Después de una borrachera publicitaria que empañaba hasta los telediarios al son del “wake up call” de “Prodigy”, esperaba con ansia el retorno de una de las míticas series que incluso enganchó a mi madre en las sobremesas de verano, dejando las tareas del hogar para más tarde.

Esperaba que al menos guardara algo del espíritu de los años 80, que KITT conservara ese ácido sentido del humor, que las sobredosis de acción se mantuvieran y que siguiera deseando pilotar ese coche para darle al “Turbo Boost” mientras grito “yujuuuuu” al más puro estilo Maikel Nait.

Pero en lugar de esto o de algo que se le pareciera, me encuentro con un cúmulo de despropósitos, un completo dossier de maltrato hacia el clásico de los 80 y como película una basura inmunda.

¿Dónde está el Turbo Boost?
¿Dónde están todos los botoncitos de colores?
¿Dónde están los malos de verdad?
¿Dónde está aquello de “KITT, te necesito”?
¿Dónde están las secuencias de acción con explosiones?
¿Dónde están las tías buenas que se liga Maikel Nait?
¿Dónde está KITT?
¿Dónde está la Fundación para la Ley y el Orden?
No sé si lo he dicho, pero por Dios… ¿dónde está el Turbo Boost?

Encima han pensado que cambiar el camión desde dónde salía KITT por un avión, molaba más. Qué ilusos. Lo que sí hace más grande es mi vómito.

Si queréis pasar el mal trago, os invito a buscar en youtube el “Turbo Boost Tribute” y olvidéis que esta peli jamás haya existido. Eso sí que era y es “El coche fantástico”.