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Argentina Argentina · Buenos Aires
Voto de Celeste Mar:
5
Thriller Llueve copiosamente y en la calle no hay un alma. Araujo está refugiado bajo el alero de un local cerrado. Delante está la fachada del Banco Río. Es viernes 13 de enero de 2006. Los francotiradores del Grupo Halcón están a la espera de una orden. Más de tres centenares de policías diseminados por el lugar aguardan la voz de su jefe. Miguel Sileo, el negociador, deja diluir las esperanzas de que Vitette, uno de los líderes de la banda de ... [+]
22 de enero de 2020
5 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Así, como comprendí que sentiría alguna curiosidad respecto a la identidad de la persona que había sobrepujado su inteligencia, pensé que era una lástima no dejarle un indicio para que la conociera. Como conoce perfectamente mi letra, me limité a copiar en medio de la página estas palabras: “Un designio tan funesto / no era digno de Atreo, sino de Tieste”, que se pueden encontrar en el Atreo de Crebillon.” La Carta Robada — Edgard Allan Poe

La película, llena de clichés estúpidos que nunca sabremos si fueron inaugurados por el cine copiado por la realidad o viceversa, nos muestra al artista drogado y creativo, al ladrón descarnado pero sensible, al buen marido y buen padre que se hace delincuente para su familia, al mujeriego traicionado por su traicionada mujer, en fin, llena de idioteces que no agregan nada más que prolongar mitos que sin duda garantizan éxito y no merecen ni siquiera la pena de ser comentadas — ni siquiera se puede caer en el riesgo de revelarlas asumiendo que las crónicas se han encargado de repetir todos esos lugares comunes — nos obliga a detenernos en lo que nos dispara la larga cita de ese cuento único y eterno de Poe, cuando Dupin relata la clave que da sentido a su intervención, duplicando el engaño al ministro D*** con una pequeña cita, porque no le basta con que descubra el embuste, preanunciando el escrito (1) que Araujo no puede evitar dejar para sus engañados policías, que más allá de sus nulos valores poéticos, nos coloca otra vez de frente a la necesidad imperiosa de repetir con la palabra la acción que aparentemente podría explicarse por si sola, como si fuera imprescindible siempre un suplemento del suplemento, dando lugar a una metonimia incesante destinada a fallar indefinidamente pero sin la cual lo inefable — que por definición no puede ser hablado, contradiciendo estas mismas palabras que acaban de ser leídas — quedaría por siempre sepultado, como en realidad lo está, aún en el empecinamiento que nunca cejará en señalarlo, como el dedo del San Juan Bautista de Leonardo, que no puede parar de apuntar para ser hablado, una y otra vez abriendo el espacio de un nuevo fracaso y un nuevo intento.

(1) “En Barrio de Ricachones
Sin Armas ni Rencores
Es solo Plata y no Amores”
Celeste Mar
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