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Voto de Uma:
4
7.6
59,918
Comedia. Drama. Romance
Hollywood, 1927. George Valentin es una gran estrella del cine mudo a quien la vida le sonríe. Pero con la llegada del cine sonoro, su carrera corre peligro de quedar sepultada en el olvido. Por su parte, la joven actriz Peppy Miller, que empezó como extra al lado de Valentin, se convierte en una estrella del cine sonoro. (FILMAFFINITY)
26 de marzo de 2012
33 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo primero que me pregunto cuando empieza esta película, es por qué se tiene que hacer una película muda en 2011. Espero averiguarlo a lo largo de la proyección. Me fijo ese objetivo elemental y, con severidad, me obligo ya de antemano a suspenderla si no termino por hallar una respuesta satisfactoria. No vengo con prejuicios, no me molesta que exista una película muda en 2011. Tengo expectativas. Siempre he pensado que las mejores películas de toda la historia, en términos visuales, se hicieron el año antes de que se impusiera el sonido en el cine: seguramente nunca se ha llegado a explorar tanto la fuerza expresiva de la imagen como ese último año. Luego ya entraron otros elementos y ya no fue necesario sacarle tanto jugo. Me gusta la imagen pura, me gustan los cortometrajes silenciosos que se emplean a fondo con los encuadres y los movimientos de cámara, que exprimen unos ojos húmedos, o una larga sonrisa, o un plano contraplano en el que subyace un discurso. La mayoría son una mierda, pero aprecio el esfuerzo, y se tropieza uno con imágenes evocadoras y con caracter.
¿Qué pretende The Artist? ¿A qué viene este extraño experimento? Se apagan las luces.
Un bonito y folklórico paseo por tiempos pasados, no solo un paseo histórico, sino un recorrido desvergonzado por el mundo del cine, montado en el vehículo maravilloso del plagio (¿acaso homenaje?). Al principio no parece otra cosa que una imitación desconcertante, rayana en la parodia. Se encadenan números que tienen un poco de payasil, de gag circense, cuando el payaso nos hace reír o llorar entre el número del trapecio y el del domador de leones.
Con ese poco de ingenio mímico, avanza el plagio (¿acaso homenaje?), derivando de "Cantando bajo la lluvia", a "Ha nacido una estrella", entre otras, para revelarse definitivamente como una simple fábula de animales mudos cuya esencia está directamente a la vista, bajo los focos del escenario o del rodaje. Si se tacha a "Pretty woman" de cuento, no puede irse mucho más allá con "The artist". El argumento y el tema son tan complejos como el cuento de los tres cerditos, y de hecho, a groso modo tratan asuntos cercanos: más te vale ponerte al día, afrontar con decisión los cambios que se presentan en la vida, o puede ocurrir que se te lleve el viento (o los soplidos del lobo feroz), del mismo modo que quedó barrido el viejo sur en la mítica película de David O. Selznick.
En realidad ahí me llevo una decepción: si algo diferencia esta película de los clásicos mudos, es que estos eran verdaderos dramas/comedias/tragedias... "The artist" renuncia por completo a cualquier complejidad en ese aspecto. Quizás lo más agudo de todo el asunto resida en la ironía de hacer una película muda para tratar ese tema.
¿Qué pretende The Artist? ¿A qué viene este extraño experimento? Se apagan las luces.
Un bonito y folklórico paseo por tiempos pasados, no solo un paseo histórico, sino un recorrido desvergonzado por el mundo del cine, montado en el vehículo maravilloso del plagio (¿acaso homenaje?). Al principio no parece otra cosa que una imitación desconcertante, rayana en la parodia. Se encadenan números que tienen un poco de payasil, de gag circense, cuando el payaso nos hace reír o llorar entre el número del trapecio y el del domador de leones.
Con ese poco de ingenio mímico, avanza el plagio (¿acaso homenaje?), derivando de "Cantando bajo la lluvia", a "Ha nacido una estrella", entre otras, para revelarse definitivamente como una simple fábula de animales mudos cuya esencia está directamente a la vista, bajo los focos del escenario o del rodaje. Si se tacha a "Pretty woman" de cuento, no puede irse mucho más allá con "The artist". El argumento y el tema son tan complejos como el cuento de los tres cerditos, y de hecho, a groso modo tratan asuntos cercanos: más te vale ponerte al día, afrontar con decisión los cambios que se presentan en la vida, o puede ocurrir que se te lleve el viento (o los soplidos del lobo feroz), del mismo modo que quedó barrido el viejo sur en la mítica película de David O. Selznick.
