La trama no es otra que la juerga que se gastan cuatro mujeres pasadas de rosca y de tequila con un vaquero que invita a una de las chicas con el único interés de ligársela ( le va a salir caro el polvo). La cámara sigue a estas cuatro mujeres que, en principio, muestran un estado normal y una relación, si bien parecen guerreras, de comerse el mundo ( lo de comerse siempre de forma metafórica, subidas de tono, vamos, aunque en la peli , al final, así ocurre) con la juerga que se van a pegar. Lo que el espectador nunca piensa es que la broma se les va a ir de las manos y el pobre vaquero que tan solo quería comerse una rosca y dormir la mona en casa tan tranquilo se ve involucrado en una caza de brujas. Pues no tiene suerte con sus pretensiones y sufre la violencia sexista de cuatro locas. Las mujeres están muy lejos de un triste pedo alcohólico si no que se les ha subido el ego violento a la cabeza y el hombre es un juguete en sus manos. Disfrutan con degradarlo a lo más miserable de la condición humana: atado, desnudo y denigrado como un animal. Siguen las imágenes vomitivas, pero las lobas quieren sangre gore a costa del chulillo varón que ahora se retuerce malparado. La vejación que sufre, colocado allí, en el suelo, en bolas y sin posibilidad de escapar a las marranadas que se les ocurren a las enloquecidas mujeres. Ya es suficiente crueldad. Por un momento, se piensa en que ya ha durado suficiente la cinta y mejor ver otra cosa. Hay que tener cuerpo para aguantar esas imágenes. Si queremos hacer una lectura más profunda, histórica si se quiere, parece que, sin motivo aparente, haya una venganza de la mujer por lo que le ha tocado sufrir en toda su historia de desprecio y machismo. Con todo y eso, ni el machismo galopante tiene sentido ni lo que ven mis ojos tampoco. El pobre hombre que solo pretendía pegar un polvo y marchar a su casa tan contento se encuentra en un estado deplorable.
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