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Voto de Carlos:
10

Voto de Carlos:
10
6.3
8,165
Drama
Biopic de Lady Di que cuenta la historia de un fin de semana crucial a principios de los años 90, cuando la princesa Diana -de nombre Diana Frances Spencer- decidió que su matrimonio con el príncipe Carlos no estaba funcionando, y que necesitaba desviarse de un camino que la había puesto en primera fila para algún día ser reina... El drama tiene lugar durante tres días, en una de sus últimas vacaciones de Navidad en la Casa de Windsor ... [+]
29 de septiembre de 2021
29 de septiembre de 2021
4 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sigo maravillado con Spencer, la obra maestra que finalmente ha logrado que me enamore del aclamado cine de Pablo Larraín. Anunciada como la película sorpresa de San Sebastián, la simple idea de conseguir un pase me resultaba excitante (más aún teniendo en cuenta que dos días antes ni sabía que acabaría acudiendo al Festival). Pobre de mí, la mañana de autos me fue imposible conseguir una entrada a su única proyección abierta al público. Pero, al parecer, el destino me deparaba que allí estuviese, en el patio de butacas del Teatro Victoria Eugenia a las 4 de la tarde.
Hay dos signos que adelantan el devenir del filme. El primero se conoce desde hace meses: su título, conciso y determinante. Porque Diana de Gales no siempre fue Lady Di. En una declaración de intenciones, Larraín escoge el apellido Spencer, de cuando la Princesa del Pueblo no era aún princesa. El segundo viene dado por las primeras palabras que pronuncia Kristen Stewart en la que es la mejor interpretación de su carrera (y quizá de lo que llevamos de década, lato sensu). Diana, ataviada con una blazer de cuadros rojos y verdes y gafas de sol, conduce por la campiña inglesa, perdida al volante de un Porsche descapotable mientras desatiende uno de sus muy graves y frecuentes compromisos reales. Es la Navidad de 1991, y aunque todavía no lo sabe, este será su último invierno como consorte. Mirando de un lugar a otro, en la búsqueda de cualquier señal que la sitúe geográficamente, Diana deja escapar un "Where the fuck am I?" que podría aplicarse a cualquier momento de su matrimonio con el todavía hoy Príncipe Carlos.
Lejos del formalismo y la corrección, a ratos inintencionadamente propagandísticos (o eso prefiero pensar), de Jackie (2016), la segunda incursión internacional de Pablo Larraín se inserta en el subgénero del terror psicológico. La opresión asfixiante vivida por Lady Diana entre los muros de ladrillo rojo de Sandringham recuerda a Repulsión (1965) de Polanski o a A Woman Under the Influence (1974) de Cassavetes. La residencia vacacional, a priori de ensueño, pronto se tornará pesadilla con toda su pompa protocolaria y su absurda etiqueta. Las cortinas de los suntuosos aposentos se irán cerrando –para que el mundo no pueda escudriñar a Lady Di, o quizá a la inversa– y las puertas estarán cada vez más vigiladas.
A la atmósfera de Spencer contribuye una música de jazz psicodélico como sacado del Bitches' Brew de Miles Davis. No obstante, el responsable no es otro que Jonny Greenwood, colaborador habitual de Paul Thomas Anderson e integrante de Radiohead. Las trompetas disonantes acompañan al deterioro mental de Diana a medida que los devaneos nocturnos se multiplican así como las visiones, a modo de aviso, del fantasma de Ana Bolena. Con todo, el apartado, a mi juicio, más digno de elogio es el fotográfico. La cámara de Claire Mathon (Portrait de la jeune fille en feu, 2019), valedora del Premio a la Mejor Fotografía en el SSIFF por Enquête sur un scandale d'état, captura con belleza insondable ya sea un wide shot de los bosques costeros de Norfolk bañados por la bruma matinal, un plano aerial de los exteriores del palacio o un close-up del rostro compungido de Kristen Stewart.
