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Cine negro. Thriller
Dos ex-convictos no demasiado brillantes son contratados para asaltar una lucrativa partida ilegal de poker. Las culpas recaerán sobre el organizador del juego y los ladrones podrán empezar una nueva vida. Por desgracia, el dinero robado pertenece a la mafia, que se pone en contacto con el investigador y asesino Jackie Cogan para encontrar a los culpables. (FILMAFFINITY)
17 de abril de 2013
17 de abril de 2013
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al contrario de lo observado en la vida pública española, en la mafia norteamericana quien la hace la paga. O, al menos, eso se intenta. El último trabajo de Andrew Dominik -basado en la novela "Cogan´s Trade", de George V. Higgins- parece apuntar que esa reflexión doméstica podría igualmente aplicarse al universo político-financiero estadounidense.
Contextualizado en las elecciones presidenciales de 2008, el relato negro de un ejemplar arreglo de cuentas (y entiéndaseme: ejemplar en cuanto destinado a servir de ejemplo, no a servir de ejemplo a la hora de planificar su desarrollo, harto chapucero a ratos) nos asoma a la lógica de un sicario, Jackie Cogan, magníficamente interpretado por Brad Pitt. En sus encuentros, ocasionalmente letales, con el resto de protagonistas (¡qué inmensos James Gandolfini, Richard Jenkins o Ray Liotta, qué fabulosos Scoot McNairy, Ben Mendelsohn o Vincent Curatola, qué lujazo de reparto, qué dirección de actores!), Pitt, eje de Mátalos suavemente, desnuda las reglas del juego: quien la hace, ha de pagarla. Y si no conocemos al responsable, deberemos encontrar un pagano creíble para que las piezas vuelvan a encajar, para que no cunda la sensación (y vuelvo aquí inevitablemente al escenario patrio) de que la impunidad es regla.
¿Es la mía una interpretación excesivamente politizada de esta notable película?. Oigamos a su director, el australiano de adopción Dominik -autor también de Chopper (2000) y El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford (2007), embarcado ahora en la producción Blonde-: "El personaje de Brad es un sicario que tiene que darle un impulso a la economía matando a los tíos que la llevaron a la quiebra. Parecía que era un reflejo de lo que está pasando en el mundo... Siempre me ha parecido que la razón de la atracción por las películas de asesinos es que tratan sobre el capitalismo. Capitalismo en su forma más directa y expuesta".
¿No es, después de todo, su labor harto similar a la de esos plenamente actuales "hombres de negro", encargados de disciplinar nuestras economías prestando mayor atención a restablecer resultados que a identificar la autoría real de los estropicios?.
Mátalos suavemente ofrece, de otro lado, mucho más que una descarnada crítica al estado de las cosas (aunque el contrapunto frecuente de los discursos del candidato Barack Obama parezca inducir lo contrario): permite disfrutar de interpretaciones espléndidas, de escenas de acción construidas con un talento netamente original, de episodios de alta tensión entreverados con otros de una comicidad presuntamente zafia, de diálogos demenciales de corte tarantiniano que contrastan con las apreciaciones netas de nuestro sicario: "América no es un país, sólo es un negocio. Así que paga, hijo de p...".
Contextualizado en las elecciones presidenciales de 2008, el relato negro de un ejemplar arreglo de cuentas (y entiéndaseme: ejemplar en cuanto destinado a servir de ejemplo, no a servir de ejemplo a la hora de planificar su desarrollo, harto chapucero a ratos) nos asoma a la lógica de un sicario, Jackie Cogan, magníficamente interpretado por Brad Pitt. En sus encuentros, ocasionalmente letales, con el resto de protagonistas (¡qué inmensos James Gandolfini, Richard Jenkins o Ray Liotta, qué fabulosos Scoot McNairy, Ben Mendelsohn o Vincent Curatola, qué lujazo de reparto, qué dirección de actores!), Pitt, eje de Mátalos suavemente, desnuda las reglas del juego: quien la hace, ha de pagarla. Y si no conocemos al responsable, deberemos encontrar un pagano creíble para que las piezas vuelvan a encajar, para que no cunda la sensación (y vuelvo aquí inevitablemente al escenario patrio) de que la impunidad es regla.
¿Es la mía una interpretación excesivamente politizada de esta notable película?. Oigamos a su director, el australiano de adopción Dominik -autor también de Chopper (2000) y El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford (2007), embarcado ahora en la producción Blonde-: "El personaje de Brad es un sicario que tiene que darle un impulso a la economía matando a los tíos que la llevaron a la quiebra. Parecía que era un reflejo de lo que está pasando en el mundo... Siempre me ha parecido que la razón de la atracción por las películas de asesinos es que tratan sobre el capitalismo. Capitalismo en su forma más directa y expuesta".
¿No es, después de todo, su labor harto similar a la de esos plenamente actuales "hombres de negro", encargados de disciplinar nuestras economías prestando mayor atención a restablecer resultados que a identificar la autoría real de los estropicios?.
Mátalos suavemente ofrece, de otro lado, mucho más que una descarnada crítica al estado de las cosas (aunque el contrapunto frecuente de los discursos del candidato Barack Obama parezca inducir lo contrario): permite disfrutar de interpretaciones espléndidas, de escenas de acción construidas con un talento netamente original, de episodios de alta tensión entreverados con otros de una comicidad presuntamente zafia, de diálogos demenciales de corte tarantiniano que contrastan con las apreciaciones netas de nuestro sicario: "América no es un país, sólo es un negocio. Así que paga, hijo de p...".