Care A Lot (2021).

En la historia del cine de los últimos años hay un personaje que no pasó desapercibido; era imposible que no quedase grabado en esa parte del cerebro donde guardamos lo desagradable y ominoso; consiguió removernos las tripas, odiarlo hasta límites físico, ya que su amoralidad era tan punzante y desagradable que todos deseábamos en un momento determinado que los más horribles castigos cinematográficos cayesen sobre él. Con qué fruicción cometió todos sus actos empapados de ignominia, recreándose en la crueldad del momento. Ese personaje es Amy, que junto a su esposo Rick, son los protagonistas de Pérdida (2014), una obra maestra del thriller dirigida por David Fincher. Pero Amy tenía otro aspecto oscuro: en toda su maldad, apareciendo entre sus actos despiadados, surgía una inexplicable atracción hacia su degeneración, su corrupción moral y psicológica, su alma retorcida por no se sabe que mano del infierno. Y todo eso surgía gracias a algo absolutamente fundamental, algo sin lo cual las cosas no habrían sido iguales: el personaje de Amy lo interpretaba Rosamund Pike. En I Care A Lot, Rosamund Pike vuelve a interpretar lo que se le da de maravilla: la maldad despiadada y la soberbia que no se para ante nada. Está espléndida; y continúa hechizando. Solo surge un problema: la película arranca con una fuerza impresionante, pero por giros de guión se va convirtiendo en algo parecido a una comedia negra
salpicada de momentos inverosímiles. Pero merece la pena verla. Aunque sea para seguir odiando llenos de atracción a Rosamund Pike.