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Voto de Arkero:
10
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10
8.1
190,122
Drama. Thriller
Un joven hastiado de su gris y monótona vida lucha contra el insomnio. En un viaje en avión conoce a un carismático vendedor de jabón que sostiene una teoría muy particular: el perfeccionismo es cosa de gentes débiles; sólo la autodestrucción hace que la vida merezca la pena. Ambos deciden entonces fundar un club secreto de lucha, donde poder descargar sus frustaciones y su ira, que tendrá un éxito arrollador. (FILMAFFINITY)
30 de enero de 2011
30 de enero de 2011
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Recuerdo que debía tener doce años, mis películas favoritas eran Spiderman, Scary Movie y todas esas bobadas que los niños disfrutan. Poco sabía de cine, el único nombre de director que recordaba sería Spielberg y difícilmente sabría identificar alguna película suya que no fuera de dinosaurios. Entonces pasaba los canales del televisor sin nada mejor que hace cuando veo una secuencia rápida de luces azules sobre lo que parecía algo de células o sabrá Dios qué. Me dije a mi mismo: ¡Una de superhéroes! No lo era, pero igual seguí viendo con la esperanza de que en algún momento saliera un tipo en disfraz.
Mi cerebro de a poquito se fue revolviendo, un hombre con tetas, una mujer con afanes suicidas y ese extraño narrador ¿Qué era esto? Los minutos fueron pasando y yo me tragaba de lleno hasta los comerciales con tal de no perderme un instante de la película. Escucho todos esos diálogos antisistema, veo toda esa violencia tan lejana de mis películas comerciales para adolecentes; y al final veo ese giro de guión que me hizo replantearme punto por punto que demonios era lo que había visto.
No me importa un demonio si es fascista, por mi pudo ser dirigida por Hitler; no me importa si su estética no se supone que sea así, si salió ahí entonces así es como se hace; no me importa si sale Brad Pitt, si con doce años y el cerebro programado para odiar a los niños bonitos de Hollywood no me importó menos ahora. Esta película me enseñó que el cine era arte, que se podían decir grandes cosas en la pantalla; es una epifanía. Y tal epifanía se merece un diez, un mil si se puede; y que nadie me lo cuestione.
Mi cerebro de a poquito se fue revolviendo, un hombre con tetas, una mujer con afanes suicidas y ese extraño narrador ¿Qué era esto? Los minutos fueron pasando y yo me tragaba de lleno hasta los comerciales con tal de no perderme un instante de la película. Escucho todos esos diálogos antisistema, veo toda esa violencia tan lejana de mis películas comerciales para adolecentes; y al final veo ese giro de guión que me hizo replantearme punto por punto que demonios era lo que había visto.
No me importa un demonio si es fascista, por mi pudo ser dirigida por Hitler; no me importa si su estética no se supone que sea así, si salió ahí entonces así es como se hace; no me importa si sale Brad Pitt, si con doce años y el cerebro programado para odiar a los niños bonitos de Hollywood no me importó menos ahora. Esta película me enseñó que el cine era arte, que se podían decir grandes cosas en la pantalla; es una epifanía. Y tal epifanía se merece un diez, un mil si se puede; y que nadie me lo cuestione.