Añadir a mi grupo de amigos/usuarios favoritos
Puedes añadirle por nombre de usuario o por email (si él/ella ha accedido a ser encontrado por correo)
También puedes añadir usuarios favoritos desde su perfil o desde sus críticas
Nombre de grupo
Crear nuevo grupo
Crear nuevo grupo
Modificar información del grupo
Aviso
Aviso
Aviso
Aviso
El siguiente(s) usuario(s):
Group actions
You must be a loged user to know your affinity with Vicente
0
Listas
- Recomendaciones
- Estadísticas
- Sus votaciones a categorías
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de Vicente:
9

Voto de Vicente:
9
6.1
362
Comedia
El hermano Pío (Pepe Isbert), limosnero de una congregación de monjas que sostiene un orfanato, viaja a Madrid con una imagen del Niño Jesús para pedir limosna. Lucio (Tony Leblanc), un ladronzuelo de poca monta que acaba de salir de la cárcel, ve la posibilidad de hacer negocio timando a los donantes suscritos a la limosna y le roba la imagen al anciano. (FILMAFFITY)
21 de agosto de 2024
21 de agosto de 2024
Sé el primero en valorar esta crítica
El pícaro ha sido siempre uno de los personajes favoritos de la literatura y del cine español, tan bien retratado en este último medio por Fernando Fernán Gómez en su serie "El Pícaro", compendio de todas las obras que nuestro Siglo de Oro dedicó a tal insigne figura. El pícaro es un superviviente, que se vale de mil argucias para llevarse el pan a la boca y cuya moralidad oscila entre el bien y el mal, sin una clara inclinación hacía alguno de ellos, sino más bien por los dos a la vez.
En esa ocasión no estamos ya en la España del Siglo de Oro, sino en la de los años sesenta, y nuestros "pícaros" con Tony Leblanc y José Isbert, que tienen como escenario de sus andanzas aquel Madrid del Rastro, de las tascas y de las pensiones, lugares de cita de esos pícaros contemporáneos. Y es que, "Don Lucio y el Hermano Pío" nos ofrece un retrato, como muchas otras películas de la época, costumbrista y realista de aquella España que, para muchos, es como "aquel país lejano" y de la cual sólo nuestros padres nos pueden hablar.
Ni que decir tiene que el gran protagonista es, por lo menos para un servidor, el gran José Isbert, un actor a reivindicar y del que, desgraciadamente se habla hoy muy poco o nada. Ese gran actor español que brilló en las pantallas con películas como "Los ladrones somos gente honrada", "Historias de la Radio", "El verdugo", "La Gran Familia"..., y en unas cuantas más más o menos conocidas, pero en las que brillaba con luz propia. Ello no supone, minusvalorar el papel de Tony Leblanc, que interpreta a ese pícaro de buen corazón, con el que terminas identificándote.
Y es que la película también es, en parte moraleja, en parte critica social, como muchas de las películas que, bajo capa de comedia o drama, se producían en aquella época, sorteando con ingenio a la censura. Nieves Conde, conocido por su drama urbano "Surcos", nos ofrece un retrato agradable, pero critico, sociológicamente católica, pero que no dejaba por ello de mantener cierta doblez moral en todos sus estratos, más o menos como la España del Siglo de Oro. Ni el pícaro Don Lucio, con sus trapicheos, es tan malo, sino el venerable Hermano Pío es tan santo, simplemente son humanos, con sus virtudes y defectos.
Agradecer también la presencia de Alfredo Mayo, ya lejano a sus papeles épicos de los años cuarenta, y también de Fernando Rey, ese gran actor, del que hoy también se habla poco. Pasado y futuro del cine español, se dan cita en este entremés, interpretando correctamente al policía que busca la redención de su amigo, y del señor de la casa que le duele dar una limosna de más al pícaro limosnero.
En definitiva, una entrañable película, de una época ya pasada, pero donde se reflejan esos valores universales de la generosidad, la solidaridad y la fe, que superan el paso del tiempo.
En esa ocasión no estamos ya en la España del Siglo de Oro, sino en la de los años sesenta, y nuestros "pícaros" con Tony Leblanc y José Isbert, que tienen como escenario de sus andanzas aquel Madrid del Rastro, de las tascas y de las pensiones, lugares de cita de esos pícaros contemporáneos. Y es que, "Don Lucio y el Hermano Pío" nos ofrece un retrato, como muchas otras películas de la época, costumbrista y realista de aquella España que, para muchos, es como "aquel país lejano" y de la cual sólo nuestros padres nos pueden hablar.
Ni que decir tiene que el gran protagonista es, por lo menos para un servidor, el gran José Isbert, un actor a reivindicar y del que, desgraciadamente se habla hoy muy poco o nada. Ese gran actor español que brilló en las pantallas con películas como "Los ladrones somos gente honrada", "Historias de la Radio", "El verdugo", "La Gran Familia"..., y en unas cuantas más más o menos conocidas, pero en las que brillaba con luz propia. Ello no supone, minusvalorar el papel de Tony Leblanc, que interpreta a ese pícaro de buen corazón, con el que terminas identificándote.
Y es que la película también es, en parte moraleja, en parte critica social, como muchas de las películas que, bajo capa de comedia o drama, se producían en aquella época, sorteando con ingenio a la censura. Nieves Conde, conocido por su drama urbano "Surcos", nos ofrece un retrato agradable, pero critico, sociológicamente católica, pero que no dejaba por ello de mantener cierta doblez moral en todos sus estratos, más o menos como la España del Siglo de Oro. Ni el pícaro Don Lucio, con sus trapicheos, es tan malo, sino el venerable Hermano Pío es tan santo, simplemente son humanos, con sus virtudes y defectos.
Agradecer también la presencia de Alfredo Mayo, ya lejano a sus papeles épicos de los años cuarenta, y también de Fernando Rey, ese gran actor, del que hoy también se habla poco. Pasado y futuro del cine español, se dan cita en este entremés, interpretando correctamente al policía que busca la redención de su amigo, y del señor de la casa que le duele dar una limosna de más al pícaro limosnero.
En definitiva, una entrañable película, de una época ya pasada, pero donde se reflejan esos valores universales de la generosidad, la solidaridad y la fe, que superan el paso del tiempo.