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España España · Castellvell del Camp
Voto de Jordirozsa:
6
Thriller. Terror Después de la pérdida traumática de su madre, una adolescente trata de descubrir los oscuros secretos detrás de su nuevo hogar, a pesar de la incredulidad de su padre. (FILMAFFINITY)
9 de julio de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
«The Intruders» (2015) es un thriller psicológico que sigue a una joven, Rose Halshford (Miranda Cosgrove), que se muda a una nueva casa con su padre (Donal Logue) después de la muerte de su madre. Rose pronto comienza a experimentar sucesos extraños y descubre que la casa tiene una historia turbulenta. El enfoque principal de la película es el trastorno mental y cómo éste afecta a la interpretación de la realidad. Este tema se explora principalmente a través de Rose, quien lucha por determinar si lo que está experimentando es real o si es producto de su propia mente.

La película evidencia ciertos fallos en su concepción audiovisual, especialmente en lo que respecta a la banda sonora y la cinematografía. La partitura, compuesta por Joseph Murray y Lodewijk Vos, presenta una serie de desafíos que minan su capacidad para reforzar la narrativa. Los temas musicales son notoriamente tenues y planos, lo que desinfla la atmósfera tensional que la película intenta generar. La música, así, adormece el ambiente del film, en vez de acompañar la escalada de los acontecimientos. En cuanto a la fotografía de Brendan Steacy, abusa de la luz difusa, lo que debilita el tono y la atmósfera de la película. Esta elección estilística, aunque suaviza la apariencia visual, resta contraste y definición a las sombras, elementos esenciales para generar tensión y misterio en un thriller. Como resultado, la película adquiere un aspecto más parecido a un producto televisivo de sobremesa, perdiendo seriedad y urgencia en la narrativa.

La dirección y el diseño de producción parecen fallar en la creación de un espacio cohesivo y convincente. El diseño de producción, a cargo de Elisa Sauve, peca de una sobre-simplificación, limitándose prácticamente al interior de la casa donde se instalan los personajes principales. Esta decisión crea un escenario limitado que reduce las posibilidades de desarrollo narrativo y restringe la construcción de un mundo tridimensional en el que se pueda interactuar. La única excepción notable a este confinamiento es una escena en una piscina cubierta, durante una fiesta a la que asiste la protagonista. Pero incluso aquí, la ambientación falla en ofrecer un contexto más amplio: es escasa en detalles, con la mayoría de los asistentes a la fiesta funcionando como meros figurantes. La relación emergente entre Rose y el personaje de Austin Butler se siente desconectada del resto de la trama, en gran parte debido a la falta de desarrollo de los secundarios y del escenario en sí. El trabajo de Adam Massey y la de Brendan Steacy también contribuyen a esta fragmentación. Los encuadres y enfoques de la cámara, muy centrados en los rostros de los jóvenes actores, no proporcionan una visión más global de las localizaciones. El énfasis en los primeros planos puede centrarse en las emociones y las experiencias personales, pero el resultado es una desconexión del entorno y una incapacidad para establecer una ubicación convincente.

Las figuras dramáticas, a pesar de los esfuerzos de sus actores, luchan por superar las limitaciones inherentes en el guion. Donal Logue, que interpreta al padre de la protagonista, está en gran medida reducido a un arquetipo unidimensional: el padre negligente y obsesionado con el trabajo, incapaz de conectar emocionalmente con su hija. Aunque Logue hace un esfuerzo, la naturaleza estereotipada y utilitaria de su papel reduce su capacidad para ofrecer una interpretación más matizada y profunda. Austin Butler, el «noviete rubiales y guapetón», se encuentra en una situación similar. A pesar de su evidente dedicación al papel, el personaje está fundamentalmente acotado en la superficialidad de su escritura. Funciona más como un objeto de deseo que como un personaje tridimensional, lo que le impide demostrar su rango actoral. La situación no mejora con la interpretación de Tom Sizemore. A pesar de su larga carrera y su indudable talento, Sizemore parece estar en decadencia tanto física como artísticamente. Se percibe desconectado y etéreo, dando la impresión de que está «arrastrando» su personaje más que interpretándolo. Este enfoque puede ser apropiado para un papel más siniestro o fantasmal, pero en este contexto simplemente refuerza la sensación general de que los personajes carecen de profundidad y de una caracterización significativa.

El «script» incluye un personaje interpretado por Michael Luckett que intenta emular el icónico papel de Norman Bates, interpretado por Anthony Perkins en «Psycho» (1960) de Alfred Hitchcock. Sin embargo, la interpretación de Luckett es desafortunadamente sobreactuada y artificial, con momentos que rozan lo ridículo. A pesar de las similitudes puntuales entre su personaje y el de Perkins, cualquier paralelismo sustancial entre los dos es puramente coincidencial, y el resultado es un perfil imitado en lugar de un homenaje genuino. El final de la película también tiene un aire de caos y absurdidad que recuerda al «Camarote de los hermanos Marx», un giro narrativo que parece ser más un intento de resolver la trama de forma rápida y simple, que una conclusión lógica y satisfactoria a la historia. Además, es interesante notar las similitudes con la película «The Boy» (2019). Ambas películas presentan una historia de terror con objetos inanimados como elementos vehiculares: las muñecas (en el caso de «The Boy», un muñeco llamado «Brahms»), y ambas recurren a giros similares para desarrollar y concluir sus respectivas historias.

El personaje de Marcus, interpretado por Michael Luckett, es un fascinante estudio psicopático desde la perspectiva de la teoría freudiana. Según la teoría de Freud, su perfil psicológico refleja una falta de superación de la fase anal, un período temprano de desarrollo en la teoría freudiana donde el niño aprende a controlar sus funciones excretoras, lo que conduce a temas de control y autoridad en la estructura del «yo». Ello se manifiesta en su obsesión por las muñecas y su necesidad de poseer y fusionarse con Rose.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jordirozsa
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