el director de banco casado con una bonita esposa pero que lo que más ansía es ser cineasta, el cura que erró su camino y se enamoró de una guapa taquillera de metro que sueña con una plaza en el ministerio como secretaria, el camarero que quiere ser actor teatral y al que le gastan crueles bromas telefónicas, el torero de salón que recibe la feliz ovación en el Florida Park por un público anhelante de otras faenas y que ya no sueña siquiera con el verdadero arte en el auténtico coso, el pobrecito ordenanza del Banco Occidental de Credito y Ahorro que espera la visita de unos familiares del pueblo a los que les ha dicho siempre que él es el director; el poetastro que hilvana ripios y sueña con ganar algún juego floral, y así en fin...numerosas vidas impostadas e inauténticas como mero ejemplo de un Madrid teñido de sepia en la memoria del director que quizá vivió un Madrid que se resignó a ser (felizmente) pudiendo haber sido otra cosa (como a sus felices moradores)

Superponer, cambiar, permutar unos personajes por otros es un craso error: Cercas no los puso ahí por simple casualidad o encuentro afortunado. Obviar el "ritornello" de la canción Suspiros de España no creo que obedezca a un error, es sencillamente que al amputar el elemento suspense hasta instalarse en la historia lenta sucede que termina por olvidar el ingrediente fundamental de la intriga que implica esa canción, que aunque la nombra y la intenta recuperar (incluso al final se lo dice al viejo Miralles) se le escapa por las manos como arena: no funciona. El resultado es un obvio fracaso, más si se contrasta con la novela; malinterpretada desde el primer momento, en este sentido también sobran los testimonios de los supervivientes Amigos del bosque, amén que dicha verdad jugaría sin duda con el elemento veracidad y realidad a través del recuerdo, fundamental cuestión que se obvia, quizá se ignora por completo...: ni siquiera advierte que Cercas basa su principal tesis en que la realidad está tantas veces basada en lo que uno cree recordar sobre algo y en lo que se cuenta sobre ese algo (la noticia) la Historia por tanto sería el facto de la realidad contada y aceptada colectivamente, es decir la Historia como realidad, el relato periodístico como un primer sustrato que quiere ser Historia y cuya génesis comienza en el contar.

No obstante, Herzog exorciza sus pesares y sus penas con quien fuera su amigo-enemigo, conjura una carga de tantas cosas que quizá nunca le dijo y que aquí, en la cinta, intenta confesar sin caer en elegías líricas y cursiladas ridículas; al contrario, intenta aplacar la propia leyenda de Kinski mediante algunas facetas del genial actor, momentos de sonrisas y risas (algo raro en Kinski), gestos de humanidad y ternura, e incluso de una altísima sensibilidad, que como muestra y broche final se revela en ese gesto de Kinski quien fuera del set es filmado por Herzog mientras sobre aquél se posa una mariposa con la que juega y llega a tocar con sus rudas manos, en un gesto de sutileza que pareciera esa alma tímida y sepultada entre las más hondas entretelas de su alma.

Como la patética historia del pobrecillo en silla de ruedas, o esa cosmovisión natúrico-exotérica en que las plantas guardan el alma colectiva de los antepasados, en un sincretismo absoluto y nihilista entre seres humanos y plantas que desde tiempos de la invasión de los ultracuerpos no se vieran, eso por no hablar de esa sed de trascendencia y eternidad que queda colmada con los paraísos artificiales fabricados por la hipertecnología que no obstante no logran darle unas piernas a un pobre a un precio asequible...; pero si aún quedaran dudas sobre el aluvión de consignitas new-age hete aquí que se nos cuela la imagen del sanguinario y duro coronel dispuesto a talar el arbol-ciudad de los alienígenas con tal de cumplir con su patria, bla, bla, bla: en resumen por si hubiera dudas sobre si tratan a las masas de gilipollas, ese botón en el que directamente te llaman idiota a la cara. En fin: un truño new-age que es lógico y normal que los walking-dead conviertan en película icónica. Y no sigo, que no merece pensar mucho más sobre este signo de los tiempos que corren.