Un padre de familia divorciado junto a su hijo se propone remodelar una vieja casona rural abandonada con la esperanza de recuperar su matrimonio, sin embargo, la encuentra ocupada por el espíritu de su antigua dueña, una bruja que niega a irse.

Con muy pocos recursos económicos y pero mucha recursividad, un multi-instrumental Andy Mitton (director, guionista, compositor) consigue crear una película minimalista y de terror inteligente. No es una cinta más de terror con sustos fáciles y clichés vistos mil y una vez dentro del género, al contrario: el terror acompaña un drama familiar y aparece en momentos precisos y sutiles, construyendo una atmósfera densa de principio a fin.

En la pelí no vamos a encontrar efectos por ordenador, ni grandes maquillajes o cualquier muestra de un presupuesto alto, pero Mitton sabe sortear estas carencias con su talento. Los actores no son reconocidos, pero tienen un buen despeño.

A deber: el final, que se alarga innecesariamente.

Recomendable.