Querido Guillermo:
Tenía ganas de ver tu película, y te doy las gracias por el resultado. Era un proyecto difícil, sin duda; si la película hablara solo de tí, sería autobiográfica, pero como habla de ti y de la protagonista en la ficción y en la realidad, ¿cómo la llamamos? Habría que preguntarle a Cándida. Sabes, el problema es que la historia de Cándida es tan dura que, al ponerla en imágenes, aunque sea en esas imágenes a todo color tan propias de la "Pendelton", no hay chiste, ni frase ingeniosa, ni gazapo fabuloso que consiga que olvide que Cándida tenía un marido alcohólico, un hijo drogadicto, el otro de psiquiátrico, que tenía que vivir arrodillada, pegada a un trapo y aguantando la soberbia de los favorecidos, o que su vecina era maltatada sin ser capaz de denunciar a su agresor. Puede que las frases hilarantes, entre frases de dramática realidad funcionaran a la perfección en el libro, pero no pueden con las imágenes dramáticas, por más que te empeñes en dibujarlas como caricaturas.
Pero sí, también me reconozco en ti, en esas pequeñas grandes tragedias diarias que vivimos y en como necesitamos presenciar el dolor de los demás para redimirlas. Admiro el retrato que haces de ti a través de tu alter ego, sin querer enmascarar tus problemas más de lo mínimamente necesario.
Por eso te digo que tu película me ha gustado; no, no seremos referencia fundamental en el mundo del cine, pero tampoco creo que lo pretendieras. Que mereció la pena conocer a través tuyo a Cándida y que el sabor que finalmente predomina en mi, tras ver su historia es mas agrio que dulce. Al fin y al cabo, cuando Dios aprieta, lo hace de verdad... y eso no sólo lo sabe Cándida