo bueno del documental es que entrelaza esta enfermedad mental con el pasado de muchas mujeres, que fueron tenidas por brujas, y quemadas o ahorcadas, sin compasión. El espectador asiste, un poco sorprendido, y luego cada vez más entusiasmado, a la conexión pertinente entre el presente de estas mujeres perturbadas y ese pasado oscuro de brujerías y condenas a rajatabla. Todo el tiempo, entre las confesiones del presente y la exploración del pasado, aparecen imágenes, fragmentos, secuencias, de películas y documentales que tienen que ver con las brujas y la brujería. Este genial montaje, esta sucesión de imágenes, tanto en blanco y negro como en subyugante color, es lo que da peso a la cinta, que de otra manera sería un alegato feminista y posmoderno sobre mujeres en crisis posparto.

Imágenes, secuencias, de El Mago de Oz, en donde aparecen la bruja buena, y la Bruja Malvada del Oeste… La semilla del diablo, es decir, El bebé de Rosemary. Hasta de Häxan. La brujería a través de los tiempos, de Benjamin Christensen, de 1922, ahí es nada. Larga lista de películas, en los créditos finales. Interminable sucesión de imágenes, a cual más fascinante. Uno se pregunta, si alguna vez existió alguna bruja buena. Pero Elizabeth creía en la bruja buena de la película de Curtiz, y ahora, hablando con estas mujeres, descubre sus raíces. Algunas, tal vez muchas, de esas mujeres del remoto pasado, no habían hecho nada malo…, sólo sufrir esta maldita enfermedad, y tratar de, o hacerlo realmente, matar a sus infantes. Y eso, en unos tiempos pre-psicológicos y pre-psiquiátricos, no se podía entender. Obra del demonio, endemoniadas, y a la hoguera.

Así pues, estamos ante un estudio, un ensayo visual de gran calado, que merece un visionado. Tres capas de sentido y significado se superponen, para dar lugar a un conglomerado de gran poder visual: las confesiones de una madre, el contexto histórico y pop, y por debajo, cociéndose a fuego lento, con toda la magia de la que son capaces las brujas (buena o malas), una pócima secreta, con rótulos indicativos como en el cine mudo, que consigue saltarnos a los ojos, y deleitarnos.
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spoiler:
Hay momentos, transcurrida la primera hora, en que la cinta se pone un poco pesada, pero es sólo el cansancio y el frío del final del día, tal vez. Atención al testimonio de David Emson, cuya mujer, Daksha, mató a cuchillazos a su bebé de tres meses, para luego pegarse fuego. Sólo imaginar, la escena que el hombre tuvo que soportar, cuando volvió a su casa, causa el mayor espanto. “Volví a la casa a eso de las cinco y apenas abrí la puerta sentí olor a quemado”, recuerda Emson. Daksha le dejó una nota en la que hablaba de su miedo a que el bebé estuviese tomado por “fuerzas oscuras” y de que tenía que protegerlo a cualquier costo.
11 de diciembre de 2024 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi esta cinta cuando se estrenó, allá por 1986, yo tenía 14 años, y era en los América Multicines de Málaga, por aquel entonces bastante nuevos, era donde se veía el mejor cine de estreno. Un adolescente, una sala oscura, y hala, un peliculón de cuidado. Esos vuelos de los cazas, esa historia de amor apasionado, esa juventud… Pasé dos horas maravillosas, solo en la sala oscura, y salí transfigurado, como quien dice. Es que entonces, cualquier cosa que se saliera un poco de la vulgaridad cotidiana, era celebrada por mí, y esta peli me dejó para el arrastre, en el mejor sentido. O mejor dicho, me dejó flotando, en ese aire maravilloso de California…

Ha pasado el tiempo, 38 años, nada menos. Y ahora la ponían en el canal Clásicos, de Movistar +. Están poniendo pelis clásicas de los años 80, y ésta es sin duda una de ellas. Así que decidí verla, a ver qué tal la había tratado el paso del tiempo, en mi cabeza. Pensaba que iba a ser una decepción, pero no. Todo lo contrario. Me encantó, me ha emocionado, me ha parecido maravillosa. Y la he podido ver en versión original con subtítulos, no con ese doblaje tonto con el que he visto buena parte de las pelis en pantalla grande. Algo bueno tienen los tiempos actuales, en que se puede elegir cómo ver una peli, sea buena o mala. Me sorprendió ver lo buena que sigue siendo, ya no sólo por las acrobacias aéreas, los paseos en moto, la camaradería patriótica, sino… por esa historia de amor, que es lo más importante en la historia.

