Por mucho que uno pueda simpatizar con lo que la película pretende transmitir, esta película es mala, simplona y torpe. El pretendido tono de comedia lejos de alcanzar situaciones de verdad humorísticas sólo contribuye a que resulte imposible suspender el juicio y creerse lo que la cámara está mostrando. Desde el momento en el que aparece el alcalde del pueblo, que parece un veraneante malamente disfrazado para actuar en la obra de teatro de las fiestas de la urbanización, uno debería haber hecho caso al instinto y a la experiencia y haber dejado inmediatamente de ver la película.

El guión es horrible, predecible y patoso. Las cosas van ocurriendo porque tienen que ocurrir según la trama que ha montado el responsable de la película, no porque los acontecimientos verdaderamente se sigan los unos de los otros. Los actores dan lástima y jamás parecen personas de una historia, sino sólo actores que se acaban de aprender el guión. Tal vez, seguramente, no sea culpa suya sino que sencillamente la pobreza del guión y la torpeza de la dirección directamente imposibilitan cualquier trabajo actoral.

Las situaciones son inverosímiles, y no hablo del fondo de la cuestión, que sería perfectamente creíble de no ser por la incapacidad narrativa y cinematográfica de los responsables de esta calamidad, sino de cómo ocurren las cosas, de cómo la trama va sucediendo sin que haya ocurrido nada que de verdad pudiera hacer que las cosas sigan un rumbo u otro.

Es una pena que se haga cine tan malo sobre situaciones tan interesantes y fértiles como la que intenta narrar esta película.