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España España · barcelona
Voto de avanti:
9
Drama. Romance Adaptación de la célebre novela de Charlotte Brontë con un reparto de lujo, encabezado por Joan Fontaine y Orson Welles (que 3 años antes había estrenado su ópera prima "Ciudadano Kane"), sobre la profunda historia de amor de una institutriz y un rico heredero que se verá truncada por un trágico acontecimiento del pasado de éste. (FILMAFFINITY)
17 de marzo de 2017
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando Robert Stevenson (1905-1986), se inició en la dirección con su obra prima codirigida con Paul Martin, Happy ever after (1932), poco sospechaba que cuatro años más tarde iba a realizar una de las más logradas adaptaciones para el gran cine de la inmortal obra de Charlotte Brontë: Jane Eyre, escribiendo el guión junto a John Houseman y Aldous Huxley, la música de Bernard Herrmann y la fotografía de George Barnes. Desde un primer momento todo presagiaba turbulencias, enconadas pasiones enfrentadas, rencores no superados y clamorosos arrepentimientos no perdonados. La fuerza arrebatadora de la historia en manos de Stevenson, nos traslada, sin solución de continuidad, al embravecido enfrentamiento entre inocencia y maldad, vileza y bondad, vacuidad y pensamiento.

La infancia de la pequeña huérfana adoptada Jane Eyre (Peggy Ann Garner) se nos muestra entre la mísera oscuridad de un trastero, y las innecesarias precauciones del servicio, exceptuando a la bondadosa sirvienta Bessie (Sara Algood). Ya, en las primeras escenas, Robert Stevenson utiliza las imágenes con fuertes cargas emocionales: claroscuros, subjetividad en planos, siniestra inquietud en los personajes acompañados y el plano detalle de la temblorosa vela que apenas ilumina los acontecimientos previos a la solución interesada de Mrs. Reed (Agnes Moorehead), de su caprichoso, vanidoso redomado, vago y consentido hijo, así como del oscuro e intransigente educador Henry Brocklehurst (Henry Daniel) quien dará credibilidad a las falsas acusaciones de la 'compungida tía' desligada emocionalmente de nuestra protagonista.

Ante las expectativas de un futuro mejor, Jane se da de bruces con la fría realidad en la Institución Lowood para señoritas huérfanas. Stevenson despierta a nuestra protagonista al crudo, desangelado y frío centro, y a la implacable intransigencia del director convencido que las bondades divinas solo se consiguen por medio de la disciplina, de la sumisión y del sacrificio severo. Tras el agrio recibimiento y la posterior soledad aplicada a Jane, sobre un trágico aunque brillante plano general, la pequeña Helen Burns (Elizabeth Taylor) se convertirá en su bienhechora, compartiendo juntas todo tipo de vicisitudes bajo el atento cuidado del Dr. Rivers (John Sutton) que se enfrentará a la indolente actitud del severo director del centro.

Una acertada elipsis en el tiempo nos sitúa, a la joven Jane Eyre (Joan Fontaine) ante la decisión de elegir entre impartir clases en la institución, o la suya propia: sentirse libre para encontrarse con su propio destino como institutriz, hallado en la mansión Grace Pool. El giro radical que provocan los acontecimientos venideros despierta a Jane del aletargado e irreal estado emocional en el que vivía entre los muros de la institución, a golpes de realidad y del sobresaltado jinete Edward Rochester (Orson Welles), quien entre la densa bruma del abrupto paraje que rodea la mansión, maldice sorprendido el accidentado encuentro entre la sorpresa y el estupor con la nueva institutriz, tratando de hallar respuesta entre los apropiados primeros planos contraplanos y planos detalle a la inesperada situación vivida, acompañada por los sonoros ladridos del gigantesco gran danés convertido en elemento trascendente para el desarrollo final de los acontecimientos.

La diversidad procesional de insustanciales personajes con distintos intereses volcados sobre la interesada belleza de la cazadotes Blanche Ingram (Hillary Brooke), entre planos generales de aparente tranquilidad emocional con el acento en iluminaciones planas, dan paso a los dramáticos planos medios y generales bañados en presagiados claroscuros, acompañando a la inevitable y dolorosa espiral que producirán los acontecimientos inmediatos, en oposición a la total indefensión de la pequeña Adele Varens (Margaret O'Brien), situada por las circunstancias en mitad del torbellino emocional provocado por el maldito pasado, y la realidad a la que nuestros protagonistas han de enfrentarse por diversos motivos, contrastando la necesidad de redimir tiempos pretéritos por medio de la bondadosa empatía de Jane Eyre, con la inesperada causalidad de Edward Rochester enfrentado al imparable torbellino de las desatadas locuras ocultas bajo llave durante tanto, tanto tiempo.
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