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9
31 de marzo de 2025
31 de marzo de 2025
12 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
En ciertos momentos sentí incertidumbre casi perplejidad, sí; porque hay ciertos momentos no de suspense sino de suspensión, de pausa, de aburrimiento; pero después de haber visto 7capítulos puedo asegurar que no es inferior a las otras, que va en aumento su interés. Los actores son aún mejores; ésa es la línea, la de los personajes en sus cuitas, con algo de suspense, lo más importante es los personajes y el juego de interpretaciones. También la elección de los actores es perfecta, y cuando se consigue eso ya se tiene un buen trecho hecho.
Pero a ver, aquí de lo que se trata es de que este Mike W. es un creador, no un simple artesano de vicisitudes, y sabe dar a las escenas un calado especial, que es el que te va a enganchar. Y esta serie no se olvida.
Ya acabé el 8 y último...que por cierto dura hora y 25 y en ningún momento despegas los ojos de la pantalla. Apoteosis total...la serie ha ido subiendo en su capacidad de enganche hasta tocar el supremo enganche.
Pero a ver, aquí de lo que se trata es de que este Mike W. es un creador, no un simple artesano de vicisitudes, y sabe dar a las escenas un calado especial, que es el que te va a enganchar. Y esta serie no se olvida.
Ya acabé el 8 y último...que por cierto dura hora y 25 y en ningún momento despegas los ojos de la pantalla. Apoteosis total...la serie ha ido subiendo en su capacidad de enganche hasta tocar el supremo enganche.
7 de noviembre de 2007
7 de noviembre de 2007
11 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Film / Comedia sentimental/ Siete mesas de billar francés/
A una joven madre la vida le hiere con dos dagas: El padre muere, lejos, en la capital, súbitamente. En cuanto al marido, no por cotidiano -a él si le ve a diario- será menos lejano: descubre que no era quien ella creía.
Su vida entra en quiebra técnica.
Pero tiene un niño. Escapan a la capital, con la íntima idea de reflotar el destartalado negocio que dejó su padre: una obsoleta y ruinosa sala de billares.
A la crisis vital subsigue empuje nuevo, si bien sembrado de miedos y trampas. Por suerte encuentra un férreo aliado en la novia-viuda de su padre. Alrededor de esa vieja sala de billar y de la figura de su padre brotarán seres cándidos, pintorescos. Encantadores, tiernos... impresentables, poco fiables; genuinos. Viejos asiduos de la sala. Con ellos, querrá fundar un equipo de billaristas para competir: el consabido motivo del proceso de reunión de una banda, ante la perspectiva de una dura confrontación con especialistas de verdad. Pobres diablos capaces de lo mejor y de lo peor, y en quienes sólo cree el que los reúne, quizás más por ternura que por otro motivo.
Todos los personajes colisionan humanamente entre sí, espejo recíproco en el que descubrirse, salvarse. Al principio resultan, unos para otros, obstáculos exteriores que no son más que la delegación del verdadero obstáculo: uno mismo. El film es una historia de superación individual a nivel del sentimiento, con la ayuda del otro.
Unas veces tienden la mano. Otras veces la sueltan. Pero acaban por ayudarse -de ahí que sea una comedia-. El código de comunicación es la ternura. Los obstáculos interiores se van sorteando.
Las tres mujeres protagonistas -sus tres intérpretes no decaen, aunque como todo el mundo hoy, interpretan de manera estándar- son gigantes, dechados de expresividad que van reconstruyendo todo con su empuje, y alrededor de ellas pululan los hombres como satélites indecisos y torpes, en torno del nido que es Ella. Torpes pero queridos.
La obra no falta a sus objetivos. La madeja se ha ido adensando a lo largo de los lances, vemos que ya bulle de matices, ese personaje tiene carne...tus ojos están fijos, de repente pendes de los vaivenes que puedan suceder a esa banda tan humana como lo más nuestro de nosotros mismos.
