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Ciencia ficción. Aventuras
Año 1979, en una pequeña población de Ohio. Joe Lamb (Joel Courtney), un muchacho que vive en un pueblo de Ohio, acaba de perder a su madre en un accidente y vive con su padre, que es policía (Kyle Chandler). Meses después, durante el verano, Joe y sus amigos ruedan una película de zombis en Super 8 cuando contempla cómo una camioneta se estrella contra un tren de mercancías, provocando su descarrilamiento y un terrible accidente. A ... [+]
7 de septiembre de 2011
7 de septiembre de 2011
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con la coproducción de Steven Spielberg, J.J Abrams escribe y dirige Super 8 , una película que trajea de aventura adolescente todo un tributo a una manera de hacer cine e, incluso más allá, todo un homenaje al oficio mismo de hacer una película. Joe Lamb (Joel Courtney) es un muchacho que tiene un grupo de amigos con el que está haciendo una película de zombies. Del reparto sobresale la bella Alice Dainard (Elle Fanning), una niña que elude las obsesiones de un padre y de la que Joe, a tientas y sin saberlo bien, comienza a enamorarse. Será rodando su propia película como este grupo de amigos se ve envuelto en una aventura que involucra a las autoridades locales, a seres inesperados, a los padres de los protagonistas y, por supuesto, a los dos chicos que desde sus roles y funciones en la película, ella actriz principal él maquillador y técnico de sonido, comienzan a bordar su propia historia.
En Super 8 el tiempo juega de una manera especial. No se trata de sentarnos hoy a ver una película de los setentas; se trata de sentarnos hoy a ver una película de hoy pero hecha como si se estuviera en los setentas. No estamos entonces ante esa película cuyo encanto - o buena parte de él al menos - está dado por su tono un tanto demodé. No, en este caso estamos ante un ejercicio retro que mediante el rescate del viejo formato que utilizaba la película de 8 milímetros, nos devuelve a un resultado cinematográfico que teníamos olvidado. No se trata de una mera nostalgia tecnológica. A lo que el espectador se expone en Super 8 es a todo un conjunto de elementos que en su momento sirvieron para armar una buena entretención.
Rendido a través del proyecto de unos chicos de hacer su propia película, Super 8 es también y sobre todo un homenaje al oficio mismo de hacer cine. Joe, Alice y sus amigos están haciendo una película de zombies. En la película de Abrams este elemento no es tan sólo un juego infantil o adolescente del cual se hace desprender toda la trama de la narración. Ni lo uno, ni lo otro; ni es un juego de chicos, ni es tampoco un pretexto argumental para adentrar al espectador en la historia de fondo. Joe y sus amigos no están jugando a hacer cine; lo están de veras haciendo y Abrams se sirve de esto para mostrarnos, desde su estructura más elemental, como nacen todas las películas.
Es lamentable que una película de esta estatura haya pasado entre nosotros apenas como una entretención del montón, siendo como es una muy bien lograda evocación de todo un concepto de entretención.
En Super 8 el tiempo juega de una manera especial. No se trata de sentarnos hoy a ver una película de los setentas; se trata de sentarnos hoy a ver una película de hoy pero hecha como si se estuviera en los setentas. No estamos entonces ante esa película cuyo encanto - o buena parte de él al menos - está dado por su tono un tanto demodé. No, en este caso estamos ante un ejercicio retro que mediante el rescate del viejo formato que utilizaba la película de 8 milímetros, nos devuelve a un resultado cinematográfico que teníamos olvidado. No se trata de una mera nostalgia tecnológica. A lo que el espectador se expone en Super 8 es a todo un conjunto de elementos que en su momento sirvieron para armar una buena entretención.
Rendido a través del proyecto de unos chicos de hacer su propia película, Super 8 es también y sobre todo un homenaje al oficio mismo de hacer cine. Joe, Alice y sus amigos están haciendo una película de zombies. En la película de Abrams este elemento no es tan sólo un juego infantil o adolescente del cual se hace desprender toda la trama de la narración. Ni lo uno, ni lo otro; ni es un juego de chicos, ni es tampoco un pretexto argumental para adentrar al espectador en la historia de fondo. Joe y sus amigos no están jugando a hacer cine; lo están de veras haciendo y Abrams se sirve de esto para mostrarnos, desde su estructura más elemental, como nacen todas las películas.
Es lamentable que una película de esta estatura haya pasado entre nosotros apenas como una entretención del montón, siendo como es una muy bien lograda evocación de todo un concepto de entretención.