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Voto de Pedroanclamar:
7
Drama Jefferson Smith (James Stewart), un joven ingenuo e idealista, que parece fácilmente manipulable, es nombrado senador. Ignora que en Washington tendrá que vérselas con políticos y empresarios sin escrúpulos que le harán perder la fe. Sin embargo, gracias a su secretaria, una joven que conoce muy bien los entresijos de la política, protagoniza en el Senado una espectacular y maratoniana intervención en la que, además de defender ... [+]
2 de julio de 2020
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Una película, obra o creación artística nunca está desligada de un contexto de producción, pues está ceñida por ciertas condiciones históricas, políticas, económicas y culturales. Caballero sin espada se estrena en 1939, año de propuestas geopolíticas de regímenes gubernamentales: totalitarismos en Europa y democracia en EE.UU. La legitimidad discursiva, siempre estratégica, de la autocrítica allana el camino de una propuesta política. Eso es precisamente lo que hace Capra: devela los vicios de la democracia representativa pero estos son derrotados al interior de ella misma. Presenciamos, en el fondo, la auto-superación de la democracia, en tiempos en los que Estados Unidos se erigía como su representante más conspicuo.
Todo reboza, sin embargo, de americanismo. La apelación constante de figuras históricas gringas como deidades de la democracia junto al capitolio y la propia constitución propugnan por este imperialismo, por demostrar a Estados Unidos como el más noble representante de la democracia representativa. El salvador de la democracia está dentro de las dinámicas y praxis de la democracia. El colmo de este planteamiento radica en la provisión de la inocencia misma (la pureza, la candidez), en un hombre no viciado, niños y espacios rurales que enarbolan las buenas prácticas de la democracia. El film de Capra, en suma, opera como discurso de legitimidad al proyecto político y geopolítico, a la larga, de Estados Unidos, la férrea defensa a los valores democráticos.
Es dable creer, sin embargo, para su época, que esta película constituyó una crítica portentosa al modelo político de un imperio aún no consagrado, que podría haber atentado contra su buena imagen. Parcialmente, eso se valora. Fue un golpe para su época, no para la nuestra.
Ahora, en relación a lo propiamente cinematográfico, las actuaciones fueron bastante buenas, con un papel principal, sin embargo, ingenuo sobremanera (uno se pregunta hasta qué punto había necesidad de hacer un plano a las caderas de James Stewart mientras conversaba con la hija del senador corrupto para graficar su timidez y torpeza. Una toma algo excéntrica e innecesaria, si después de todo la hija del senador no vuelve a involucrarse mayormente en la trama. La actuación de Claude Rains es notable, interpretada con una fuerza y verosimilitud digna de loas.
Pedroanclamar
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