Porque, vamos a ver. Hay gente que ha entendido esta película, y gente que la despacha, o la desprecia, sin profundizar mucho en ella. No hay mucha profundidad, dirá la mayoría. Bah, es una peli de entretenimiento, una peli para quinceañeras de entonces, tanto tío bueno, y también para machos muy machos que querían luego ser pilotos de combate, y también, de refilón, para gays… Y hay gente que la ha entendido, y pensará como yo: que es un peliculón, cine comercial del mejor. Tom Cruise se consagró aquí como uno de los mejores actores, y luego ha demostrado que es el mejor actor de su generación. Él está en cada plano, en cada secuencia, y la cinta no sería lo mismo, sin su brillante y arrebatadora presencia. Pero casi lo mismo hay que decir de su partenaire, la guapísima y sensible Kelly McGillis, que luego no hizo carrera, pero que aquí está deslumbrante. Y la historia de amor entre ellos, el alumno y la instructora, funciona a las mil maravillas. Cada secuencia entre ellos, es una delicia, aparte la música de fondo, que viene a anunciar su amor. El romanticismo, en su mejor expresión ochentera. Y es una historia creíble, qué joder. Y nos llega al corazón.

Hay dos mundos, y están muy cerca el uno del otro. Por un lado, está el mundo del día a día, que sufrimos aquí abajo. La realidad, pura y dura, hecha de trastornos, desvelos, miserias y dramas, y algún que otro momento de relax, alguna alegría pasajera. Y por el otro, está el mundo de las películas, como ésta, en donde hay puestas de sol maravillosas, motos que cabalgan el asfalto, gente muy bronceada y sin una pizca de grasa, y todos son guapos y valientes, y todos exhiben un carisma especial. El mundo americano, o el mundo, a secas. Y esta es la realidad en la que quiero vivir, y es aquí, en este mundo ensoñado, irreal, en donde existe el amor. Y cuando lo ves, en pantalla grande, o pequeña, te emocionas, porque te dices: sí, sí, sí, y siete veces sí. La amistad entre Pete Mitchell, alias Maverick, y Goose, es maravillosa. Las secuencias en las que aparecen ambos, te demuestran que la amistad, con mayúsculas, es posible. En el mundo 2, claro. En el mundo 1, el nuestro, la amistad es una puta mierda, todo falso. El amor, en este mundo californiano, soleado y puro, es posible, irradia, llena los corazones. Los besos son intensos, el sexo es bueno, y todo es perfecto. En nuestro mundo oscuro y gris, el amor no existe, es una falsedad como la pureza y la castidad, como que hay pecado y bondad… En nuestro mundo, el amor no es, sencillamente. Y nosotros vivimos una vida simple y estúpida, hasta que desaparecemos. No hay intensidad, ni valor, ni nada.

