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9
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6.6
1,877
Drama
Una niña decide suicidarse saltando al vacío el día de su undécimo cumpleaños. Por si no fuese ya un caso suficientemente extraño y doloroso de por sí, la chica tenía una sonrisa en su boca antes de lanzarse al vacío, y su familia tarda bien poco en hacer lo indecible para olvidar su mera existencia. Esto último alarma a los Servicios Sociales, que deciden hacer una visita a una familia aparentemente perfecta...
18 de septiembre de 2014
18 de septiembre de 2014
14 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Miss Violence" (2013, Alexandros Avranas) es una película dramática, con abundantes rasgos de drama psicológico, escrita y dirigida por el griego Alexandros Avranas, en la que es su segunda película, aunque sea la primera en alcanzar el reconocimiento internacional. La película trata sobre una familia griega, en la cual conviven los dos abuelos; sus tres hijas, una de doce, otra de catorce y una ya más mayor; y los hijos de esta última, es decir, los nietos. En el undécimo cumpleaños de una de las hijas, esta salta del balcón y se precipita al vacío, muriendo, pero con una sonrisa en la cara.
El tipo de película se anticipa desde los peculiares créditos, que son un espejismo de como va a ser la hora y media restante: austera, dura, seca, cruel. Ya lo dicen los refranes, "Las apariencias engañan" o "No todo es lo que parece", y detrás de esta familia que convive toda bajo un mismo techo, ayudándose entre ellos en una época de una dura crisis económica con rescate incluido, e inestabilidad política (contexto que no se trata durante la película, y que sirve sólo de eso, de escenario para desarrollar los hechos), una familia que supondría un ejemplo de fraternidad, ayuda mutua y amor, detrás de toda este modelo a seguir, que no es más que una fachada, se esconde una verdad insana, una atrocidad, un auténtico infierno. El film cuenta con un inicio potente (nada más y nada menos que el suicidio de una menor), que parece que puede ser lo más duro del metraje, pero no es así. Aunque la película baja el ritmo la hora siguiente, y se hace más lenta, no aburre, sino que resulta magnética, sigues la película mientras las fachada de la familia se va derrumbando y podemos ver su podrido interior, observas las acciones de los personajes, sus reacciones y gestos que te permiten ver que algo pasa, y no precisamente bueno. Reconoces la jerarquía establecida en la familia, y poco a poco te das cuenta de el porqué de esta, y como, una vez se mantiene un vínculo con la autoridad, nos bloqueamos ante ella, y somos incapaces de rebelarnos y reaccionar contra ella, viviendo aterrorizados y parados mientras observamos y sufrimos el daño en nuestra carne (este bloqueo hacia alguien íntimo que nos hace daño es el que suele ocurrir en los casos de maltrato, y que recuerda al Síndrome de Estocolmo). Una hora de angustiosa claustrofobia (provocada en parte por el rodaje que es en su gran mayoría de interiores) en la que aguardas algo que no llega y que solo es la calma que precede a la tormenta, el purgatorio. Porqué es en la última hora cuando se desata la película, donde presenciamos el infierno desde el que está rodada la película. Si la primera hora era seca y cruda, y éramos nosotros los que intuíamos lo que estaba sucediendo (quizá por una mente enferma o porqué nos situamos siempre en lo peor, además de que la película da señales de que algo semejante a nuestros pensamientos estaba sucediendo), en esta última media hora se nos confirma todo, y no a escondidas, sino que se muestra todo con pelos y señales, lo más explícito posible, una media hora visceral, en ocasiones insufrible y terriblemente dura y cruel, un rato enfermo que te hará sentir mal, como si tú fueras el culpable, mientras ves impotente y sin poder hacer nada, lo que está sucediendo delante de tus narices. Una media hora de torturas y de penosas vidas en el infierno, un infierno con forma de casa, gobernada por un ser despreciable, un infierno que contemplas mientras que sientes como se te revuelven las entrañas y solo tienes ganas de coger al desgraciado para reventar su cabeza contra la pared. Quizá el título de la película juegue con eso, con la violencia animal que despierta en el espectador, porque la película es de las que hacen mella en el espectador, lo provocan, lo escandalizan y lo hacen reaccionar, con dolor y rabia. Y con un buen final, que intenta aliviar al espectador, pero que da la sensación de haber llegado demasiado tarde.
La cinta cuenta con una fotografía excelente, minuciosa y muy cuidada, diferente y que puede resultar molesta a algunos espectadores (ya que muchas veces el encuadre corta la cabeza de alguien, o no se muestra al personaje), pero que nos obsequia con algunos planos secuencia geniales; y con una banda sonora que resulta inquietante, a destacar la escena inicial del cumpleaños de la niña, en la que se oye de fondo a Leonard Cohen con su "Dance me to the end of love", mientras esta se sube al balcón y se arroja al vacío. También mencionar la ambientación (en su mayoría de interiores) que como ya he dicho antes resulta claustrofóbica, y una excelente dirección merecedora del León de Plata del 70 Festival de Venecia del que fue ganador. Otro de los puntos fuertes son las actuaciones, que, pese a que parecen frías y deshumanizadas, es esto precisamente lo que se buscaba en unas personas que viven dominadas por un ser malvado que delante de una reacción inadecuada puede desatar su furia, unas actores, que cuando se requiere abandonan esa frialdad característica de un robot, y hacen gala de su rabia, tristeza, enfado, impotencia... Y que con sus detalles, como pequeños gestos o miradas cargadas de miedo y repulsión nos hacen saber (durante esa primera hora en la que parece que estemos en el limbo, durante la que no pasa nada, pero que se intuye que pasa de todo) que algo sucede, que no es tanta la armonía y amor que se vive en la familia (de puertas al exterior), y que nos hace sospechar y sentirnos inquietos, esperando una atrocidad que finalmente llega.
