Denzel Washington nunca me ha defraudado, y en esta ocasión tampoco lo ha hecho. De hecho, aquí realiza una de las mejores interpretaciones que le he visto, y que conste que han sido unas cuantas. Quizás su papel ayude un poco, y es que encarna a un padre de familia desesperado por salvar la vida de su hijo, que se encuentra muy grave y necesita urgentemente un trasplante. A lo largo del filme vemos a Denzel mostrar verdaderos sentimientos de sufrimiento con escenas realmente conmovedoras. El argumento no tarda demasiado en demostrar el camino que va a seguir durante la mayor parte del tiempo, el cual es hacer ver al protagonista como un héroe por desafiar al sistema. Por supuesto, no hay que pasar por alto la (obvia) crítica hacia la sanidad pública de Estados Unidos, ya que refleja con mucha claridad como la decisión depende del dinero del paciente. Además de todas las trabas que le ponen al prota para ayudar a su hijo, de ahí que este no tenga más remedio que actuar. De este modo, somos testigos de cómo un ciudadano de clase trabajadora debe enfrentarse a las injustas normas. Si me dijeran que esta película se basa en una historia real, me lo creería sin problemas. Para mí, todo cuanto sucede en el visionado tiene sentido, sin excepción alguna. Los actores que dan vida a los personajes secundarios se portan bastante bien y consiguen que el bueno de Washington esté bien acompañado. Destaco sobre todo en este sentido a Kimberly Elise, quien borda su papel de mujer y madre preocupada. Una cinta intensa hecha con buena mano que por momentos logra emocionar al espectador. Puede que tenga una trama que no llame mucho la atención, pero la plasma en pantalla de una manera acertada y realista.