Pero para eso tenemos el cine, y películas como ésta.
18 de febrero de 2024 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde el día 15 de febrero, y hasta el 3 de marzo hay en Movistar + un nuevo canal pop-up, dedicado por entero a Woody Allen. Es una ocasión perfecta para repasar toda su filmografía, que nunca viene mal. De paso, podremos ver en estreno su último filme, Un golpe de suerte. En fin, que anoche vi de nuevo Annie Hall, que ya vi el año pasado dos veces: el 22 de julio, y luego el 17 de septiembre, en Clásicos por M + (aquí, durante todo el día, desde las 10 horas, la programación estuvo dedicada al cineasta neoyorquino). En fin, que era hora de repasarla, porque es una de mis pelis favoritas (junto a Manhattan y Hannah y sus hermanas), de su extensa filmografía. No sé por qué, me salió directamente en versión doblada (aunque lo tengo configurado para verlas todas en VOSE), a lo mejor es que no hay versión en inglés… El doblaje es tan bueno, y uno está tan acostumbrado a las voces españolas, que verla en el original sería un poco raro. En fin, que volví a disfrutar de la historia, de sus constantes gags, de esa historia de amor central, que es una de las mejores que aparecen en su cine. A pesar de todo, no pude evitar quedarme dormido, en el tramo final. Pero no me importa, porque me sé la peli de memoria, de todas las veces anteriores. En lo que no puedo estar de acuerdo es en eso que dicen algunos, que es la mejor comedia de la historia del cine. Este honor iría, en todo caso, para pelis como: Con faldas y a lo loco; Aterriza como puedas; o bien, esa comedia de Herbert Ross, hecha unos años antes que ésta (1972), y que tiene, curiosamente, a los mismos actores protagonistas (Woody Allen, Diane Keaton y Tony Roberts): Sueños de un seductor.

Tenemos aquí al segundo Allen, digamos, tras su primera etapa en la que hizo muchas pelis desternillantes, llenas de ese humor judío suyo, tan irónico e incisivo. Aquí se empieza a poner más serio, aunque no mucho. Porque, como ya queda dicho, la cinta (escrita entre él y Marshall Brickman) está llena de diálogos inteligentes, y sobre todo, de monólogos ya históricos, es decir, de reflexiones, o más bien paridas, del genio neoyorquino. Como siempre antes de hacer esta reseña, leí muchas otras, aquí en FA, y me hacen gracia las negativas, porque son de gente a la que, precisamente, les revienta este humor judío. Pues nada, chavales (y chavalas), ved las pelis de Torrente, que ese humor hispano, más directo y cutre, es el que os va, seguro… Sobre todo, la cinta se sostiene por el personaje al que la cinta está dedicada, desde su mismo título. Esa Annie Hall que no es otra que Diane Keaton, su anterior musa en la vida real, con la que vivió, tal vez, los mejores años de su vida. Y eso se nota en la pantalla, que brilla cada vez que ella aparece, que es casi siempre. Keaton, en su mejor momento artístico y físico, porque no veas lo guapa que luce aquí, con sus modelitos andróginos de Ralph Lauren, que han pasado a la Historia.

Hay momentos sencillamente geniales, como ése que arranca en las instalaciones de tenis, que sigue con el paseo delirante en coche (en el escarabajo de ella, qué bueno) y que continúa en el apartamento de Annie, en una de las secuencias más brillantes del cine de Allen, sin duda. Toda esta parte, es mi favorita, siempre que veo la peli. Unos diálogos frescos, naturales (que en Alvy son siempre artificiosos, porque no puede negar su cultura judía, no puede evitar soltar todo lo que sabe, y más lo que teme o desconoce). Esa secuencia, en la terraza, con las preciosas jardineras de fondo, los edificios del fondo, una copa de vino, un vaso, la charla intrascendente, los rótulos en amarillo, de lo que cada uno piensa realmente, así trabaja el inconsciente…. ¡Es que así es cuando uno se enamora! Cualquiera que se haya enamorado alguna vez, cualquiera que se haya visto en ese trance, seguro que se sentirá identificado, aquí, o en muchas otras secuencias. Ella canta fatal (aunque él la anime), fuma hierba antes de hacer el amor (algo horrible, que él le recrimina), dice que es para relajarse, cree en las chorradas de la new age (entonces tan en boga), y todo eso me hace pensar en Inma, aquella chica que conocí en mis veintitantos, un poco como Annie Hall, un poco bohemia, progre, de familia bien, guapísima en su simplicidad, que con una simple camiseta ya estaba de lo más deseable, y que con una simple mirada te hacía derretirte. Porque Annie Hall no es sólo una película, una película genial, con todo el equipo técnico en estado de gracia, y con el mejor guión posible. Annie Hall habla del tiempo ido, que ya no volverá, que existe sólo en nuestra memoria; habla de las mujeres hermosas, de las posibilidades perdidas, de los momentos de felicidad. Todo lo que empieza tiene un final; sabemos que después de Annie, empezará una nueva vida, tal vez peor. Pero ella siempre estará ahí, con su risa, con sus tonterías, con su voz ni fú ni fá. Ella, y nada más que ella.
5 de febrero de 2024 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
No la vi en su momento en el cine, cuando se estrenó, hace ya casi 22 años. La pude ver a mediados de 2022, en uno de los canales de Movistar + ,y luego de nuevo el 1 de febrero de 2023, en Los Goya por M +. Y anoche, una vez más, en ese mismo canal, que pone pelis españolas y alguna extranjera, que han ganado en estos premios (el filme de León de Aranoa ganó un buen puñado, en la edición de 2003). Quería revisarla, porque las dos veces anteriores me gustó mucho, dejó una buena sensación en mí, y quería comprobar si eso se mantenía en el tiempo. Y la verdad es que sí, pero ya no me gustó tanto. ¿Por qué?

