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España España · Madrid
Voto de mato:
7
Aventuras. Romance En el siglo IV, Egipto era una provincia del Imperio Romano. La ciudad más importante, Alejandría, se había convertido en el último baluarte de la cultura frente a un mundo en crisis, dominado por la confusión y la violencia. En el año 391, hordas de fanáticos se ensañaron con la legendaria biblioteca de Alejandría. Atrapada tras sus muros, la brillante astrónoma Hypatia (Rachel Weisz), filósofa y atea, lucha por salvar la sabiduría del ... [+]
14 de octubre de 2009
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Amenábar siempre ha querido ser Spielberg, siempre ha corrido el peligro de convertirse en Spielberg. Con Agora lo ha conseguido.

Es tal su admiración por el creador de megahits que película a película, género a género, ha ido acercándose más y más a él hasta tomar todos sus defectos.

Sus virtudes las traía de casa. Desde Tesis hasta Mar adentro, podía apreciarse en cualquier plano su grúa en movimiento de cámara circular, la espectacularidad de sus conflictos, la claridad de su puesta en escena. Sumó éstas a las que el propio Amenábar traía de su gusto por el guión: creación de unos personajes que alimenten la trama pero generen interés sobre sí mismos, golpes de efecto que eleven la intriga, imágenes tan potentes como metafóricas y búsqueda nada disimulada de la emoción.

El problema es que sus virtudes propias desaparecen en Agora, sólo quedan las de Spielberg. Y los defectos de Spielberg también aparecen. Aparece un tratamiento de personajes algo monocorde, un esquematismo absoluto en la trama, un mensaje claramente maniqueo y todo ello, lleva a una falta de emoción que acaba por alejar lo que tanto dinero ha intentado acercar.

Quizás de todos los defectos el que más pueda molestar es el del maniqueísmo. Su posicionamiento en un solo lado del conflicto llega a molestar hasta al más anticatólico. Un poco de pudor producto de una mirada ajena le podría haber salvado del ridículo en que en ocasiones cae.

Eso sí, lo mejor llega en las escenas de Hipatia y Aspasio, en las que se indaga en la investigación, en el conocimiento. Ahí, cuando se olvida de Spielberg y de su brocha gorda, aparece la verdadera magia de Amenábar. Y lo peor es que llega a notarse que las secuencias que verdaderamente le importaban a nuestro maestro, las que fueron fuente y fin del proyecto.

Quizá si Spielberg no existiera, Amenábar no existiría. Pero es seguro que si Spielberg no existiera, Agora trataría sólo de astronomía y sería una mucho mejor película.
mato
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