Coge todo lo que crees que va a gustar al público, mételo en una coctelera, agítalo con fuerza y sírvelo en una bonita copa. Eso es "Cielo rojo sangre", un pastiche alemán que coge ideas de aquí y de allí para hacer un producto bastante más original que el que se puede esperar de tal ejercicio de patchwork cinematográfico. Y resulta que, aunque le ves las costuras y, por momentos, roza el telefilme europeo de sábado por la tarde, el empeño de Peter Thorwarth por hacer una película original y entretenida, salva el desastre. Porque, reconozcámoslo, si alguien te dice que Netflix ha contratado a un director alemán para hacer un cruce entre "Tren a Busán" y "Serpientes en el avión" con vampiros, pensarías "vale, a ver que nueva tontería se sacan de la manga". Y aunque "Cielo rojo sangre" tiene mucho de tontería (sobre el papel) la verdad es que funciona mejor de lo esperado... si no esperas mucho.

La película tiene ritmo, tiene una factura visual más que correcta, la parte de los vampiros es la mejor parte (visualmente bien resuelta) y la historia, aunque es una tontería como la copa de un pino, tampoco chirría demasiado. Porque da la impresión de que aquí han querido hacer algo más funcional que artístico. Y funciona. Desde luego esto no es gran cine, pero tampoco es una serie B aburrida. Esto funciona más bien que mal.