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Voto de minke:
3
Voto de minke:
3
7.1
2,607
22 de enero de 2013
22 de enero de 2013
15 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hasta el más encallecido de los cinéfilos -capaz de llevar a su novia de 17 años en su primer día de noviazgo a la matiné del Bellas Artes a ver una trilogía de Bertolucci (Prima dilla rivoluzione, La estrategia de la araña y La Commare Secca)-, tiene sus límites. Muy próximos a esta película portuguesa en blanco y negro, narrada por una voz en off, que homenajea al original de Murnau a la vez que también juega con Memorias de África, ("Yo tenía una granja en África").
A la melancólica y aterciopelada saudade portuguesa se añade una primera parte esperpéntica pero sin gracia en una Lisboa invernal, con una anciana ludópata y senil que recuerda en su lecho de muerte una relación adúltera.
En la segunda aparece África, el blanco y negro toma un aspecto granuliento por el formato de 16 mm y la excentricidad puede tener gracia, si se juzga con mucho optimismo. Y también aparece una portuguesa de bandera, la primera que conoce el que esto firma, viajero frecuente por las tierras de Pessoa.
Y sin embargo, y a pesar de todo, Mozambique presta su salvaje belleza, los números musicales tienen cierta gracia, -por fortuna no incluyen fados-, y algunos símbolos como el cocodrilo, embajador de la lujuria, comienzan a activar su maquinaria.
Definitivamente más chispeante que el cine iraní, esa es la frontera que nunca, nunca, hay que traspasar.
alfonso
http://www.delgadalinearoja.com/2013/01/tabu.html
A la melancólica y aterciopelada saudade portuguesa se añade una primera parte esperpéntica pero sin gracia en una Lisboa invernal, con una anciana ludópata y senil que recuerda en su lecho de muerte una relación adúltera.
En la segunda aparece África, el blanco y negro toma un aspecto granuliento por el formato de 16 mm y la excentricidad puede tener gracia, si se juzga con mucho optimismo. Y también aparece una portuguesa de bandera, la primera que conoce el que esto firma, viajero frecuente por las tierras de Pessoa.
Y sin embargo, y a pesar de todo, Mozambique presta su salvaje belleza, los números musicales tienen cierta gracia, -por fortuna no incluyen fados-, y algunos símbolos como el cocodrilo, embajador de la lujuria, comienzan a activar su maquinaria.
Definitivamente más chispeante que el cine iraní, esa es la frontera que nunca, nunca, hay que traspasar.
alfonso
http://www.delgadalinearoja.com/2013/01/tabu.html