Lo admito, es complicado digerir otra típica serie con las risas enlatadas de fondo y los típicos chistes aparentemente fáciles de siempre, yo soy el primero que rechaza el formato, es difícil pero una vez que te involucras con los personajes es imposible no rendirse sus encantos, es imposible captar los gags si no tienes suficiente complicidad con los personajes, de ahí que una primera impresión pueda resultar fría, una vez que te familiarizas con cada uno es como si formaran parte de tu vida, como si los conocieras de siempre y formases parte de su pequeño y patético grupo.
Quizás y por poner una pega diría que los capítulos en los que ganan protagonismo las novias de los personajes pierden fuelle, nunca llegan a trasmitir el nivel de risas que nos aportan nuestros protagonistas, eso si, las apariciones de personajes secundarios y cameos casi siempre son muy buenas.

Cada vez que me pongo una camiseta corta encima de una larga rindo mi pequeño homenaje a Sheldon, un personaje con una personalidad tan carismática (e irritante) que es capaz de venirte a la cabeza en situaciones cotidianas cuando menos te lo esperas, cosa que no me pasaba desde los Simpson, sin dejar a atrás a Howard que con solo una mueca te hace partirte el pecho, un gran actor. Tampoco se puede pasar por alto a Rashid que aunque pueda pasar inadvertido ante tamaños personajes resulta igual de enigmático y sorprendente, un personaje a la sombra de los dos anteriores pero igualmente genial. Luego tenemos a Leonard, el menos vistoso pero clave para dar equilibrio en unos capítulos de frikismo desfasado, sus interacciones con Sheldon son impagables y la clave del éxito de la serie, ¿que haría Sheldon sin Leonard?

Una serie simple y del montón para mentes dormidas y una joya en bruto para los amantes de la comedia. Con toda su sencillez es una serie que te puede alegrar un mal día y de alguna forma cambia tu estado de animo, te revitaliza las ganas de vivir.