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Voto de Iván Roldán:
9
Fantástico. Drama A Guy lo invita su madre a pintar el faro de la isla Black Notch, donde se encuentra el orfanato en que se crió hace treinta años. Es la primera vez que vuelve a este lugar tan lleno de recuerdos para él: su hermana adolescente, su mojigata madre, su padre científico y su propia juventud carente de estímulos; un caleidoscopio de imágenes memorables: un aquelarre en el pantano, la misteriosa marca de nacimiento de su madre, códigos y ... [+]
1 de agosto de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Segunda parte de la trilogía autobiográfica/ficticia de Guy Maddin, “Me trilogy”, en la cual nuevamente la amnesia, una capacidad maravillosa de la mente humana para Maddin, es el motor de un mundo condenado a recordar. En esta ocasión, un recuerdo en doce capítulos; co-escrito por George Toles, guionista y actor, ha acompañado a Maddin desde el inicio de su carrera cinematográfica.

Brand Upon the Brain! es un melodrama febril y alucinatorio. Singularmente perverso, que nos brinda una mezcla de géneros y tópicos conjugados a través del cine mudo: la intriga del cine policiaco y sus normas detectivescas, el romanticismo y el horror gótico extraído de las obras de Robert Wiene y F.W. Murnau (pilares de los orígenes del cine), y la ciencia ficción, abriendo lugar para el vampirismo y la resurrección/zombificación, en un contexto exagerado de ansiedad psicosexual freudiana/edípica. Pero ante todo, Brand Upon the Brain!, es un volver a la infancia, deseosa, culposa y aberrante, aquella que le fue arrebatada a Guy el día en que fue separado de su castrante y omnipresente madre.

Por medio de una narrativa epistolar sustentada en la teatralidad, musicalidad y delicadeza artística del “cine mudo”, conoceremos de la voz de Isabella Rossellini la historia de Guy Maddin, factor importante y ausente en Cowards Bend The Knee: la voz de un narrador. Me parece aquí, enriquece el visionado, somos chiquillos escuchando una extravagante historia. En el primer capítulo observamos a Guy ensimismado e instigado por los recuerdos, en posición fetal dentro de su embarcación, ha llegado a Black Notch después 30 años de ausencia por orden de su madre, con la misión de cumplir su última voluntad: pintar y ordenar el orfanato del faro, pues al menos, por una vez en su vida desea ver limpio aquel lugar. Pintar, cubrirlo todo es la orden, como si quisiera desaparecer su vida tras esas gruesas capas de pintura. Frenesí.

Con cada brochazo los recuerdos van surgiendo. Un eterno conflicto entre el olvido y el recuerdo, ambos son exigidos, anhelados. Un orfanato fálico reinado por el ojo y el rugido de su madre, a quien Guy tanto desprecia y sin embargo ama, no puede vivir sin ella. Una madre obsesionada con la juventud revitalizada gracias al trabajo sin descanso del científico, a los crímenes del padre en el sótano. Los niños habitan la isla, fustigados en una vida sin sentido, atormentados por el Salvaje Tom, horrorizados por lo que sucede ahí en Black Notch (lejos del mundo, es como si fuese el triángulo de las Bermudas). Ritual. La llegada de un ángel, ¡Wendy! Venida a esclarecer los crímenes de Black Notch, el objeto de deseo de Guy. Lamentablemente su partida es pronta así como la llegada de Chance, su modelo masculino a seguir. La desorientación de Guy y su necesidad por amar, por ser, por tener una figura a la cual atenazarse. Una constante lucha, una hermana, un amigo. Nostalgia. Humor, también hay lugar para una sonrisa.

En mi opinión mejor que su primera entrega, más brillante e hipnótica. Es plausible el cruce de la modernidad con el clasismo. La música un encanto que favorece el histrionismo de cada cuadro haciendo a algunos memorables. La actuación, dramática, exagerada, no se puede pedir otra cosa.

El trabajo de Maddin es un caleidoscopio, un triángulo amoroso, un romance, un misterio, una alucinación sobrenatural.

http://teatro-vandrian.blogspot.mx
Iván Roldán
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