La historia te atrapa desde el principio y cuando no sabes por donde va a continuar, seguramente porque te olvidas que son humanos, da un giro y te introduce en otro camino inesperado, pero plausible, y lleno de ilusión. Pero un día el protagonista se mira en el espejo y se da cuenta de que es mera ilusión, que la realidad es lo que ha vivido hasta llegar a la madurez, y vienen las dudas. Realmente las dudas vienen porque ya no cree en la juventud, ni en su forma de vivir, y duda de que los jóvenes sepan lo que quieren. Con la madurez parece que sabe lo que quiere y piensa que todo se puede comprar. Pero la realidad es terca y es muy difícil de sustituir o eliminar. Se produce entonces el drama, y hay que ver que bien planteado está, y como entras implicándote y con deseos de ayudar. En esos momentos del verdadero drama el guión consigue cotas de genialidad, al estilo de los mejores thriller que se han hecho en cine. Todo, desde el principio al fin está realizado con una gran maestría y con una fotografía que pone a la película lejos de esas historias de gays que parecen escritas solo para gays. La interpretación de hombre maduro que hace Olivier Rabourdin se enmarca en el cine negro al estilo europeo y todos los intérpretes secundarios, como sacados de países del este, están tan correctos que a veces crees estar viendo un documental. Cine que hay que ver para saber como se debe contar una historia con imágenes y para perder tanto prejuicio sobre sexos y razas.