Steven Spielberg se dio a conocer al mundo con esta impresionante película; y aunque parezca que en un principio es imposible mantener la atención del espectador durante una hora y media viendo únicamente una persecución de un camión a un coche; debo indicar que esta afirmación es falsa.
Es falsa porque Spielberg plantea una situación que hace que el espectador sienta una rabia y un malestar constante durante toda la película. Desde el principio uno se hace una única pregunta: ¿porqué? No se entiende la obsesión de ese camionero hacia el conductor del coche, una obsesión que para él es un simple juego. El problema es que el juego cada vez se va volviendo más peligroso y uno sabe que la solución no puede ser buena.
El conductor del coche no entiende porqué a él le ocurre dicha situación, y porqué nadie es capaz de ayudarle. Es un personaje que se encuentra solo dentro de un paraje inhóspito, y que se encuentra con personas que entienden que tiene un problema grave, pero que ellos no quieren tener ese problema. Es el refugio de los cobardes, donde uno mira hacia otro lado ya que mientras uno sea el perseguido, los otros pueden andar libres por la carretera.
En fin, una película que causa obsesión, miedo, rabia y terror simplemente por ver unos faros a través del espejo retrovisor, o escuchar la bocina de ese camión que lo único que pide es más juguetes con los que distraerse.