En conclusión, "Miss Violence" es una película extremadamente dura y desagradable, una genial película, con un guión excelente de una historia insana, y con escenas viscerales. Una cinta con una magnífica fotografía y buenísimas actuaciones, que hace mella en el espectador, y lo provoca, haciéndola imposible de olvidar. Película cruda y desesperanzadora cargada de una sordidez extrema, que no hace más que ensalzar la crueldad de la naturaleza humana.
El tipo de película se anticipa desde los peculiares créditos, que son un espejismo de como va a ser la hora y media restante: austera, dura, seca, cruel. Ya lo dicen los refranes, "Las apariencias engañan" o "No todo es lo que parece", y detrás de esta familia que convive toda bajo un mismo techo, ayudándose entre ellos en una época de una dura crisis económica con rescate incluido, e inestabilidad política (contexto que no se trata durante la película, y que sirve sólo de eso, de escenario para desarrollar los hechos), una familia que supondría un ejemplo de fraternidad, ayuda mutua y amor, detrás de toda este modelo a seguir, que no es más que una fachada, se esconde una verdad insana, una atrocidad, un auténtico infierno. El film cuenta con un inicio potente (nada más y nada menos que el suicidio de una menor), que parece que puede ser lo más duro del metraje, pero no es así. Aunque la película baja el ritmo la hora siguiente, y se hace más lenta, no aburre, sino que resulta magnética, sigues la película mientras las fachada de la familia se va derrumbando y podemos ver su podrido interior, observas las acciones de los personajes, sus reacciones y gestos que te permiten ver que algo pasa, y no precisamente bueno. Reconoces la jerarquía establecida en la familia, y poco a poco te das cuenta de el porqué de esta, y como, una vez se mantiene un vínculo con la autoridad, nos bloqueamos ante ella, y somos incapaces de rebelarnos y reaccionar contra ella, viviendo aterrorizados y parados mientras observamos y sufrimos el daño en nuestra carne (este bloqueo hacia alguien íntimo que nos hace daño es el que suele ocurrir en los casos de maltrato, y que recuerda al Síndrome de Estocolmo). Una hora de angustiosa claustrofobia (provocada en parte por el rodaje que es en su gran mayoría de interiores) en la que aguardas algo que no llega y que solo es la calma que precede a la tormenta, el purgatorio. Porqué es en la última hora cuando se desata la película, donde presenciamos el infierno desde el que está rodada la película. Si la primera hora era seca y cruda, y éramos nosotros los que intuíamos lo que estaba sucediendo (quizá por una mente enferma o porqué nos situamos siempre en lo peor, además de que la película da señales de que algo semejante a nuestros pensamientos estaba sucediendo), en esta última media hora se nos confirma todo, y no a escondidas, sino que se muestra todo con pelos y señales, lo más explícito posible, una media hora visceral, en ocasiones insufrible y terriblemente dura y cruel, un rato enfermo que te hará sentir mal, como si tú fueras el culpable, mientras ves impotente y sin poder hacer nada, lo que está sucediendo delante de tus narices. Una media hora de torturas y de penosas vidas en el infierno, un infierno con forma de casa, gobernada por un ser despreciable, un infierno que contemplas mientras que sientes como se te revuelven las entrañas y solo tienes ganas de coger al desgraciado para reventar su cabeza contra la pared. Quizá el título de la película juegue con eso, con la violencia animal que despierta en el espectador, porque la película es de las que hacen mella en el espectador, lo provocan, lo escandalizan y lo hacen reaccionar, con dolor y rabia. Y con un buen final, que intenta aliviar al espectador, pero que da la sensación de haber llegado demasiado tarde.
La cinta cuenta con una fotografía excelente, minuciosa y muy cuidada, diferente y que puede resultar molesta a algunos espectadores (ya que muchas veces el encuadre corta la cabeza de alguien, o no se muestra al personaje), pero que nos obsequia con algunos planos secuencia geniales; y con una banda sonora que resulta inquietante, a destacar la escena inicial del cumpleaños de la niña, en la que se oye de fondo a Leonard Cohen con su "Dance me to the end of love", mientras esta se sube al balcón y se arroja al vacío. También mencionar la ambientación (en su mayoría de interiores) que como ya he dicho antes resulta claustrofóbica, y una excelente dirección merecedora del León de Plata del 70 Festival de Venecia del que fue ganador. Otro de los puntos fuertes son las actuaciones, que, pese a que parecen frías y deshumanizadas, es esto precisamente lo que se buscaba en unas personas que viven dominadas por un ser malvado que delante de una reacción inadecuada puede desatar su furia, unas actores, que cuando se requiere abandonan esa frialdad característica de un robot, y hacen gala de su rabia, tristeza, enfado, impotencia... Y que con sus detalles, como pequeños gestos o miradas cargadas de miedo y repulsión nos hacen saber (durante esa primera hora en la que parece que estemos en el limbo, durante la que no pasa nada, pero que se intuye que pasa de todo) que algo sucede, que no es tanta la armonía y amor que se vive en la familia (de puertas al exterior), y que nos hace sospechar y sentirnos inquietos, esperando una atrocidad que finalmente llega.
En conclusión, "Miss Violence" es una película extremadamente dura y desagradable, una genial película, con un guión excelente de una historia insana, y con escenas viscerales. Una cinta con una magnífica fotografía y buenísimas actuaciones, que hace mella en el espectador, y lo provoca, haciéndola imposible de olvidar. Película cruda y desesperanzadora cargada de una sordidez extrema, que no hace más que ensalzar la crueldad de la naturaleza humana.