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8.1
90,926
Thriller. Intriga. Drama
Benjamín Espósito es oficial de un Juzgado de Instrucción de Buenos Aires recién retirado. Obsesionado por un brutal asesinato ocurrido veinticinco años antes, en 1974, decide escribir una novela sobre el caso, del cual fue testigo y protagonista. Reviviendo el pasado, viene también a su memoria el recuerdo de una mujer, a quien ha amado en silencio durante todos esos años. (FILMAFFINITY)
16 de abril de 2010
16 de abril de 2010
73 de 122 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película empieza con una carrerita por los andenes de una señorita que se despide de un tren que marcha. «Empezamos bien...», pensé yo, pues tengo ya mi edad y mis manías y que la primera imagen de una película sea un topicazo así me hizo revolverme en el asiento. Luego parece que es una escenita inventada, fruto de la imaginación de un novelista aficionado y así se explica la torpeza (me dije) y tal y cual. Ya, ya. Ingenuo de mí.
Luego uno ve a Ricardo Darín en acción y, claro, no puede dejar de pensar: ¡qué gran actor! Y lo mismo sucede con Soledad Villamil, Pablo Rago, Javier Godino y Guillermo Francella, excelentes todos, especialmente encantador este último en su papel de funcionario borrachín. Cuando la película vira hacia la comedia, las nubes desaparecen y brilla el sol del mejor Campanella. Qué pena que él prefiera filmar el nubarrón y pronto se escuchan los truenos de la inverosimilitud.
Porque, amigos, para mi gusto la película adolece de falsedad. Ni la historia de atracción y amor funciona (yo no me la creo en ningún momento y sólo veo dos actores haciendo esfuerzos desaforados por dar vida a unos personajes inverosímiles), ni tampoco están bien resueltas muchas de las escenas clave (el interrogatorio, por ejemplo) que son forzadas y torpes, fruto de un guión demasiado efectista y cojo (o tuerto, o las dos cosas). Con otros actores, esta película habría sido una calamidad absoluta. Si no ya lo comprobaremos cuando los americanos hagan un remake.
Luego uno ve a Ricardo Darín en acción y, claro, no puede dejar de pensar: ¡qué gran actor! Y lo mismo sucede con Soledad Villamil, Pablo Rago, Javier Godino y Guillermo Francella, excelentes todos, especialmente encantador este último en su papel de funcionario borrachín. Cuando la película vira hacia la comedia, las nubes desaparecen y brilla el sol del mejor Campanella. Qué pena que él prefiera filmar el nubarrón y pronto se escuchan los truenos de la inverosimilitud.
Porque, amigos, para mi gusto la película adolece de falsedad. Ni la historia de atracción y amor funciona (yo no me la creo en ningún momento y sólo veo dos actores haciendo esfuerzos desaforados por dar vida a unos personajes inverosímiles), ni tampoco están bien resueltas muchas de las escenas clave (el interrogatorio, por ejemplo) que son forzadas y torpes, fruto de un guión demasiado efectista y cojo (o tuerto, o las dos cosas). Con otros actores, esta película habría sido una calamidad absoluta. Si no ya lo comprobaremos cuando los americanos hagan un remake.