La producción no ha necesitado muchos recursos ni siquiera ideas más o menos originales. Todo transcurrre en un ambiente sórdido, casi de oficina, impersonal y frío.
La dirección es correcta, ni vulgar ni original. Adopta un enfoque de realismo social, narrando la historia a saltos; ofreciéndonos un relato con su punto de vista, casi como un documental. Además lo hace con cierto ritmo, alternando diferentes secuencias, para mantener en todo momento el suspense y la intriga. A lo que hay que añadir que dura poco más de una hora.
La historia, el tremendo drama humano al que asistimos, hay que cogerla con precaución, mucha precaución, porque lo fácil es lo que pretende la directora, que tomemos partido por la familia y prescindamos de la real situación de los menores. Tal como está,planteada, tan sesgada en lo que nos muestra y cómo lo hace, es una situación kafkiana que nos causa incredulidad. ¡Qué injusticia, ante una modélica familia perfectamente estructurada, cuyo hogar da gusto verlo!, ¡qué malvados los servicios sociales!,.., mis dudas tengo. Las cosas no son tan simples y fáciles como parecen y menos cuando hay menores por medio.
Los protagonistas están bien, con unas interpretaciones razonables, convincentes y sin grandes exageraciones. Tampoco se les pedía mucho más, lo único que tenía que hacer es parecer muy trastornados y desesperados; cosa no muy difícil de hacer.
Resumiendo: estamos ante una película interesante, de denuncia social, de estas "tramposas", que cuenta un drama familiar de tal magnitud que invade la sensibilidad de las personas. El drama nos afecta de tal manera que nos tapa lo que realmente es la película.