Llega Culpa y deseo de la mano de Breillat.

Abogada ya entrada en años se ve tentada por la juventud de su hijastro. Mientras tanto se debate, o no tanto, como seguir llevando adelante su matrimonio.

A la directora le gustan estas temáticas. Para el caso que nos ocupa, vale destacar que el "trío de la discordia" genera una notoria inquietud. Vale, que no hay lazos familiares directos como para entrar en terrenos más aberrantes, pero igualmente esa idea incestuosa tampoco se encuentra tan alejada del imaginario que te despierta la trama. Esto hace que sea incómoda de ver, pero es un riesgo tomado que me resulta válido.

Su puesta en escena se nutre del plano fijo, con un desplazamiento actoral que aprovecha el espacio. Hay afición por el detalle: o alcohol que va y viene, o cigarrillos, o lapiceras y un largo etc. Se utilizan elementos instrumentales que suman cotidianeidad al conflicto, acercando su costumbrismo al espectador.

La abogada y el joven son tal para cual: manipuladores manipulados. Despiertan una simpatía/cero. Por momentos resultan tan obvios que el asunto se vuelve un circo de complicidades. Vamos, que todo el mundo parece que debe enterarse. Por cierto, el esposo no se salva. Ni inocente ni ingenuo. Todos negocian, a su manera.

El desenlace a spoilers.