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Voto de CiruelasDeUltratumba:
3
Terror Varios jóvenes pasan sus vacaciones en un campamento de verano, reabierto recientemente, y en el que unos años antes murió un joven ahogado en el lago. En poco tiempo, algunos de ellos son encontrados sin vida. (FILMAFFINITY)
13 de marzo de 2015
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El punto más valioso de Viernes 13 lo constituyen sus magníficos efectos especiales, a cargo del mítico Tom Savini (Zombi, 1978; El Día de los Muertos, 1985). En la actualidad, 35 años después de que fueran presentados, estos abundantes detalles gore siguen percibiéndose realistas hasta el escalofrío. Mención especial merece la última de las 10 muertes que nos regala esta cinta, de apenas 90 minutos de metraje. Nada menos que una de las escenas más memorables de la función.

Con el respaldo del extraordinario trabajo de Savini y sin renunciar jamás al objetivo básico de entregar al público aquello por lo que ha pagado, Cunningham compone una dirección neutra, plana. Un trabajo libre de cualquier floritura…a excepción de los insistentes planos desde el punto de vista del asesino, destinados a convertir este slasher en un whodunit, y también de algunas secuencias rodadas con cámara al hombro. Todo esto, en combinación con la sencilla belleza de los paisajes boscosos mostrados a través de encuadres bastante abiertos, otorga al filme un aire casi de vídeo casero.

De hecho, el único esfuerzo por dotar a Viernes 13 de algo parecido a una atmósfera de tensión se deriva del curioso leit motiv sonoro (“ki ki ki, ma ma ma”) que acompaña a las mencionadas tomas POV. Ni los inofensivos planos de la niebla moviéndose a toda velocidad por delante de la luna llena, ni la indiferente tormenta que se cerrará sobre los protagonistas durante el nudo del relato bastarán transmitirnos la más mínima sensación de agobio.
El uso de la banda sonora, limitado a los instantes en que la violencia se desata, o está a punto de hacerlo, redunda en este permanente tono aséptico, situado a medio camino entre lo naturalista y lo maquinal.

Con todo, el guión aparece tramado con la suficiente habilidad como para ofrecer un primer acto interesante: los lugareños se encargan de dejar claro que Crystal Lake es un espacio maldito y el amplio elenco protagonista se nos presenta con notable fluidez, despertando inmediatamente en el espectador una suerte de envidia positiva no sólo por la gallardía de sus cuerpos, sino también debido a las sanas relaciones que parecen existir entre ellos.

Sin embargo, el inicio del segundo acto marca un lento desplome hacia el tedio. Queda claro que lo único que pretendía Cunningham era mostrar tanta carne desnuda como pudiera y tratar de crear suspense mediante la invisible presencia del asesino observando, aquí y allá, a nuestros adorables jovencitos. Pero en ausencia de atmósfera y acompañamiento musical, el suspense falla. Y la escasísima profundidad de los personajes tampoco ayuda. Lo único que conoceremos de ellos, además de su nombre y aspecto físico, será su inclinación casi monomaníaca hacia el sexo, las drogas y el strip-Monopoly.
Para colmo, el director pasa de puntillas sobre otros elementos, como la sangre y la violencia o la historia de fondo del asesino y sus motivaciones, cuyo regodeo podría haber elevado el potencial de Viernes 13 como experiencia cinematográfica consistentemente entretenida.

Aunque, tal vez, este enfoque simplemente habría servido para desnudar aún más las vergüenzas explotativas de Viernes 13. No en vano, todas las bazas que Cunningham tenía en su mano habían sido descaradamente fusiladas de títulos muchísimo más estimables: los traumas y la banda sonora de Psicosis (Alfred Hitchcock, 1960), el leit motiv sonoro a lo Tiburón (Steven Spielberg, 1975), los POV y el conato de atmósfera tenebrosa del giallo de Bava y Argento, el esquema argumental de Halloween, etcétera.

El verdadero mérito de Viernes 13 consistió, entonces, en señalar la existencia de una receta sencilla a partir de la cual era posible producir películas de terror rentables como si de churros se tratara. De ahí que nos hayamos topado con las convenciones de esta peliculita una y mil veces durante las últimas tres décadas. La fórmula existe y funciona. Pero para que resulte estimulante, debe ponerse al servicio del talento.

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CiruelasDeUltratumba
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