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Voto de Alvaro:
4
Voto de Alvaro:
4
7.0
28,779
Drama. Romance
En una plataforma petrolífera, aislada en medio del mar, donde sólo trabajan hombres, ha ocurrido un accidente. Una mujer solitaria y enigmática que intenta huir de su pasado (Sarah Polley) va hasta allí para cuidar de un hombre (Tim Robbins) que se ha quedado temporalmente ciego. Entre ambos nace una extraña intimidad, llena de secretos, verdades, mentiras, humor y dolor. Ninguno saldrá indemne de esta relación que marcará sus vidas ... [+]
21 de septiembre de 2010
21 de septiembre de 2010
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo siento, pero 'La vida secreta de las palabras' debe ser muy secreta para Isabel Coixet, porque las de su guión o no existen o bien están tan vacías que podría meterse en ellas todo un discurso de Zapatero en el debate sobre el estado de la nación.
La película se inicia. Muy bonita... pero, ¿qué pasa? ¿qué invento es este? (que diría Sara Montiel). No pasa nada. No, en serio, es que NO PASA NADA.
Sí, bueno, la delicadeza de un helicóptero y una plataforma petrolífera donde hemos de suponer que todo es muy triste porque ha habido un accidente y tal y cual... pero solo lo suponemos, ya que Coixet no nos lo quiere contar mucho. Sus palabras son muy secretas, ya sabéis.
Pero oye, que han pasado 45 minutos de película (que parecían 4 horas) y todavía la protagonista no se sabe muy bien quien es y solo se saca la conclusión de que es más rara que un perro verde.
Y que pasan los minutos y los planos silenciosos, esos que molan tanto porque son muy "cool" y muy "encantada de conocerme y llamarme Isabel Coixet" pero que en realidad de tan repetitivos y tan poco profundos, se hacen pesados. No funciona un plano onírico cuando lo estás repitiendo constantemente y la trama argumental ni siquiera ha empezado. Y no funcionan sobre todo porque el espectador lleva ya un buen rato preguntándose si es muy tonto para los elevados intelectos del film o es que la película le está tomando el pelo.
Y eso que Tim Robbins cada vez que aparece nos hace respirar un poco pensando "es que si sale este tío no puede ser mala".
Bueno, y cuando creemos que la película va a ser más coñazo que las de plano único de Andy Warhol llega la última media hora con el argumento. "¡Hombre!" piensas ingenuamente cuando la protagonista calladísima hasta el momento se pone a soltar el rollo y Tim Robbins hace lo propio.
Plano fijo, Robbins suelta el rollo. Plano fijo, Polley suelta el rollo. Pero rollo de verdad, eh. Maniqueísta a tope, absurdamente torpe, como si en ese momento Coixet se hubiera tomado algo raro y le hubiera dado por escribir todos los diálogos que no ha escrito en la hora y cuarto precedente. Terrible sensación de publi-reportaje.
Y aún así le suelto un 4, porque Tim Robbins da la cara, porque los personajes en el fondo no son tan malos (aunque estén terriblemente llevados), porque el cine está muy mal y porque me gusta ser un zángano gafapasta y yo lo valgo. No, la película tiene su buena factura técnica (se excede, pero bueno) y para según qué momento puede incluso incitarte a la anestesia incluso para puntuarla moderadamente bien en FilmAffinity.
Pero en serio, Isabel Coixet, antes que esto dedícate a hacer bebés gigantes. Artificiales, se entiende.
La película se inicia. Muy bonita... pero, ¿qué pasa? ¿qué invento es este? (que diría Sara Montiel). No pasa nada. No, en serio, es que NO PASA NADA.
Sí, bueno, la delicadeza de un helicóptero y una plataforma petrolífera donde hemos de suponer que todo es muy triste porque ha habido un accidente y tal y cual... pero solo lo suponemos, ya que Coixet no nos lo quiere contar mucho. Sus palabras son muy secretas, ya sabéis.
Pero oye, que han pasado 45 minutos de película (que parecían 4 horas) y todavía la protagonista no se sabe muy bien quien es y solo se saca la conclusión de que es más rara que un perro verde.
Y que pasan los minutos y los planos silenciosos, esos que molan tanto porque son muy "cool" y muy "encantada de conocerme y llamarme Isabel Coixet" pero que en realidad de tan repetitivos y tan poco profundos, se hacen pesados. No funciona un plano onírico cuando lo estás repitiendo constantemente y la trama argumental ni siquiera ha empezado. Y no funcionan sobre todo porque el espectador lleva ya un buen rato preguntándose si es muy tonto para los elevados intelectos del film o es que la película le está tomando el pelo.
Y eso que Tim Robbins cada vez que aparece nos hace respirar un poco pensando "es que si sale este tío no puede ser mala".
Bueno, y cuando creemos que la película va a ser más coñazo que las de plano único de Andy Warhol llega la última media hora con el argumento. "¡Hombre!" piensas ingenuamente cuando la protagonista calladísima hasta el momento se pone a soltar el rollo y Tim Robbins hace lo propio.
Plano fijo, Robbins suelta el rollo. Plano fijo, Polley suelta el rollo. Pero rollo de verdad, eh. Maniqueísta a tope, absurdamente torpe, como si en ese momento Coixet se hubiera tomado algo raro y le hubiera dado por escribir todos los diálogos que no ha escrito en la hora y cuarto precedente. Terrible sensación de publi-reportaje.
Y aún así le suelto un 4, porque Tim Robbins da la cara, porque los personajes en el fondo no son tan malos (aunque estén terriblemente llevados), porque el cine está muy mal y porque me gusta ser un zángano gafapasta y yo lo valgo. No, la película tiene su buena factura técnica (se excede, pero bueno) y para según qué momento puede incluso incitarte a la anestesia incluso para puntuarla moderadamente bien en FilmAffinity.
Pero en serio, Isabel Coixet, antes que esto dedícate a hacer bebés gigantes. Artificiales, se entiende.