En primer lugar, decir que la cinta no es una “dramedia” (vaya palabro), de comedia no tiene nada, es un drama en toda regla. Lo que pasa es que el personaje principal, Santa, tiene un humor muy particular, y de vez en cuando se hacen chistes o bromas, pero no por esto podemos considerar comedia a una historia que se desarrolla en la más miserable de las circunstancias vitales, el paro y sus consecuencias. En segundo lugar, decir que el guión, escrito entre el director e Ignacio del Moral, no es un guión redondo, sino que va de allí para acá, y no consigue cuadrar muy bien todas las historias. En tercer lugar, y esto es lo más importante, la peli se sustenta en interpretaciones de altura, pero destaca por encima de todos el grandísimo Javier Bardem, sin el cual la peli sería muy poquita cosa. Es él, con su presencia arrebatadora, con ese toque cínico que le da al personaje, esa forma de hablar y moverse, el que consigue levantar un filme un tanto plano, demasiado metido en la realidad, hasta el punto de resultar algo deprimente.

La tristeza del mundo laboral, esto está muy bien radiografiado, y esas imágenes de archivo que aparecen en los créditos iniciales, nos dan el punto de partida y circunscriben muy bien la historia. Una historia ambientada en una ciudad del norte (Vigo), deprimente a más no poder, con un grupo de amigos, antiguos compañeros del astillero, que malviven, juntándose en el bar de uno de ellos, para dejar pasar el tiempo. Ahí tenemos a Santa (Javier Bardem), el sindicalista; a José, el más hundido tal vez (Luis Tosar, bien); a Paulino “Lino” Rivas (José Ángel Egido, muy bien), que aún cree en los Reyes Magos, quiero decir, que conseguirá un trabajo, pese a sus canas; a Amador (Celso Bugallo), el peor de todos, que se entrega al alcohol, es decir, se mete de lleno en el infierno; A Rico (Joaquín Climent), el bonachón dueño del bar, y a su hija “Nata” (maravillosa Aida Folch, más buena que un pan cateto). Por último, Reina (Enrique Villén), el que menos sale, el más secundario. El guión se centra en los tres primeros, y de paso alcanza al cuarto. No está mal el retrato de un grupo de desesperados, y si a eso añades una música melancólica a más no poder (de Lucio Godoy), entonces ya es la fiesta completa. Es decir, el velatorio y la podredumbre. ¿Cómo no van a dar ganas de largarse a Australia?

Tal vez la secuencia que mejor representa esta “miseria del capitalismo” en la que vivimos desde hace tiempo (pero que el enjambre tecnológico, tan divertido como ponzoñoso, no nos deja ver), es ésa del supermercado, en la que aparece Ángela (Laura Domínguez), la pobre a la que tienen vendiendo queso suizo. Santa se acerca a ella y habla un poco con ella, invisible hasta entonces. Tras un breve intercambio, él se despide de ella, con un “spregel”, que es “encantado” en Suiza. Ahí sí que ha dado en el clavo, nuestro querido y sardónico Santa. Primero le dice a la chica que conoce Suiza, estuvo allí esquiando…, ¡no mujer, trabajando! El paraíso de los super ricos… y la miseria del proletariado.
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