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Voto de Lafuente Estefanía:
8
8.3
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Drama
El Jaibo es un adolescente que escapa de un correccional y se reúne en el barrio con sus amigos. Unos días después, el Jaibo mata, en presencia de su amigo Pedro, al muchacho que supuestamente tuvo la culpa de que lo enviaran al reformatorio. A partir de entonces, los destinos de Pedro y el Jaibo estarán trágicamente unidos. (FILMAFFINITY)
2 de mayo de 2022
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Una voz en off habla de la falta de higiene, desnutrición y miseria en que viven niños y adolescentes en los suburbios de las grandes ciudades. Desfilan mientras tanto imágenes de Nueva York, París y otras grandes ciudades como México. También promete ofrecer hechos y personajes reales.
Reales y espeluznantes. Y dramáticos, tristes, impactantes, sórdidos pesimistas.
Jaibo (Cobo), ¿17 años?, se acaba de escapar del correccional y vuelve al barrio para liderar una pandilla de adolescentes a los que adiestra en el robo. Pero no roba bancos ni a ricos, roba a las personas más débiles y desamparadas del entorno. Al ciego Carmelo (Inclán) o al tullido sin piernas que viven de limosnas. Los pobres robando a los pobres.
Un niño, Ojitos, llora porque lo ha abandonado su padre. Un "juareño", la versión mexicana del "pardalet" valenciano que narra en sus novelas Blasco Ibáñez. Aquellos niños llegados de las sierras de Teruel a la plaza del Mercado de Valencia, donde los colocaba el padre debajo del águila que corona la iglesia de los Santos Juanes para que estuviera atento a recoger el pan que el "pardalet" llevaba entre las garras, mientras el se escurría regresando al pueblo y confiando que las buenas gentes del mercado recogieran en alguna casa a la criatura. Era la costumbre.
Tremenda la imagen de la pobreza material de esa sociedad marginada, la falta de higiene que recogemos aparten en spoiler. Pero mucho más desmoralizadora es la pobreza espiritual, con madres desnaturalizadas que niegan a sus hijos el mínimo de calor o de cariño. Espeluznante la negación de cualquier posibilidad de futuro. Los pocos jóvenes que intentan salir de esa situación, Julián (Amezcúa) o Pedro (Mejía), mueren asesinados. Pedro acabará en un vertedero de basura. No hay solución posible.
La cinta resulta de una gran dureza, con imágenes y escenas impactantes. Un guion enorme desarrollado con mano de hierro, sin concesiones ni florituras, donde lo artístico debe subordinarse al mensaje de denuncia social. Excelentes interpretaciones pese a que algunos actores no son profesionales.
Mención especial a la dirección, marca Luis Buñuel. Realismo, hiperrealismo, naturalismo ... pero sin que falten los toques surrealistas oníricos. El sueño de Pedro que mezcla remordimientos y anhelos de amor materno, luchas de gallos mientras caen copos de plumas de gallina ... O esas escenas de violencia animal gratuita que culminan con el huevazo al ojo del espectador. ¿Por mirón?
En lo negativo, la falta de propuestas o de alternativas a los hechos que se denuncian tan crudamente. Los únicos apoyos que recibirá Pedro para salir adelante llegan de dos funcionarios, el juez y el director del correccional. Los únicos que confían en el. Y lo hacen como personas, no como representantes de esas instituciones.
Concluye la presentación del comienzo ofreciendo alternativas dentro de políticas "progresivas". Mejor se hubiera callado el relator. Suena a broma hablar de políticas progresistas en México con una Revolución que comienza en 1910 y culmina con la Constitución de 1917, un país donde ha gobernado ininterrumpidamente desde 1930 a 2000 un partido llamado Revolucionario Institucional. No parece que hayan resultado muy eficaces las políticas "progresivas" allí aplicadas, al menos a juzgar por la imagen que nos llega de México a través del cine, la literatura o los narcocorridos.
En cualquier caso, una notable película muy recomendable. Pero dura, muy dura.
Reales y espeluznantes. Y dramáticos, tristes, impactantes, sórdidos pesimistas.
Jaibo (Cobo), ¿17 años?, se acaba de escapar del correccional y vuelve al barrio para liderar una pandilla de adolescentes a los que adiestra en el robo. Pero no roba bancos ni a ricos, roba a las personas más débiles y desamparadas del entorno. Al ciego Carmelo (Inclán) o al tullido sin piernas que viven de limosnas. Los pobres robando a los pobres.
