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Voto de Lafuente Estefanía:
7
Sinuhé, el egipcio
Voto de Lafuente Estefanía:
7
Drama Estando Egipto bajo el gobierno de los faraones de la XVIII dinastía, Sinuhé, un pobre huérfano, se convierte en un brillante médico que dedica su vida a ayudar a los pobres. Él y su fornido amigo Horemheb no sólo son testigos de un ataque epiléptico del nuevo faraón, sino que lo salvan de las garras de un león. Cuando el faraón se recupera, les agradece su gesto introduciéndolos en la Corte. (FILMAFFINITY)
21 de enero de 2022 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La medicina y la literatura han hecho siempre muy buenas migas, mejores que la medicina y el cine.
Ahí está para demostrarlo la novela de Mika Waltari que en su adaptación cinematográfica no es capaz de levantar mucho el vuelo lastrada por la densidad del texto y la por la necesidad de recrear la magnificencia de la corte faraónica.
Y sin embargo tiene su belleza decadente la grandiosidad del antiguo Egipto. También su aire de misterio y de intriga que no hemos sabido todavía desentrañar. Y es que "Todo el que ha bebido agua del Nilo ya no sacia su sed en otra parte".
Ya lo dice en su reflexión el saqueador de tumbas, "Veinte años para construir una pirámide o diez minutos para cavar una fosa". Al final, la tierra acaba conquistando todo, inmortalidad incluida, solo ella es capaz de triunfar sobre la muerte. Magnifica escena en medio del desierto con la ciudad de los Muertos al fondo.
Algo así pasa también con la cinta. Los palacios, las ricas vestimentas, el oro y las piedras preciosas, el oropel de los años de esplendor hollywootiano quedan hoy reducidos a cenizas. Sí, pero qué cenizas comparadas con la mugre cursi de las series televisivas actuales. Vale más un paseo en el carro de Horenheb (Mature) en medio de los leones que los seriales de pago que tan de moda están ahora.
A dónde va a parar la presencia de Víctor, de acuerdo, tieso y envarado pero también imponente, con los galanes de noche actuales. Lo mismo cabe decir de Simmons o de Darvi en los papeles de la bondadosa Merit y de la malvada Nefer, como de Ustinov como el genial Kaptar. Sobresalientes todos.
La realización para nosotros falla al quedar sepultada por lo gigantesco del proyecto. A pesar de su largura los personajes no terminan de cuajar, desde luego quedan muy lejos de la riqueza de matices que ofrecen en la novela.
Sobra para nosotros toda la carga filosófica y moralizante del discurso que se hace pesada y enlentece el ritmo. Una especie de sermón pueril que aburre, "Un hombre bueno es mejor que un hombre malo, la justicia mejor que la injusticia ..."
Correcta la ambientación médica que abordamos in extenso en spoiler.
En resumen una gran película histórica donde lo literario se impone a lo cinematográfico. Desmesurada, pero también bella en su desmesura. Imprescindible para conocer la época dorada de Hollywood.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Teniendo a un médico como protagonista, la medicina ocupa una parte fundamental en la cinta. Y está pulcramente tratada.
Sinuhé (Purdom), "el que está solo", hijo de Senmut (Reid) médico de los pobres que conoce el arte de abrir los cráneos. No era ni es raro que el hijo siga la profesión sanitaria del padre. Tampoco que se formara durante diez años en la Casa de la vida de Tebas, la casa de la ciencia y de los sacerdotes.
¿Y no es actual la dificultad que encuentra el médico novel para conseguir sus primeros clientes? Como no vienen a su consulta marcha al puerto a buscarlos en sus casas, algo parecido a lo que hacen ahora con las mutuas y los seguros libres. Y allá va Sinuhé con su caja de medicinas y los instrumentos, "valiosos como piedras preciosas".
Lo veremos componer sus remedios mezclando en vino las drogas medicinales, haciendo trepanaciones por donde debe escapar el mal del paciente rasurando y pintando el cráneo para abrirlo luego a golpes delicados de maza. Manos hábiles de cirujano que purifica con fuego su instrumental antes de las intervenciones, que administra sedantes e inmoviliza con ataduras a sus pacientes.
Perfecta la descripción del ataque epiléptico de nuevo faraón Akhnaton (Wilding) y las medidas prudentes que toma Sinuhé manteniendo abierta la boca para facilitar la respiración durante la crisis. Como el reconocimiento que hace a su madre en la corte interesándose por las pupilas, las sienes, los ganglios del cuello o el pulso.
Lo mismo entablilla una pierna fracturada, que protege las heridas con vendas de lino, trata las fiebres, cura los ojos o los dientes. Sin olvidar las enfermedades del alma ... y de la mente.
Y es que también salen a escena los aspectos éticos de la profesión diez siglos antes que apareciera el Juramento hipocrático. "Para un médico es más fácil quitar la vida que salvarla".
Ahí se le plantea el dilema moral de la salud mental del faraón. Los generales ("Si mi brazo tuviera gangrena lo amputaría"), los sacerdotes, hasta la misma madre proponen al médico que acabe con su vida, "por los dioses, por Egipto, por su propio bien ..." Es fácil, se trata de "fingir una intervención quirúrgica en la que muere el paciente". Después de recordar Sinuhé que "la misión del médico es prolongar la vida, no acortarla", de denunciar el egoísmo que encierra la propuesta, en una escena poco clara aceptará administrar a Akhnaton el veneno en una copa de vino. Por si acaso, tiene preparado también el correspondiente antídoto vomitivo.
Médico de los pobres primero y de los ricos después, consultas repletas de pacientes que deben esperar días a ser atendidos. ¿Nos suena esto de algo? Lo mismo que este práctico consejo: "El médico debe ser firme con sus pacientes, hacen más caso y pagan mejor"
De pasada vemos la Casa de la muerte donde trabajará Sinuhé durante noventa días. Lugar maldito al que nadie quiere acudir, donde sus sirvientes quedaban contaminados de por vida por el contacto con la impureza del cadáver, con sus vasos cánopes para guardar las vísceras, la preparación del natrón que en la cinta parece jabón, los vendajes de las momias ...
En fin, todo sea para alcanzar la inmortalidad.
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