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Voto de Revista Contraste:
3
Ciencia ficción. Acción. Fantástico Los criptozoólogos de la agencia Monarch tratan de enfrentrarse a un grupo de enormes monstruos, incluyendo el propio Godzilla. Entre todos intentan resistir a las embestidas de Mothra, Rodan o del último némesis de la humanidad: King Ghidorah. Estas ancianas criaturas harán todo lo posible por sobrevivir, poniendo en riesgo la existencia del ser humano en el planeta. (FILMAFFINITY)
21 de junio de 2019
43 de 59 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si no fuera por los espectaculares efectos especiales, las más de dos horas de duración y la tímida historia dramática que interrumpe de vez en cuando el núcleo de la trama, el espectador de Godzilla: rey de los monstruos podría pensar que está ante uno de esos documentales de sobremesa en los que se admiran las maravillas de la naturaleza, muchas salvajes y peligrosas.

Y es que, realmente, el núcleo de la trama, son las incesantes peleas de la, eso sí, grandiosa galería de monstruos gigantescos que combaten constantemente entre ellos y contra los humanos; destrozan cualquier edificio, ciudad, coche u objeto que haga suficiente ruido y huyen, como haciendo un receso, para reaparecer más inmunes aún a cualquier arma mecánica o química.

El guion es demasiado simple, considerando, incluso, la saga a la que pertenece. Aunque su inmediatamente predecesora Godzilla (2014), tampoco fuese un prodigio de imaginación narrativa, suponía un ilusionado empeño por continuar con las historias del conocido monstruo y traía a la actualidad la pelea burocrática iniciada con Kong: la isla Calavera, ambientada en los 70’.

Dougherty y Shields solo prestan atención a los grandes bichos y a una música agotadoramente apocalíptica que se mueve entre Wagner y ACDC sin compasión ni descanso. Los recursos visuales fascinan en cuanto al realismo con el que dibujan a los gigantes y las humaredas y luces crepusculares en las que ambientan las peleas demuestran gran dominio de la fotografía pero, dada su escasa variedad, no tanto el de la imaginación.

Merecería un capítulo aparte el tema de los detalles inverosímiles, descabellados y absurdos incluso dentro de este cine de fantasía y aventuras. Los animales que cambian de bando, las armas que a veces hieren y a veces no o los personajes que aparecen y desaparecen como si sus papeles todavía estuvieran sin escribir (en el caso de Charles Dance y Sally Hawkins casi mejor no relacionarlos con este producto).

No obstante, dejemos lo incongruente aparte y quedémonos, quien quiera, con la eficacia de unos efectos que consiguen, antes de entrar en bucle, hacernos creer que estamos a punto de ser aplastados y devorados por Godzilla y sus amigos.

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Revista Contraste
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