A una joven madre la vida le hiere con dos dagas: El padre muere, lejos, en la capital, súbitamente. En cuanto al marido, no por cotidiano -a él si le ve a diario- será menos lejano: descubre que no era quien ella creía.
Su vida entra en quiebra técnica.
Pero tiene un niño. Escapan a la capital, con la íntima idea de reflotar el destartalado negocio que dejó su padre: una obsoleta y ruinosa sala de billares.
A la crisis vital subsigue empuje nuevo, si bien sembrado de miedos y trampas. Por suerte encuentra un férreo aliado en la novia-viuda de su padre. Alrededor de esa vieja sala de billar y de la figura de su padre brotarán seres cándidos, pintorescos. Encantadores, tiernos... impresentables, poco fiables; genuinos. Viejos asiduos de la sala. Con ellos, querrá fundar un equipo de billaristas para competir: el consabido motivo del proceso de reunión de una banda, ante la perspectiva de una dura confrontación con especialistas de verdad. Pobres diablos capaces de lo mejor y de lo peor, y en quienes sólo cree el que los reúne, quizás más por ternura que por otro motivo.
Todos los personajes colisionan humanamente entre sí, espejo recíproco en el que descubrirse, salvarse. Al principio resultan, unos para otros, obstáculos exteriores que no son más que la delegación del verdadero obstáculo: uno mismo. El film es una historia de superación individual a nivel del sentimiento, con la ayuda del otro.
Unas veces tienden la mano. Otras veces la sueltan. Pero acaban por ayudarse -de ahí que sea una comedia-. El código de comunicación es la ternura. Los obstáculos interiores se van sorteando.
Las tres mujeres protagonistas -sus tres intérpretes no decaen, aunque como todo el mundo hoy, interpretan de manera estándar- son gigantes, dechados de expresividad que van reconstruyendo todo con su empuje, y alrededor de ellas pululan los hombres como satélites indecisos y torpes, en torno del nido que es Ella. Torpes pero queridos.
La obra no falta a sus objetivos. La madeja se ha ido adensando a lo largo de los lances, vemos que ya bulle de matices, ese personaje tiene carne...tus ojos están fijos, de repente pendes de los vaivenes que puedan suceder a esa banda tan humana como lo más nuestro de nosotros mismos.
7
22 de agosto de 2011
22 de agosto de 2011
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se trata de una poesía visual, que nos enciende de ausencia mojada de cercanía, la ausencia insoportable de Lorca y su familia, víctimas del odio cainita de la España más negra.
La cámara se mueve con un respeto casi sagrado subrayado por el silencio del film, por los espacios de la cotidianidad de la Huerta de San Vicente, estancia primorosa por cierto, y, en una metáfora del vaciamiento de la familia, que fue hostigada hasta que emigró no mucho después del bestial asesinato, se va vaciando la casa de los objetos que presidieron sus vidas, que tocaron sus manos, como el famoso piano, y sus preciosos dibujos, algunos de gran tamaño.
Resulta una paradoja chocante ver cómo, en ese lugar donde entraron casi a sangre y fuego los falangistas, ahora llegan los técnicos con trajes y guantes, y con delicadeza casi temblorosa, casi con amor, como restableciendo su honor mancillado, envuelven en cambio las pertenencias de una familia tratada como fueron tratados los judíos por los nazis: asesinados, expulsados y expoliados, aunque luego les devolvieron las pertenencias, tras algunos robos -las 2000 pesetas más rastreras de la historia de la literatura, nos recuerda Félix Grande en el otro documental, "el mar deja de moverse", que por cierto me sorprende no esté aquí, siendo excepcional también, pero con otras intenciones-.
Supongo que es sólo para iniciados en el tema, aunque tambíen creo que son muchos dada la trascendencia del personaje, y su dramática vicisitud.
Al final vemos los objetos envueltos en sus "sudarios", pero algo nos pareciera decir que están vivos dentro.
Este film, de sólo 20', demuestra que no hay medidas canónicas de tiempo para una filmación.
