Podría decirse más alto, pero no más claro: “Chronicle” es muy buena. Coordina a la perfección una dirección fabulosa –muy técnica-, una historia sencilla pero original y adictiva, unos personajes con los que conectas y por los que sientes simpatía y unos efectos especiales de primera categoría. El recurso de “cámara en mano” se antoja aquí imprescindible, y confiere a la película imágenes que alcanzan un realismo fabuloso. El desarrollo de la historia es progresivo –a pesar de la escasa duración- y la relación existente entre los protagonistas discurre por caminos lógicos y bien trenzados. El final es muy, muy emocionante y te mantiene pegado a la pantalla, casi sin parpadear por miedo a perderte ciertas escenas que parecen sacadas de un loco telediario. Es cortita y debe serlo: sólo una hora y veinte minutos. También es fresca, ligera y actual. Sin lugar a dudas, estamos ante el despegue de una saga: el problema es que seguramente meterán la pata en las siguientes entregas, complicando la trama y multiplicando los personajes. Lo bueno de “Chronicle” radica en su sencillez y espontaneidad, y claro, es difícil –cuando no imposible- repetir la fórmula con buen criterio, máxime con un final tan rotundo y –a mi juicio, pese al tramposo giro final- cerrado. No obstante, cuando estrenen la segunda parte, de seguro acudiré a verla al cine. Me arrepiento de no haber tenido el buen criterio de ver la primera, así que no cometeré el mismo error.

Fresca, sencilla, sin pretensiones y muy, muy entretenida. Bravo por su director, Josh Trank. Habrá que seguirle la pista porque su dirección es como para quitarse el sombrero.