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Voto de Tortolito:
3
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5.5
840
Drama
Alfonso (Álvaro de Luna) es un jubilado que visita a Nanda (Mari González), una anciana que lo crió cuando se quedó huérfano, en una residencia en la que trabaja Luisa (Marian Aguilera), una joven asistente social. Una mañana, recogiendo caracoles en el Prado de las Estrellas, Alfonso se encuentra con un joven que surge de entre la niebla en su bicicleta (Óscar Abad). A partir de entonces, surge una amistad entre el viejo maestro y la ... [+]
30 de junio de 2008
18 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es decepcionante que uno de los últimos iconos de madurez del cine español, Mario Camus, perpetre un largomentaje tan flojo. En sujetos como Suárez o Aranda no extraña. Pero Camus parecía otra cosa.
No se explica que no se haya dado cuenta del churro que le estaba saliendo, o tal vez sí, y le sea doblemente doloroso. El fiasco se gestó en el guión, descosido y anárquico, y continuó en la pésima selección de actores.
Salvo la decente fotografía de bellísimos paisajes de Cantabria, nada se salva. La música pretende alcanzar cotas altas, con códigos propios, pero no termina de cuajar. Todo resulta fofo, facilón, ingenuamente tonto, que no es lo mismo que humilde.
El guión pasaría por una representación escolar, o lo que es sin duda peor, a veces parece escrito por el mismísmo Ken Loach, ese mediocre que husmea causas nobles para dejar en ellas su excremento de sermón, moralina e izquierdosismo cutre. Los trazos que perfilan los personajes, buenísimos o malísmos, son tan gruesos que el efecto final es una burda caricatura. Son caracteres de opereta, no de trabajo serio y adulto que respete la inteligencia del espectador.
Los diálogos son tan artificiales y la interpretación tan plana, que si uno quita el volumen, es incapaz de distinguir si el actor (o la actora) está anunciando que padece una enfermedad terminal o que quiere sal en el huevo frito para la cena. Pero el guión tampoco ayuda nada. En la parte con spoiler justifico esta afirmación.
En conclusión, una oportunidad perdida, porque se nota que había pasta para la producción y ambiciones artísticas detrás de este proyecto. Por desgracia ninguna de esas expectativas se ha cumplido.
No se explica que no se haya dado cuenta del churro que le estaba saliendo, o tal vez sí, y le sea doblemente doloroso. El fiasco se gestó en el guión, descosido y anárquico, y continuó en la pésima selección de actores.
Salvo la decente fotografía de bellísimos paisajes de Cantabria, nada se salva. La música pretende alcanzar cotas altas, con códigos propios, pero no termina de cuajar. Todo resulta fofo, facilón, ingenuamente tonto, que no es lo mismo que humilde.
El guión pasaría por una representación escolar, o lo que es sin duda peor, a veces parece escrito por el mismísmo Ken Loach, ese mediocre que husmea causas nobles para dejar en ellas su excremento de sermón, moralina e izquierdosismo cutre. Los trazos que perfilan los personajes, buenísimos o malísmos, son tan gruesos que el efecto final es una burda caricatura. Son caracteres de opereta, no de trabajo serio y adulto que respete la inteligencia del espectador.
Los diálogos son tan artificiales y la interpretación tan plana, que si uno quita el volumen, es incapaz de distinguir si el actor (o la actora) está anunciando que padece una enfermedad terminal o que quiere sal en el huevo frito para la cena. Pero el guión tampoco ayuda nada. En la parte con spoiler justifico esta afirmación.
En conclusión, una oportunidad perdida, porque se nota que había pasta para la producción y ambiciones artísticas detrás de este proyecto. Por desgracia ninguna de esas expectativas se ha cumplido.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
¡Qué patética es la reunión con los aldeanos! Rezuma artificio. El resto de malos avariciosos sigue los cánones del tópico: traje bien planchado, ademanes despóticos y, no podía faltar, brillantina en el pelo.
Como el triangulillo escaleno chico-chica-chico es un relleno en esta película, así queda de postizo y torpemente rematado. Está muy mal contado e igual podía resultar que la chica se casase y tuviese cinco hijos (con cualquiera de los dos pretendientes), que montase un trío (con cualquiera de los dos pretendientes o con algún extra escogido al azar), o que se metiese a monja. Me imagino que me he perdido un par de escenas en alguna cabezada esporádica durante la proyección, si no no me explico la absurda ruptura con el motero. Y es que uno acaba tropezándose con tantos hilos sueltos. Al final la moza se va al quinto pino y aprende inglés. Que le aproveche.
La superación del chico es tan simplista que da verguenza ajena. Nadie sabe en cambio cómo vive este chico. ¿Está solo en la casona del pueblo? ¿Y la comida , y la ropa, y la compra...?
Por cierto, jamás he visto a ningún entrenador tomar el pulso a un deportista poniendo la manaza en el pecho. Señores el pulso se mide con los dedos (nunca el pulgar) bien en el cuello, bien en la muñeca.
Tampoco me imagino que una moto atropelle a un corredor en una prueba ciclista y se dé a la fuga. Y por último, me gustaría saber en qué residencia de ancianos estaba la señora que la palma. Para no ir nunca, más que nada: nunca barren debajo de las camas.
Como el triangulillo escaleno chico-chica-chico es un relleno en esta película, así queda de postizo y torpemente rematado. Está muy mal contado e igual podía resultar que la chica se casase y tuviese cinco hijos (con cualquiera de los dos pretendientes), que montase un trío (con cualquiera de los dos pretendientes o con algún extra escogido al azar), o que se metiese a monja. Me imagino que me he perdido un par de escenas en alguna cabezada esporádica durante la proyección, si no no me explico la absurda ruptura con el motero. Y es que uno acaba tropezándose con tantos hilos sueltos. Al final la moza se va al quinto pino y aprende inglés. Que le aproveche.
La superación del chico es tan simplista que da verguenza ajena. Nadie sabe en cambio cómo vive este chico. ¿Está solo en la casona del pueblo? ¿Y la comida , y la ropa, y la compra...?
Por cierto, jamás he visto a ningún entrenador tomar el pulso a un deportista poniendo la manaza en el pecho. Señores el pulso se mide con los dedos (nunca el pulgar) bien en el cuello, bien en la muñeca.
Tampoco me imagino que una moto atropelle a un corredor en una prueba ciclista y se dé a la fuga. Y por último, me gustaría saber en qué residencia de ancianos estaba la señora que la palma. Para no ir nunca, más que nada: nunca barren debajo de las camas.