Casi podríamos decir que se trata de una obra de teatro filmada. Y una obra muy buena, sí señor.

El Mago de Oz es una maravillosa fábula para los niños, con ese punto de terror infantil y crueldad en forma de bruja terrible, derivado de los viejos cuentos europeos. Entre canciones realmente memorables cargadas de un bello mensaje, se desarrolla una historia original, emotiva, cargada de buenos valores y muy imaginativa donde la amistad es el tesoro más importante, y la compañía y ayuda mutua se muestra como factor indispensable para lograr los objetivos de sus personajes.

Y así, en el camino de Dorita en busca del Gran Mago de Oz, el cual le permitirá regresar a su casa y abandonar dicho mundo, progresivamente aparecerán nuevos personajes: el espantapájaros, el león asustadizo, el hombre de hojalata que desea un corazón... toda una serie de tristes epopeyas de lo que nunca se tuvo, en forma de bellas historias y personajes muy humanos, tan humanos como la propia Dorita. Juntos embarcan el definitivo viaje hacia el ser que cumplirá todos sus sueños, pero mientras tanto, serán ellos mismos en su larga travesía los que a base de esfuerzo, aprendizaje y lucha, vayan obteniendo casi sin darse cuenta aquello que ansían.

Imprescindible su visionado. Mi hermana pudo ver esta película como doscientas mil veces cuando era una niña. No olvidemos que es un musical inolvidable, y no cuesta nada verlo, no se hace pesado ni repetitivo (menos cuando tu hermana la ve por centésima vez).


Acabo de ver que es de 1939, y no puedo creermelo. Resulta muy interesante que ya aquí se trate con el juego del color, y película en blanco y negro. Excepcional su apartado artístico, para el año del que estamos hablando. Un clásico irrepetible.