En realidad ahí me llevo una decepción: si algo diferencia esta película de los clásicos mudos, es que estos eran verdaderos dramas/comedias/tragedias... "The artist" renuncia por completo a cualquier complejidad en ese aspecto. Quizás lo más agudo de todo el asunto resida en la ironía de hacer una película muda para tratar ese tema.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
El encanto de los números hace agradable la proyección, y el encanto de Bérénice Bejo y sus asombrosas piernas. Los cuentos son pura inocencia, y a todos nos gusta aniñarnos un poco cuando se apagan las luces y nadie puede vernos la cara de bobos.
El mutismo. Como planteamiento es verdaderamente absurdo, pero embarcados en ello, los responsables de esta película se preocupan en darle un sentido a tal absurdo. Ante todo se vende como homenaje a una época que no necesita ningún homenaje, pero más allá de eso, se esfuerzan por sacarle jugo cinematográfico, intentando emular lo que lograron hacer los últimos directores del cine mudo en los años 20. Y debo admitir, con satisfacción, que existen algunas escenas orquestradas en torno al sonido/silencio que consiguen caracter expresivo. Especialmente bella me parece las escena de las escaleras, cuando él baja, apocado y en decadencia, y ella sube, llena de vida y de juventud. En ese contraste solo una cosa tienen en común, la llama del amor (¿dónde he visto yo antes una escena parecida?). Hay encuadres remarcables, y un brillante uso de la luz, en escenas con toques expresionistas. También tiene mucha fuerza el uso del silencio en una de las escenas finales. Claro que, siguiendo con la línea de los plágios (¿acaso homenajes?), resulta un empujoncito muy útil meterle a todo volumen la potentísima pieza principal de "Vértigo", creada por Bernard Hermann. Sin duda, un espectáculo para los sentidos. Un señor "homenaje" que a más de un purista le puede producir urticaria.
Terminado el experimento y deslumbrado por las luces de la sala, me hago la pregunta clave. ¿Por qué hacer una película muda en 2011? La formulo mejor. ¿Por qué hacer esta película muda en 2011? La sala se vacía lentamente y permanezco en mi butaca. Me lo he pasado bien viéndola, y me han gustado las piernas de Bérénice Bejo, claro. Hay números de mímica muy conseguidos, de esos que te hacen pensar: "¡Qué gracia!". Hay un cuento para que los niños mayores se emboben, y hay un espírito "Cantando bajo..." que te hincha de optimismo para el resto del día. No se puede decir que no sea una película honesta, toda la carne está puesta en el asador. No pretende ser más que lo que muestra.
Pero, ¿por qué? Creo que lo tengo. La respuesta es tan simple, bella y humana como la película: por vanidad.
El mutismo. Como planteamiento es verdaderamente absurdo, pero embarcados en ello, los responsables de esta película se preocupan en darle un sentido a tal absurdo. Ante todo se vende como homenaje a una época que no necesita ningún homenaje, pero más allá de eso, se esfuerzan por sacarle jugo cinematográfico, intentando emular lo que lograron hacer los últimos directores del cine mudo en los años 20. Y debo admitir, con satisfacción, que existen algunas escenas orquestradas en torno al sonido/silencio que consiguen caracter expresivo. Especialmente bella me parece las escena de las escaleras, cuando él baja, apocado y en decadencia, y ella sube, llena de vida y de juventud. En ese contraste solo una cosa tienen en común, la llama del amor (¿dónde he visto yo antes una escena parecida?). Hay encuadres remarcables, y un brillante uso de la luz, en escenas con toques expresionistas. También tiene mucha fuerza el uso del silencio en una de las escenas finales. Claro que, siguiendo con la línea de los plágios (¿acaso homenajes?), resulta un empujoncito muy útil meterle a todo volumen la potentísima pieza principal de "Vértigo", creada por Bernard Hermann. Sin duda, un espectáculo para los sentidos. Un señor "homenaje" que a más de un purista le puede producir urticaria.
Terminado el experimento y deslumbrado por las luces de la sala, me hago la pregunta clave. ¿Por qué hacer una película muda en 2011? La formulo mejor. ¿Por qué hacer esta película muda en 2011? La sala se vacía lentamente y permanezco en mi butaca. Me lo he pasado bien viéndola, y me han gustado las piernas de Bérénice Bejo, claro. Hay números de mímica muy conseguidos, de esos que te hacen pensar: "¡Qué gracia!". Hay un cuento para que los niños mayores se emboben, y hay un espírito "Cantando bajo..." que te hincha de optimismo para el resto del día. No se puede decir que no sea una película honesta, toda la carne está puesta en el asador. No pretende ser más que lo que muestra.
Pero, ¿por qué? Creo que lo tengo. La respuesta es tan simple, bella y humana como la película: por vanidad.