Son muchos los momentos que dejan huella: la ceremoniosa cena de Nochebuena, con el colgante de perlas de Lady Di idéntico al que el Duque de Gales había regalado previamente a su amante y ahora esposa Camila Parker Bowles; los juegos sonámbulos, iluminados por unas velas a lo Barry Lyndon (1975), con Harry y William; o la escapada a la otrora casa familiar de los Spencer, contigua a Sandringham pero ya en ruinas. En definitiva, una obra maestra absoluta que espero reciba el reconocimiento que sin duda merece.
Vista en el SSIFF 69.
Hay dos signos que adelantan el devenir del filme. El primero se conoce desde hace meses: su título, conciso y determinante. Porque Diana de Gales no siempre fue Lady Di. En una declaración de intenciones, Larraín escoge el apellido Spencer, de cuando la Princesa del Pueblo no era aún princesa. El segundo viene dado por las primeras palabras que pronuncia Kristen Stewart en la que es la mejor interpretación de su carrera (y quizá de lo que llevamos de década, lato sensu). Diana, ataviada con una blazer de cuadros rojos y verdes y gafas de sol, conduce por la campiña inglesa, perdida al volante de un Porsche descapotable mientras desatiende uno de sus muy graves y frecuentes compromisos reales. Es la Navidad de 1991, y aunque todavía no lo sabe, este será su último invierno como consorte. Mirando de un lugar a otro, en la búsqueda de cualquier señal que la sitúe geográficamente, Diana deja escapar un "Where the fuck am I?" que podría aplicarse a cualquier momento de su matrimonio con el todavía hoy Príncipe Carlos.
Lejos del formalismo y la corrección, a ratos inintencionadamente propagandísticos (o eso prefiero pensar), de Jackie (2016), la segunda incursión internacional de Pablo Larraín se inserta en el subgénero del terror psicológico. La opresión asfixiante vivida por Lady Diana entre los muros de ladrillo rojo de Sandringham recuerda a Repulsión (1965) de Polanski o a A Woman Under the Influence (1974) de Cassavetes. La residencia vacacional, a priori de ensueño, pronto se tornará pesadilla con toda su pompa protocolaria y su absurda etiqueta. Las cortinas de los suntuosos aposentos se irán cerrando –para que el mundo no pueda escudriñar a Lady Di, o quizá a la inversa– y las puertas estarán cada vez más vigiladas.
A la atmósfera de Spencer contribuye una música de jazz psicodélico como sacado del Bitches' Brew de Miles Davis. No obstante, el responsable no es otro que Jonny Greenwood, colaborador habitual de Paul Thomas Anderson e integrante de Radiohead. Las trompetas disonantes acompañan al deterioro mental de Diana a medida que los devaneos nocturnos se multiplican así como las visiones, a modo de aviso, del fantasma de Ana Bolena. Con todo, el apartado, a mi juicio, más digno de elogio es el fotográfico. La cámara de Claire Mathon (Portrait de la jeune fille en feu, 2019), valedora del Premio a la Mejor Fotografía en el SSIFF por Enquête sur un scandale d'état, captura con belleza insondable ya sea un wide shot de los bosques costeros de Norfolk bañados por la bruma matinal, un plano aerial de los exteriores del palacio o un close-up del rostro compungido de Kristen Stewart.
Son muchos los momentos que dejan huella: la ceremoniosa cena de Nochebuena, con el colgante de perlas de Lady Di idéntico al que el Duque de Gales había regalado previamente a su amante y ahora esposa Camila Parker Bowles; los juegos sonámbulos, iluminados por unas velas a lo Barry Lyndon (1975), con Harry y William; o la escapada a la otrora casa familiar de los Spencer, contigua a Sandringham pero ya en ruinas. En definitiva, una obra maestra absoluta que espero reciba el reconocimiento que sin duda merece.
Vista en el SSIFF 69.