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España España · madrid
Voto de iatlos:
7
Drama Al enterarse de que su padre ha caído enfermo, Ángela (Maribel Verdú) y su hijo Guille van a verlo a la ciudad. Cuando llegan, Charo (Blanca Portillo), la amante de Leo, pone a Ángela al corriente de la situación ruinosa que atraviesa el negocio de su padre: un local en el que se alinean siete mesas de billar. Ángela decide entonces intentar sacarlo a flote. (FILMAFFINITY)
7 de noviembre de 2007
11 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Film / Comedia sentimental/ Siete mesas de billar francés/

A una joven madre la vida le hiere con dos dagas: El padre muere, lejos, en la capital, súbitamente. En cuanto al marido, no por cotidiano -a él si le ve a diario- será menos lejano: descubre que no era quien ella creía.
Su vida entra en quiebra técnica.
Pero tiene un niño. Escapan a la capital, con la íntima idea de reflotar el destartalado negocio que dejó su padre: una obsoleta y ruinosa sala de billares.
A la crisis vital subsigue empuje nuevo, si bien sembrado de miedos y trampas. Por suerte encuentra un férreo aliado en la novia-viuda de su padre. Alrededor de esa vieja sala de billar y de la figura de su padre brotarán seres cándidos, pintorescos. Encantadores, tiernos... impresentables, poco fiables; genuinos. Viejos asiduos de la sala. Con ellos, querrá fundar un equipo de billaristas para competir: el consabido motivo del proceso de reunión de una banda, ante la perspectiva de una dura confrontación con especialistas de verdad. Pobres diablos capaces de lo mejor y de lo peor, y en quienes sólo cree el que los reúne, quizás más por ternura que por otro motivo.
Todos los personajes colisionan humanamente entre sí, espejo recíproco en el que descubrirse, salvarse. Al principio resultan, unos para otros, obstáculos exteriores que no son más que la delegación del verdadero obstáculo: uno mismo. El film es una historia de superación individual a nivel del sentimiento, con la ayuda del otro.
Unas veces tienden la mano. Otras veces la sueltan. Pero acaban por ayudarse -de ahí que sea una comedia-. El código de comunicación es la ternura. Los obstáculos interiores se van sorteando.
Las tres mujeres protagonistas -sus tres intérpretes no decaen, aunque como todo el mundo hoy, interpretan de manera estándar- son gigantes, dechados de expresividad que van reconstruyendo todo con su empuje, y alrededor de ellas pululan los hombres como satélites indecisos y torpes, en torno del nido que es Ella. Torpes pero queridos.
La obra no falta a sus objetivos. La madeja se ha ido adensando a lo largo de los lances, vemos que ya bulle de matices, ese personaje tiene carne...tus ojos están fijos, de repente pendes de los vaivenes que puedan suceder a esa banda tan humana como lo más nuestro de nosotros mismos.
iatlos
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