El final de la saga se consolida como la tragedia final de la familia Corleone. Cierto es que no está al mismo nivel que las anteriores, pero hace un trabajo notable para dejar en las alturas una de las mejores historias dramáticas de la historia. Coppola recurre a ténicas ya vistas y que ya forman parte del trato especial que ha recibido la adaptación de Mario Puzo. Uno de los puntos fuertes de la película es la situación en la que se ve Michael y el cambio que sufre la familia tras lo sucedido en la segunda parte. Los personajes están muy definidos y comprometidos claramente con la familia, aunque la filosofía de ésta haya cambiado en la moral y en las relaciones con las otras familias, así como los acuerdos de poder y clase social. Sorprende la actuación de Andy García, representando con fidelidad la figura de su difunto padre y cómo las raíces familiares también se ven implicadas a la hora de situarse dentro de la familia y designarse como protector del nuevo "don". El guion es admirable y cumple con la función de terminar con la historia de la familia Corleone e incluso para ser una película lógicamente muy continuista es capaz de demostrar que posee una naturalidad y originalidad en gran medida. Finalmente, vemos los pesares y las preocupaciones en la vida diaria de los Corleone. Las consecuencias del legado y los miedos de Vito materializados en una tragedia que describe el advenimiento que tomaba precedida significación en las anterios partes. Gran saga y magnífica historia sobre el peso del poder en la familia y la situación de emigrante italiano en los años 20 y los contextos históricos, personales y sociales que describen la evolución de la familia Corleone. Larga vida al trabajo de Coppola y Mario Puzo.