La cámara se mueve con un respeto casi sagrado subrayado por el silencio del film, por los espacios de la cotidianidad de la Huerta de San Vicente, estancia primorosa por cierto, y, en una metáfora del vaciamiento de la familia, que fue hostigada hasta que emigró no mucho después del bestial asesinato, se va vaciando la casa de los objetos que presidieron sus vidas, que tocaron sus manos, como el famoso piano, y sus preciosos dibujos, algunos de gran tamaño.
Resulta una paradoja chocante ver cómo, en ese lugar donde entraron casi a sangre y fuego los falangistas, ahora llegan los técnicos con trajes y guantes, y con delicadeza casi temblorosa, casi con amor, como restableciendo su honor mancillado, envuelven en cambio las pertenencias de una familia tratada como fueron tratados los judíos por los nazis: asesinados, expulsados y expoliados, aunque luego les devolvieron las pertenencias, tras algunos robos -las 2000 pesetas más rastreras de la historia de la literatura, nos recuerda Félix Grande en el otro documental, "el mar deja de moverse", que por cierto me sorprende no esté aquí, siendo excepcional también, pero con otras intenciones-.
Supongo que es sólo para iniciados en el tema, aunque tambíen creo que son muchos dada la trascendencia del personaje, y su dramática vicisitud.
Al final vemos los objetos envueltos en sus "sudarios", pero algo nos pareciera decir que están vivos dentro.
Este film, de sólo 20', demuestra que no hay medidas canónicas de tiempo para una filmación.

6.6
1,807
7
17 de diciembre de 2008
17 de diciembre de 2008
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
No se sabe cómo, ni por qué. Seguramente uno es culpable, pero...no se dio cuenta, además, culpable de qué? Algo muy grave ha debido hacer para que la vida le trate de ese modo. La pelicula muestra y disecciona la tremenda corrupción -hecha de pequeñas cosas en principio- de una policía urbana, pero de ahí se puede extrapolar a un país y de ahí se debe pasar a la vida.
Eso es, uno llega inocente a la vida, y la vida te corrompe. Luchas por mantener unos ideales, pero la vida se empeña en que los pierdas. A golpe de golpes. Al final te quedas cojo, tarado, con tu decepción íntima.
Eso es, uno llega inocente a la vida, y la vida te corrompe. Luchas por mantener unos ideales, pero la vida se empeña en que los pierdas. A golpe de golpes. Al final te quedas cojo, tarado, con tu decepción íntima.

5.8
1,549
7
13 de septiembre de 2008
13 de septiembre de 2008
9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siempre pensé que para dar cuenta del magnífico ambiente vivencial -y horrible- que la guerra nuestra dejó, y que yo, de pequeño en los sesenta, notaba hasta en las piedras con un poso de sufrimiento y poesía -unidas a la nieve- había que utilizar una estética deformadora, no sé, surrealismo, humor, ironía, esperpento..., o sí sé, porque es lo que se concita en esta película que merece un puesto entre las obras que pretenden -forzosamente en vano- reflejar ese torrente inexplicable de absurdo dolor, que tiene una gran virtud, paradójicamente: limpia, deja las cosas en hueso.
Algo tan fuerte y distorsionado como una guerra entre hermanos y una posguerra cainita sólo se puede reflejar desviadamente, no contar. El arte es forma, no ensayo. No por casuaildad utiliza ganzúas de ladrón para llegar más allá que lo discursivo.
La he visto dos veces, la primera me impactó positivamente, la segunda me dejó algo más indiferente, quizás también porque mi sensibilidad se había alejado ya para siempre del resentir los efectos de la guerra o de la posguerra.
Algo tan fuerte y distorsionado como una guerra entre hermanos y una posguerra cainita sólo se puede reflejar desviadamente, no contar. El arte es forma, no ensayo. No por casuaildad utiliza ganzúas de ladrón para llegar más allá que lo discursivo.
La he visto dos veces, la primera me impactó positivamente, la segunda me dejó algo más indiferente, quizás también porque mi sensibilidad se había alejado ya para siempre del resentir los efectos de la guerra o de la posguerra.
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