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España España · Madrid
Voto de Áralan:
7
Drama Historia basada en la abolicionista Harriet Tubman (Cynthia Erivo), que liberó a numerosos esclavos tras haber escapado ella misma de la esclavitud en 1849.
5 de enero de 2020
9 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace 170 años todavía existía la esclavitud.
Pensadlo.
SOLO 170.
Cuando mi tatarabuelo vivía, unas personas todavía podían ser propiedad de otras. Legalmente. Incluso se fundamentaba teológicamente a través de la Epístola a los Colosenses de san Pablo, la cual asevera que los esclavos debían obedecer a sus amos, no huir y rezar por ellos, como bien establece el párroco de color nada más empezar esta película.

Es precisamente en este momento cuando salta a la memoria otra película sobre el mismo tema: «El nacimiento de una nación», donde el protagonista se convierte en párroco al servicio de los esclavistas y, como nuestra protagonista, también escucha a Dios.
La diferencia es que mientras este, cuando lo escuchó, se puso a matar esclavistas y a los hijos y bebés de estos, Mint, nuestra heroína, utiliza sus visiones como una especie de GPS que le dice por donde debe ir y por dónde no para no ser atrapada por los terratenientes en sus viajes para liberar esclavos una vez que se convierte en «conductor», una guía protectora de los esclavos en la ruta hacia tierras libres y que es apoyada por una organización encubierta llamada Railroad.

Todo esto puede sonar extraño, pero supongo que está puesto ahí porque se basan en sucesos reales. A mí, particularmente, es lo que más me chirriaba de una trama, además de la tendencia a la hagiografía sin matices, que, por todo lo demás, funciona muy bien y es la mar de entretenida. Asimismo, la producción es muy buena, aunque no se quita el aura de película de por la tarde, y las actuaciones son también muy correctas, siendo notable la de la protagonista.

La primera parte de la película, la de su huida, está muy llevada. Su llegada a Philadelphia, donde cambia su nombre por Harriet, y su decisión de ayudar a quienes están esclavizados, también. Además, huye del maniqueísmo de blancos malos y negros buenos, colocando antiesclavistas blancos y cazadores de negros, negros. Solo al final cae de lleno en la hagiografía, en la apología del personaje, con unas escenas medianamente épicas que no terminan de coordinarse del todo con el tono anterior de la película.

Dicho esto, las películas centradas en este tema todavía nos intentan vender unas causas de la Guerra Civil estadounidense muy falaces. Parece como si intentaran autojustificar su racismo intentando poner al Norte como bueno y al Sur como malo, cuando las causas reales fueron mucho más complejas. Por supuesto, el Sur era esclavista. Eso no se discute, pero tampoco quiere decir que el Norte viera a los negros como ciudadanos iguales. En este sentido, cito al usuario Malemute Kid, del hilo «Lincoln», quien lo explica perfectamente, cuando dice «No hay rastro de los intereses económicos del norte, potencia industrial, que impuso a las manufacturas europeas, que eran productos más competitivos, unos aranceles que perjudicaron al sur, principal cliente de Europa. Además, al liberar a los esclavos del sur aprobando la enmienda, el norte, con una industria en expansión, obtenía un excelente caldo de cultivo para contratar mano de obra barata y sin ningún tipo de derechos laborales. Spielberg se desentiende de que uno de los principales motivos fue éste, el económico, de cómo dos modelos bien distintos chocaron frontalmente hasta desencadenar la guerra. Y es que además, si fuera la única razón (la abolición de la esclavitud), la población negra hubiera vivido en las mismas condiciones que la blanca inmediatamente después de la aprobación de la enmienda, pues se presupone aprobada por una sociedad preparada, con una mentalidad preparada, cuando sabemos que no era tal. No fue hasta cien años después, con la Ley de Derechos Civiles de 1964 cuando podemos hablar de igualdad social entre negros y blancos. Es decir, cuando la sociedad americana estuvo preparada mentalmente para aceptar tal paridad [...]».

Dicho todo lo anterior, espero que la disfrutéis. Dejando las visiones, que son algo muy terciario, merece la pena su visionado, sin duda. Desconocía por completo a esta valiente mujer y los ovarios tan bien puestos que tenía, más grandes que los huevos del caballo de Espartero, hay que señalar.
Supongo que podemos asegurar que Alemania tuvo a su Schindler y los EEUU, a su Harriet.
Y muy bien por ella.
Áralan
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