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España España · Barcelona
Voto de Juan Poz:
9
Drama La vida es dura en la granja de Mac Donald en Nueva Escocia y todavía resulta más difícil para Belinda, una joven sorda cuya desgracia se confunde con discapacidad mental. El nuevo médico de la ciudad muestra interés en ayudarla a salir de su silenciosa cárcel. (FILMAFFINITY)
22 de enero de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Belinda es una película de Jean Negulesco, un director de exquisita sensibilidad, que le valió a Jane Wyman un Oscar y el más corto discurso de agradecimiento que jamás se haya oído en esas ceremonias: I won this award by keeping my mouth shut and I think I'll do it again. Pero supongo que lo pronunciaría con la prodigiosa expresividad ocular y gestual con que conquista al espectador en su papel de sordomuda que recibe el “don” de la palabra a través del médico que se instala en el remoto pueblo de pescadores de Nueva Esocia, en Canadá (aunque la película se rodó, by the way…en California) donde la protagonista vive tratando de explotar un miserable rancho a cuya tierra apenas puede arráncarsele una cosecha que permita cierto desahogo a quienes han de dedicarse a menesteres como moler la harina de los demás y hacer pan. La pobreza general es uno de los rasgos distintivos de la localidad, y las consiguientes dificultades para salir adelante. La película transcurre casi bucólicamente, en unos paisajes a medio camino entre el campo y el mar, y el doctor, cuya asistenta no consigue que se fije en ella, se vuelca en la enseñanza de la lengua de signos a la sordomuda, quien, a través de esas lecciones, y dada su inteligencia natural, no tarda en lograr comunicarse con fluidez. Es huérfana de madre y su padre la tiene empleada en el rancho en duros trabajos que contribuyan al mantenimiento de los tres, el padre, su hija y la hermana del padre, una Agnes Moorehead magnífica en su papel de persona huraña que, cuando llega el conflicto dramático, se reconvierte en la más dulce de las criaturas. Los clientes del padre de la sordomuda llegan en alegre comitiva a recoger sus sacos de harina e improvisan un pequeño baile. Como “la tonta”, que es como todos llaman, padre y tía incluidos, a la sordomuda, se ha arreglado y ya no parece la cenicienta que siempre les ha parecido a todos que era, despierta, de repente la lascivia del novio de la asistenta del doctor, quien, cuando advierte que el padre y la tía están en el pueblo, no duda en ir a la granja y violar a la protagonista. Por una exploración que decide el doctor que le hagan en la ciudad, descubre este que Belinda está embarazada, aunque no dice nada, excepto a su tía. El padre, no tarda en enterarse y su primera reacción es revolverse contra el doctor a quien culpa del abuso. Sin que ni Belinda ni el doctor digan quién ha sido, la reacción del doctor es conseguir que el padre acepte lo que para Belinda va a significar tener un hijo, al que, a pesar de haber sido engendrado en una violación, no rechaza, porque Belinda, no obstante su adversa condición, es un ser en estrecha comunicación con la vida, alegre y lleno de esperanza. La película, que lego no pocas cosas a La hija de Ryan y a El milagro de Ann Sullivan y que hereda otras tantas de La ruta del tabaco, es una película valiente e inusual para la época, porque la aceptación con aparente normalidad de una violación cuyo fruto no es rechazado, sino que colma de alegría el hogar donde nace y que, en un giro de guion espectacular, una vez casado ya el violador con la asistenta del doctor, cuando este ha tenido que dejar el pueblo porque ha perdido toda la clientela al haber sido declarado culpable de la violación, dado el tiempo que solía pasar con la protagonista, el padre siente, de repente, la “llamada” de la paternidad y lo organiza todo para arrebatarle su hijo a la sordomuda. Antes de ello, el padre, a través de la reacción de su hija ante el violador, descubre quién es y se propone revelarlo ante el resto de la comunidad. El violador se revuelve contra el padre y en una lucha al borde del acantilado que marca prácticamente uno de los límites de la granja, acaba empujándolo al vacío, despeñándolo y matándolo. Quede claro que cuando el doctor se marcha Belinda ya le ha declarado su amor, que él acepta, así como a la criatura. El intento de arrebatarle el hijo a Belinda acaba en tragedia, con la poéticamente justa muerte del violador, lo que implica la celebración de un juicio en el que Belinda es acusada de asesinato. Y ahí dejo la sinopsis porque tampoco es cuestión de extralimitarse con aquellos espectadores a los que el resumen que hasta aquí llega les despierta la necesidad de ver esta película. Hablo de necesidad, porque el lirismo, el realismo y la dureza social de la película, con ese personaje fuerte del padre que lucha por salir adelante sin pedir ayuda ninguna, fiándose únicamente de lo que pueda hacer con su fuerza de trabajo, la de su hermana e incluso la de su hija, y a quien, en un momento dado, ni siquiera fían ya en el colmado donde más funciona la economía de trueque que la dineraria, adquieren una dimensión casi épica en esta película, por otro lado tan intimista.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Juan Poz
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