Un niño, Ojitos, llora porque lo ha abandonado su padre. Un "juareño", la versión mexicana del "pardalet" valenciano que narra en sus novelas Blasco Ibáñez. Aquellos niños llegados de las sierras de Teruel a la plaza del Mercado de Valencia, donde los colocaba el padre debajo del águila que corona la iglesia de los Santos Juanes para que estuviera atento a recoger el pan que el "pardalet" llevaba entre las garras, mientras el se escurría regresando al pueblo y confiando que las buenas gentes del mercado recogieran en alguna casa a la criatura. Era la costumbre.
Tremenda la imagen de la pobreza material de esa sociedad marginada, la falta de higiene que recogemos aparten en spoiler. Pero mucho más desmoralizadora es la pobreza espiritual, con madres desnaturalizadas que niegan a sus hijos el mínimo de calor o de cariño. Espeluznante la negación de cualquier posibilidad de futuro. Los pocos jóvenes que intentan salir de esa situación, Julián (Amezcúa) o Pedro (Mejía), mueren asesinados. Pedro acabará en un vertedero de basura. No hay solución posible.
La cinta resulta de una gran dureza, con imágenes y escenas impactantes. Un guion enorme desarrollado con mano de hierro, sin concesiones ni florituras, donde lo artístico debe subordinarse al mensaje de denuncia social. Excelentes interpretaciones pese a que algunos actores no son profesionales.
Mención especial a la dirección, marca Luis Buñuel. Realismo, hiperrealismo, naturalismo ... pero sin que falten los toques surrealistas oníricos. El sueño de Pedro que mezcla remordimientos y anhelos de amor materno, luchas de gallos mientras caen copos de plumas de gallina ... O esas escenas de violencia animal gratuita que culminan con el huevazo al ojo del espectador. ¿Por mirón?
En lo negativo, la falta de propuestas o de alternativas a los hechos que se denuncian tan crudamente. Los únicos apoyos que recibirá Pedro para salir adelante llegan de dos funcionarios, el juez y el director del correccional. Los únicos que confían en el. Y lo hacen como personas, no como representantes de esas instituciones.
Concluye la presentación del comienzo ofreciendo alternativas dentro de políticas "progresivas". Mejor se hubiera callado el relator. Suena a broma hablar de políticas progresistas en México con una Revolución que comienza en 1910 y culmina con la Constitución de 1917, un país donde ha gobernado ininterrumpidamente desde 1930 a 2000 un partido llamado Revolucionario Institucional. No parece que hayan resultado muy eficaces las políticas "progresivas" allí aplicadas, al menos a juzgar por la imagen que nos llega de México a través del cine, la literatura o los narcocorridos.
En cualquier caso, una notable película muy recomendable. Pero dura, muy dura.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Una muestra de la extrema pobreza del ambiente en que viven estos olvidados de Buñuel la tenemos en la absoluta falta de higiene de las ¿habitaciones? en que viven. Lechos compartidos por varias personas; gallinas, perros y otros animales moviéndose por allí; mocillos mamando directamente de las ubres de las asnas ...
Leche de burra, "no hay nada mejor para poner suave la piel", que se aplica la joven sobre la cara o los muslos ... en una clara alusión erótica.
Teme el tétanos un joven que se ha herido la rodilla con un clavo. Solución, aplicarle una tela de araña. Otro lleva un pañuelo anudado al cuello por las anginas, alguno presume de fuerza pues "Como no fuma tiene mucho aire".
Y las creencias populares. El ciego D. Carmelo pasa una paloma blanca que lleva atada con un hilo por la espalda y por todas las zonas doloridas de una mujer. La "limpia" así del dolor que desaparecerá definitivamente cuando muera la paloma. Es la vieja terapia transferencial del mundo primitivo basada el trasladar el mal o el espíritu maligno a un animal, preferentemente un macho cabrío, al que sacrificaremos luego. De ahí lo de "chivo expiatorio".
O el diente humano encontrado en un cementerio y recogido en una noche de luna, que luego nos protegerá del mal y de las enfermedades.
Leche de burra, "no hay nada mejor para poner suave la piel", que se aplica la joven sobre la cara o los muslos ... en una clara alusión erótica.
Teme el tétanos un joven que se ha herido la rodilla con un clavo. Solución, aplicarle una tela de araña. Otro lleva un pañuelo anudado al cuello por las anginas, alguno presume de fuerza pues "Como no fuma tiene mucho aire".
Y las creencias populares. El ciego D. Carmelo pasa una paloma blanca que lleva atada con un hilo por la espalda y por todas las zonas doloridas de una mujer. La "limpia" así del dolor que desaparecerá definitivamente cuando muera la paloma. Es la vieja terapia transferencial del mundo primitivo basada el trasladar el mal o el espíritu maligno a un animal, preferentemente un macho cabrío, al que sacrificaremos luego. De ahí lo de "chivo expiatorio".
O el diente humano encontrado en un cementerio y recogido en una noche de luna, que luego nos protegerá del mal y de las enfermedades.